ESPECTáCULOS
“Somos como embajadores, pero con la cara pintada”
Raúl Castro, director de la murga Falta y Resto, explica el éxito de su agrupación en la Argentina. En su nueva visita está presentando el espectáculo Arriba el Sur, que refleja “el despertar de viejos sueños”.
Por Karina Micheletto
Falta y Resto es en este momento la murga más conocida y convocante de este lado de la orilla. El recital de la Plaza el 25 de mayo pasado, en el que fueron programados junto a otros visitantes como Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute, terminó de confirmar ese lugar, cuando levantaron la temperatura del festival a puro parche y coro murguista. El año pasado coparon La Trastienda con La Supermurga, un espectáculo en el que daban vida a superhéroes del Tercer Mundo que llegaban para salvarnos de deudas eternas y defaults. Ahora vuelven al mismo escenario para presentar el nuevo Arriba el Sur, en una serie de presentaciones que comenzó el sábado pasado a sala llena y que seguirá todos los sábados de julio a las 23.
Raúl Castro es el director, fundador y responsable de esas letras de La Falta que hablan de lo que pasa a ambos lados del Río de la Plata. También es el autor o coautor de varios hits de Jaime Roos (Cuando juega Uruguay, Las luces del estadio, entre muchos otros). Por estos días están componiendo juntos varias canciones de las que él, por supuesto, todavía no quiere dar pistas. “Allí están en el horno, dorándose”, se limita a decir. A todas estas tareas, Castro suma las de publicista y director de su propia agencia, Escenario Publicidad. Una profesión que surgió azarosamente cuando compuso con Roos Que el letrista no se olvide y alguien lo convocó como creativo de un aviso.
–La murga y la publicidad parecen mundos muy distintos. ¿Cómo los conjuga?
–Yo no los veo tan separados, en los dos se pone en juego la creación. Claro que no soy ese “creativo moderno” que alguien puede imaginar. Pero en la murga hay lugar para todos, desde un médico hasta un desocupado, y también un publicista.
–¿De qué se trata Arriba el Sur?
–Tiene relación con el momento cultural y político que está viviendo esta región, este despertar de algunos sueños que permanecieron dormidos o aletargados por años. La murga siempre fue un espejo de la realidad, y esto es lo que refleja en este momento, por eso esta es una propuesta mucho más política. Hay un lugar grande para la denuncia desde la sátira, y para la crítica desde la alegría.
–Con La Supermurga habían incorporado un grupo instrumental que sumaba un nuevo formato sonoro. ¿Piensan seguir manteniéndolo?
–Aquello fue un experimento de mi hijo Felipe que salió muy bien, pero era sólo para ese espectáculo. Ahora volvemos a la murga pura, que creo que estéticamente coincide más con este momento. Es algo bien austero, prácticamente un coro cimarrón que se sube al escenario a cantar.
–Se dice que ustedes fueron los primeros en profesionalizar la murga.
–Sería muy soberbio decirlo así, lo que hicimos nosotros y todos los artistas que pasaron por La Falta fue contribuir a una forma de trabajo de una mayor rigurosidad, que otros después tomaron. Es cierto que hoy por hoy se trata de hacer las cosas lo más profesionalmente posible, pero por el lado del trabajo riguroso, no por sumarle parafernalia tecnológica, cosas lujosas. La esencia de una murga es que suene a voz limpia en la esquina, y eso es algo que nunca tenés que perder.
–La murga prende mucho en la Argentina pero se siente de una forma diferente que en el Uruguay. ¿Qué diferencias hay entre ambos públicos?
–Cada uno tiene sus virtudes y sus contras. Muchas veces empleamos códigos o nombramos personajes que son muy de nuestra propia realidad, y se hace más difícil mostrar esos textos fuera del Uruguay. Aunque a veces creemos que hay cosas que no se van a entender y descubrimos que los pequeños detalles uruguayos se pueden repetir en cualquier barrio de la Argentina. Pero, por otro lado, el hecho de ser un público nuevo, menos ducho en el tema, enriquece mucho la cuestión. La gente se asombra cuando ve una línea de coro medio desprolija que parece que fuera la gente del barrio que se subió a cantar. Pero atrás hay cien años de historia y de perfeccionamiento. Este año tenemos de nuevo al Zurdo Besio, uno de los murgueros más importantes del Uruguay. Yo lo escucho cantar a él y en su timbre se me pintan todos los barrios, porque es el color de la voz del Uruguay. Ese tipo de cosas por ahí sólo las capta un uruguayo, pero cuando uno las muestra afuera de alguna manera se siente como un representante de su país, un embajador. Con la cara pintada, pero embajador al fin.
–¿Cómo ve el panorama preelectoral uruguayo?
–Para mí es el momento de mayor esperanza que tuvo el Uruguay desde que tengo uso de razón. Y eso que voy por los 54, ya no me cuezo en el primer hervor. Tengo muchos recuerdos de los primeros escarceos en la política, allá por finales de los ’60, yo los viví con mucha alegría y algo de romanticismo, pero también con una gran tristeza por todo lo que sobrevino. Pasó el tiempo y las injusticias de aquel entonces se profundizaron. Y ahora por primera vez en mucho tiempo siento que recuperamos las esperanzas de revertirlas. Ojalá esta vez no las perdamos.