ESPECTáCULOS
“Para mí la vida es demasiado corta como para pasarla aburrido”
El cantautor español Luis Eduardo Aute repasa las emociones vividas en la Plaza y pronostica un buen futuro para la Argentina y para España.
Por Karina Micheletto
“Se me ha caído un ángel”, exclama Luis Eduardo Aute llevándose las manos a la cabeza. Quiere decir algo así como que se olvidó por completo. Llega muy tarde, pero trae una explicación que lo hace inimputable: “Es que me he emborrachado”, se excusa, y suena sincero. Viene de despedirse de la Argentina junto a sus músicos con un asado en Puerto Madero, y de regarlo con buen vino tinto. En pocas horas sale su avión, tiene que estar de regreso en España sí o sí, por eso no aceptó la invitación del Presidente para conocer Calafate. Y todavía no empacó ni se despidió de Silvio Rodríguez, que está parando en su mismo hotel. Dadas las circunstancias, sería mejor levantar la nota. Pero Aute insiste: “Tengo ganas de contarles a los argentinos lo feliz que me han hecho”, dice. Se refiere a su actuación en el recital del 25 de Mayo, algo que, asegura, no va a olvidar en su vida.
–¿Fue para tanto?
–Pues, sí. Fue una sensación muy impactante. Sentía que estaba viviendo un momento histórico, con los compañeros de escenario que tuve, con toda la Plaza llena de gente, la Casa Rosada detrás, y con aquel tiempo que hacía, la lluvia, la luz que caía... Fue una sensación muy extraña, como vivir un sueño. Cuando bajé, me quedé flotando un rato largo. Guardaré para siempre esta experiencia.
–Allí dijo que vivió una boda más real que la que hubo en Madrid, entre la gente y sus gobernantes. Sonó un poco mucho...
–Pero es que es verdad. Siento que en ustedes hay unos deseos muy profundos de identificarse con sus administradores. Eso se nota, se ve en la calle, en la cara de la gente. Estuve aquí hace un año y el panorama era muy distinto. Ahora por lo menos hay ilusión, es claramente una nueva etapa. Esperemos que todo vaya bien, porque luego viene, como decimos en España, el tío Paco con las rebajas. Suele ser así, pero no hay que desestimar las situaciones históricas cuando hay ilusión y esperanza.
–¿Siente que en España se está viviendo un momento análogo?
–Sí, muy parecido, con diferencias pequeñas, pero con la misma situación de esperanza. Nosotros también salimos de una etapa olvidable y estamos enfrentando un nuevo momento histórico.
–¿Cuál es su opinión sobre la monarquía española?
–Como gran parte del pueblo español, yo no soy monárquico sino republicano. Pero en este momento sentimos una simpatía, no tanto por la monarquía sino por la figura de Juan Carlos. El fue un moderador muy útil en la transición del régimen de Franco a la democracia. Tendría que haber jugado el rol contrario, era lo que estaba dispuesto, y no fue así. Y eso la gente se lo agradece y lo aprecia. Todos somos, en mayor o menor medida, “Juancarlistas”, algunos en absoluto, y otros decimos que hace un buen papel.
–¿Y cómo vio la boda entre Felipe y Letizia? De repente fue un tema que preocupó a todos.
–Bueno, mejor una boda que un funeral, ¿no? Lo que me parece reprochable es el enorme gasto que hicieron, habiendo tantos problemas económicos. Pero, como dije antes, ésta no es de las peores monarquías que nos podría haber tocado. Hubo otro gesto positivo: la retirada urgente de las tropas de Irak, por parte del Partido Socialista, de alguna forma tuvo el beneplácito de la monarquía. Eso se les reconoce.
–Rodríguez Zapatero dijo que le va a dar prioridad a Latinoamérica. ¿Cómo se ve eso desde España?
–Con muy buenos ojos. Aznar nos sacó de Europa, dividió el continente, y las relaciones con América latina prácticamente desaparecieron; y si existieron, no fueron buenas experiencias. Y Rodríguez Zapatero viene con otro ideario, quiere recomponer las relaciones con Europa y Latinoamérica. Eso es algo que todos estamos esperando. Está en su programa, ahora falta que lo cumpla, pero yo creo que va a hacerlo.
Aute acaba de editar Autorretratos, un CD doble en el que actualiza sus grandes éxitos. No sólo los volvió a grabar a la antigua (con todos los músicos tocando juntos en la grabación) sino que en muchos casos hizo cambios notables en las letras originales. A las otras actividades que ejerce (pintor y cineasta) las reunió en el largometraje Un perro llamado dolor, en el que utiliza la animación para relacionar ficcionalmente a pintores famosos, y que en la Argentina sólo pudo verse en el Festival de Mar del Plata.
–¿Por qué cambió los versos de sus canciones?
–Era una vieja idea. Canciones como Aleluya Nº 1 fueron las primeras que hice en mi vida, yo todavía no conocía el oficio de escribir, y hoy me suenan un tanto ingenuas. No hay ningún tipo de corrección en cuanto a conceptos, pero sí formales. Para quien quiera escuchar los originales, ahí están los discos. Por otra parte, yo creo que una obra nunca está terminada. Como pintor siempre ando retocando los cuadros que quedan en mi casa. Me encantaría que eso mismo ocurriera con las canciones: poder ir corrigiéndolas, corrigiéndolas, sin acabarlas nunca.
–¿Cómo divide su tiempo entre el cantante, el poeta, el pintor y el cineasta? ¿Tiene un orden?
–Ninguno. Depende del estado de ánimo, de la sobredosis que haya tenido de una actividad para abandonarla y pasarme a otra. Generalmente, cuando estoy en gira y llega un momento en que no soporto más viajar, veo un escenario y casi lo repudio, entonces me olvido por completo de que hago canciones y me encierro en mi estudio de pintura. Y cuando llevo un tiempo largo pintando y veo que las imágenes se me quedan cortas y necesito la palabra, me pongo a escribir. Después agarro la guitarra... Depende del estado de ánimo. En vez de descansar yo tengo que pasar de una actividad a otra; si no estoy haciendo algo, me aburro. Y por otro lado no hay ninguna línea divisoria entre vida y trabajo. Para mí vivir es estar haciendo cosas. La vida es demasiado corta para pasarla aburrido.