ESPECTáCULOS › OPINIÓN
La esponja de la realidad
Por Manuel Callau
Cuando era pibe en el barrio me decían “Gallego”. En vano trataba de explicar que mis abuelos eran catalanes, de Tarragona. Cuando trataba de contar mi origen pescador y pallés, recibía en general como toda respuesta “Y bueno... gallego”. En la Argentina, en aquella época, todo lo que venía de España era “gallego”, así aprendí a ser un porteño gallego, con abuelos catalanes. Crecí en el barrio de Almagro, corriendo detrás de una pelota con niños judíos, italianos, españoles, armenios, o sea rusos, tanos, gallegos, turcos. Recuerdo con mucha claridad cuando mi amigo Boyadsian me pidió que no le dijera Turco y me contó la historia del genocidio de un millón de sus hermanos a manos de los turcos. Crecí en un barrio donde la nostalgia y la melancolía pintaban rostros y paisajes queridos en la oscuridad de las piezas de los conventillos. Aprendí la palabra “solidaridad” de la mano de mi abuela Dolores Balfegó Llambrich, recorriendo el barrio y recibiendo el aporte de los trabajadores y los pequeños comerciantes para el pueblo español.
En los teatros independientes descubrí mi vocación de actor. Tomé contacto con que aquello que me gustaba hacer les daba placer a los demás; comprendí que un actor no es sólo el que se pavonea delante del público, sino el que es esponja de su realidad como todo artista. Soñé con mi generación una sociedad distinta, donde el ser humano estuviese en el centro de todo y abracé con pasión las ideas de transformación social. Después el horror que los sectores más recalcitrantes desplegaron sobre nuestro pueblo, haciendo desaparecer a 30.000 de nuestros mejores hermanas y hermanos Gallegos, Tanos, Polacos, Judíos, Armenios, Franceses. Jamás hubiesen podido instrumentar este proyecto que hoy sumerge a la Argentina en la miseria y la ignorancia sin este genocidio. Y entre los horrores cometidos por estas bandas de forajidos criminales, está la apropiación de niños, los más de 500 niños apropiados, de los cuales hemos podido recuperar a 77 gracias a la heroica lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Hoy las Abuelas nos convocan a la gente de teatro a colaborar con su lucha acá, en España, y la respuesta es ésta: 21 espectáculos de teatro programados a lo largo de un mes en siete salas, y cerca de doscientos compañeros españoles y argentinos unidos detrás de esta causa noble. Hoy vuelvo a caminar las calles de la mano de aquella abuela Dolores que me enseñó el significado de la palabra solidaridad, con la esperanza de encontrar a estos jóvenes que, sin saberlo, esperan por su verdadera identidad. Gallegos, Andaluces, Vascos, Castellanos, Catalanes, mi barrio.