ESPECTáCULOS
Ladrones y estafadores buscan suerte en la ciudad del pecado
La serie Las Vegas, protagonizada por James Caan y Josh Dahumel, es un muestrario de glamour y dinero, custodiados por expertos.
Por Roque Casciero
Danny McCoy no podría estar mejor: en una suite de lujo de un gran hotel de Las Vegas, con una rubia de ensueño haciéndole el amor. Pero lo bueno dura poco. Las puertas de la habitación se abren y entra la plana mayor del staff de seguridad. Entonces, Danny cae de la nube y descubre que Big Ed Deline, su propio jefe, lo mira como queriendo asesinarlo. Y enseguida descubre la razón. “Hola, papi”, le dice la preciosa Delinda a Big Ed, un ex agente de la CIA que se dedica a mantener el orden en el hotel y casino Montecito. Toda la escena, filmada a ritmo vertiginoso, fue el comienzo de Las Vegas, la serie protagonizada por James Caan y Josh Dahumel que Sony emite los miércoles a las 22. El programa muestra el lado oculto de la capital mundial del juego: el glamour de plástico, ladrones, estafadores, soñadores, ingenuos en busca de dinero fácil que terminan pelados, violadores que drogan a sus víctimas... Y un cuerpo de vigilancia que envidiaría más de un gobierno para controlar que el nombre y las finanzas del Montecito no sufran ni una sola mancha.
Dahumel es Danny McCoy, un ex marine nacido en Las Vegas (aunque se supone que a esa ciudad todos llegan de otra parte) con mucho atractivo para las féminas y con más escrúpulos que su patrón. Big Ed está interpretado por un Caan que sobresale con su composición de padre enojado y profesional riguroso (aunque no siempre se maneje dentro de la ley). El otro nombre conocido es el del autor y productor ejecutivo Gary Scott Thompson, quien había hecho el guión de la película Rápido y furioso: de ahí que las historias de la serie parezcan desarrollarse arriba de un auto de Fórmula 1. Todo en la Ciudad del Pecado, donde una chica exhibicionista hace el amor en el ascensor sólo para que la registren las cámaras de seguridad. El mismo lugar donde, al terminar Las Vegas y también por Sony, los agentes de C.S.I. develan misteriosos asesinatos a través de las pericias forenses.
En los primeros capítulos se establecieron los personajes y la sexy Delinda (Molly Sims) abandonó a McCoy. Nada nuevo, al parecer: las cuatro semanas que estuvieron juntos fueron un record de permanencia para la rubia. Pero la historia entre ellos parece no haber terminado. Y Big Ed se aflojó un poco en su relación con Danny: después de la ruptura, le confesó a éste que tenía esperanzas de que a su lado la chica sentara un poco cabeza. Todo esto, en medio de varias historias unitarias en las que los guardianes del Montecito lidian con estafadores provistos de tecnología casi inverosímil y con los casinos rivales, que hacen lo imposible para birlarles los peces gordos. Pero Big Ed y sus muchachos están preparados: tienen cámaras apuntando a cada rincón, sensores para descubrir si hay armas en las habitaciones y micrófonos direccionales que les permiten escuchar hasta las conversaciones de los gatos que levantan clientes en el lobby. Y cuando esto no alcanza, Big Ed recurre a sus contactos en su viejo trabajo para asegurar la paz en su casino.
El personaje que protagoniza Caan –con su peinado a lo De la Sota– inclusive es capaz de pedirle a una empleada que sea la carnada para atrapar a un esquivo estafador que nunca da la cara, pero que manda a todo un batallón para llevarse dos millones de dólares. Por supuesto, McCoy recién se desayuna al final del capítulo de que Neesa Holt (encarnada por Marsha Thomason) trabajaba en complicidad con Big Ed.
Se puede parafrasear las siempre presentes leyes de Murphy para decir que si algo puede suceder, entonces seguro sucede en la Ciudad del Pecado. Pero en ese increíble torbellino de glamour, grandes carteles luminosos, prostitutas, champagne, ruletas y tragamonedas que la serie Las Vegas muestra a la velocidad de la luz, siempre habrá una cámara oculta y un micrófono indiscreto para que los chicos malos no se salgan con la suya. Al menos, no en el Montecito.