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“Estamos para el carajo”
Por Nora Veiras
Antes de definir qué hacer, tenemos que ver cómo están los docentes. ¿Cuál es la situación en la que llegan los chicos?
–Mirá... te la hago corta: Estamos para el carajo. Ahora, ¿qué hacemos?
El diálogo entre dos especialistas en educación se institucionalizó como muletilla entre algunos pedagogos a la hora de contar las dificultades para pasar del diagnóstico al tratamiento. Ese regodeo en mostrar qué poco aprenden los chicos o, mejor, que no aprenden tiene un correlato más que bajo con la medicación para revertirlo.
Es cierto que el respeto a las autonomías provinciales en un país federal complica las posibilidades de actuar rápido sin avasallar el sistema. Pero, vale preguntarse cuáles pueden ser los reparos que pueden poner Córdoba, Santa Fe o Chubut –por ejemplo– al definir qué debe saber un chico al terminar cada grado o año de escolaridad.
En 1995 se realizaron las primeras pruebas estandarizadas para evaluar los conocimientos de los alumnos. La sociedad se horrorizó cuando al conocerse los resultados promedio de esas muestras quedó en evidencia que más de la mitad de los egresados del secundario no comprendía lo que leía y otro tanto no podía operar con fracciones. Sobre esa base se empezaron a definir Contenidos Básicos Comunes (CBC) con el propósito último de cambiar lo que pasaba en el aula. Se elaboraron “Recomendaciones” para que el docente trabajara sobre los temas que ofrecían más dificultades. Poco o nada cambió. En realidad, el intento “unificador” de esos contenidos naufragó en el fárrago de la crisis económica y de la imposibilidad de traducir esos CBC –elaborados por expertos– en contenidos de aula aprehendidos por los docentes.
Pasaron diez años y ahora el Consejo Federal de ministros de Educación asume la “fragmentación”, es decir la desigualdad entre jurisdicciones y dentro de cada una, de la educación. La denominada “fragmentación” no es más que la confirmación de que la escuela dejó de ser una herramienta para homogeneizar las desigualdades en un país cada vez más desigual. Producto de esa fragmentación –dicen– cuesta definir qué deben aprender sí o sí los chicos.
El Ministerio de Educación enfatiza que su objetivo estratégico para los próximos tres años es definir ese “qué enseñar”, capacitar a los docentes para que con su apoyo cada provincia diseñe el “cómo enseñar” y lograr que esos conocimientos lleguen a los alumnos. Es esperable que las mezquindades políticas no retarden un proceso impostergable. Y que no se dilapide esos años en exhaustivos diagnósticos para delinear carencias. Es tanta la desnutrición cognitiva que el máximo riesgo es sobrealimentar a unos pocos.