ESPECTáCULOS
Dos pianos y percusión para que suene la magia
Un grupo de jóvenes de las favelas, junto a los pianistas clásicos Marcela Roggeri y Marcelo Bratke, recorren obras de Milhaud, Villa-Lobos y Nazareth. El elemento en común: Brasil.
Por Diego Fischerman
En la novela Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, la música de un pueblo aborigen cambia, para siempre, la vida de un extranjero. La impresión recibida por el francés Darius Milhaud, durante su estadía en Brasil, no debe haber sido demasiado diferente. En París se discutía la herencia de Debussy –o cómo seguir a partir de allí, sin ser sus imitadores– mientras en ese exótico país sudamericano la música más bella, los acordes más atractivos y los ritmos más complejos sucedían en las mismas calles.
Un compositor de ese país, haciendo el recorrido inverso, había deslumbrado a Europa (Rubinstein se había enamorado de sus obras para piano) con obras que parecían no venir desde ningún lugar conocido. Heitor Villa-Lobos, desde una perspectiva distinta a la de Milhaud, mostraba también la inevitable fascinación y las infinitas posibilidades de un arte popular de riqueza única. Cellista, guitarrista en bares y compositor casi autodidacta, Villa-Lobos fue el fundador –o el primero en poner en escena– una manera de entender el arte que sería característica de Brasil y que en ninguna otra parte logró una plasmación tan perfecta: el contacto entre lo popular y la vanguardia.
Si se piensa que allí una escola do samba dedicó su carroza de Carnaval a un poeta como Chico Buarque, que Caetano transita con fluidez por la poesía concreta y la música atonal mientras hace un samba o se repara en las múltiples capas de escucha que posibilitan obras como las de Jobim, Joao Gilberto o Egberto Gismonti, resulta evidente hasta qué punto allí han dejado de funcionar las diferencias entre lo alto y lo bajo. Y Trilogía de Carnaval, que esta noche tendrá su segunda y última función en Buenos Aires, transita precisamente ese territorio de cruces –y mutuas inseminaciones– entre tradiciones y culturas. A las 20.30 y en el teatro ND Ateneo –Paraguay 918– se presentan los pianistas Marcela Roggeri y Marcelo Bratke, junto al grupo de jóvenes percusionistas pertenecientes a Projeto Charanga de San Pablo, que dirige Mauricio Alves. El repertorio: Villa-Lobos y Milhaud, desde ya, sumados a los tangos brasileños de Ernesto Nazareth e improvisaciones de percusión. Roggeri, una argentina que vive en Londres, comenta, con ironía, que “no hay demasiado sacrilegio, desde el punto de vista de la música clásica”. Formada por Bruno Gelber y por su madre, Ana Tosi de Gelber, la pianista dice haber sentido, ella también, el efecto Brasil. “Los percusionistas son niños y jóvenes de las favelas y esto forma parte de un proyecto social que les permite salir de los márgenes. Lo interesante es que esos márgenes, por lo menos desde el punto de vista cultural, están presentes. Pero no forzamos la música; no incluimos percusión donde hay una clara intención en contra por parte de los autores. Los tangos de Nazareth, en cambio, la admiten con naturalidad. Allí no hay violencia ni intromisión alguna.”
Marcela Roggeri grabó, hace cuatro años, un disco con obras de Aaron Copland junto al brasileño Marcelo Bratke. “Empezamos a trabajar en San Pablo”, recuerda. “Y allí apareció la posibilidad de este encuentro, con chicos de las calles y de las favelas que recibían formación como percusionistas, y la idea de hacer algo con dos pianos (que son, también instrumentos de percusión) y percusión que integrara, también, músicas clásicas y populares de Brasil. Empezamos a buscar la manera de plasmar esa búsqueda. Hubo conciertos en Francia y, como siempre que se hace algo nuevo, en el comienzo teníamos grandes dudas, sobre todo en relación con la manera en que íbamos a lograr trabajar juntos músicos con formaciones tan diferentes como nosotros dos, por un lado, y los chicos, por el otro. Y no sólo la formación. Ellos están acostumbrados a tocar con Naná Vaconcelo o con Marisa Monte, en estadios o en recitales multitudinarios, y esto tiene más bien el formato del concierto clásico. Creo que, justamente, esto es lo que le da más interés al proyecto. Esa variedad de tradiciones y de costumbres que se pone en juego hace que esto vaya, finalmente, mucho más allá del concierto tradicional.”