ESPECTáCULOS › WASHINGTON CANARIO LUNA, FIGURA CENTRAL DE LA MUSICA URUGUAYA

“La murga está muy emperifollada”

El legendario cantante, fundador de Falta y Resto, explica por qué mira con desconfianza las nuevas corrientes. Hoy actúa en el Ateneo.

 Por Karina Micheletto

Cada tanto Washington Canario Luna lanza frases que suenan a títulos: “No me considero un músico profesional”, “yo no canto, grito”, “últimamente tengo el defecto más grande: no me gusta cantar”. Las frases se alternan con un anecdotario al tono. El nombre, la pinta, la verba y el tono grave de Canario Luna no engañan: se está frente a un uruguayo de pura cepa y una de las voces históricas de la murga oriental. Después de cinco años de ausencia en la Argentina, Luna se presentará hoy y mañana a las 22.30 en el ND/Ateneo con las canciones de su nuevo disco Por la vuelta y junto a otro uruguayo de renombre, Alberto Magnone y el grupo Repique. Luego seguirán presentaciones en Córdoba (miércoles 7), Rosario (el 8), EE. UU. y España, pero con eso, dice Canario Luna, “no hay que andar haciendo espamento”.
Sentado en una de las diminutas mesas del bar La Giralda, se lo nota como de otro pozo. Pide al mozo que le traiga una gotita de fernet para cortar la ginebra con la que aguanta el hambre hasta el almuerzo. El pedido, con la amabilidad que caracteriza a los mozos del lugar, será insatisfecho. “Qué lástima que acá ya no se pueda tomar una copa en el mostrador. Allá por lo menos tenemos cantinas de barrio. Es la bohemia nuestra, si nos sacan eso estamos listos”, analiza, y llegan las definiciones: “Yo no soy profesional. El profesional vive de esto y con la plata se compra un auto, una casa. Yo no tuve esa suerte. Agarré esto como para comer con aceite, nomás. Y para colmo no me gusta cantar”.
–¿Eso fue siempre o ahora?
–Siempre. Fíjese que no tuve la satisfacción de cantarle a mi vieja cuando vivía. Prácticamente tampoco les canté a mis hijos, a mi señora, a mis amigos. ¿Y por qué? Porque no me gusta cantar.
–O sea que dar shows como éstos le cuesta trabajo, no le gusta.
–No, no, eso es otra cosa. Lo hago con gusto y lo mejor que puedo, porque tengo mucho respeto por la gente que saca la entrada. Yo tuve la satisfacción de ver tipos pelados sacando una entrada para verme, y a esa gente la respeto. A mí me gusta que vengan a chivear, que bailen candombe, que se suelten. Los argentinos y los uruguayos tenemos la buena suerte de ser hermanos y la mala suerte de que los políticos nos robaron la vida. Somos dos pueblos sufridos, por eso quiero que en mis shows se pueda volver a vivir como vivíamos antes.
–¿Qué diferencia encuentra en el público uruguayo y el de acá?
–¿Sabe que es al revés de lo que se dice? Para mí el argentino goza más, se alegra más. Sobre todo las mujeres, que siempre son más bailarinas, movedizas. Será porque allá la gente ya está acostumbrada al candombe y a la murga, y aquí lo viven como algo diferente.
–Hablando de mujeres, usted dice que no le gusta que en las murgas se mezclen hombres y mujeres. ¿Por qué?
–Porque soy chapado a la antigua. La mujer tiene que hacer la murga de ella, pero no mezclarse. Cuando se mezclan, los hombres empiezan a zafarse, a decir malas palabras, y eso no me gusta, es una falta de respeto. Yo escuché muchas murgas de mujeres que andan bien. Y si mañana o pasado hay más murgas de mujeres que de hombres, viva la cara, que se impongan. Pero con lo que hagan ellas, no copiando de los hombres lo que no tienen que copiar.
–¿Qué cosas, por ejemplo?
–En mi país vas por 18 de Julio o por el parque Rodó y ves cantidad de botijas tomando de la botella. ¡Cómo me rompe los kinotos, por no decirle otra cosa! No me gusta que la mujer se rebaje. Yo tengo hijas y no me gustaría que anden tomando de la botella, como los hombres. ¿Qué se quieren hacer, las bohemias? ¡Tomá todo lo que quieras, pero agarrate un vasito de plástico!
–Hacía mucho que no actuaba. ¿Qué andaba haciendo?
–Trabajando. Yo no soy un tipo que ande diciendo “voy a tocar allá, acá”. Yo soy como los jugadores de fútbol de antes, que envolvían los zapatos en un diario y salían para la cancha. Fui a tocar a Australia dos veces, a Canadá, Suecia, Venezuela y EE. UU. con el Sabalero, mi gran amigo, un tipo de corazón grande y sufrido. Me gusta viajar, conocer gente. Ahora estoy deseando conocer Córdoba, porque escuché por la TV sobre la bohemia del cordobés, su pasta para hacer cuentos.
–Usted vivió las transformaciones en la murga y el Carnaval. ¿Qué cambios percibe?
–Es como el fútbol: el fútbol de antes era mejor. Con la murga pasa lo mismo. Ahora se está mezclando mucho con el teatro. Estamos haciendo movimientos que no se sabe si son de murguistas o de maricas. Coreografías, se llaman. Antes ensayábamos en un terreno húmedo un mes y medio, y había trescientos tablados. Ahora hay veinte tablados y se ensaya cinco meses. Y encima ves muchachos que se mancan. ¿Cómo puede ser? Antes nos pintábamos nosotros, ahora hay maquilladores. Antes el director daba el tono a pulmón, con la voz, ahora ensayan con amplificación y con una guitarra. Ese es el único cambio positivo, la guitarra, porque no te mata tanto los pulmones. Pero después, lo veo todo muy emperifollado. Y si vos cantás pobreza, no podés llevar traje de oro.
–¿Tiene buenas relaciones con la murga Falta y Resto?
–Hay un cariño especial porque fui fundador de la Falta, y estuve ahí seis años. Con Raúl Castro y los muchachos discutimos, pero para bien. La Falta en la que estuve no era la de ahora, era en plena dictadura, salíamos y no sabíamos si volvíamos; los milicos nos pinchaban las ruedas del ómnibus. Y yo quiero que Falta y Resto siga siendo así, como nació, como quiso el pueblo. No quiero que cambien las cosas buenas. Mis hijas y mi señora son todas hinchas de Falta y Resto. Yo no.
–¿Y con Jaime Roos?
–No sé quién es.
–Qué raro, trabajaron juntos.
–Será, pero yo no lo registré. No lo conozco. Y no me interesa la gente que no conozco. Así que no me interesa ese tal... ¿Cómo dijo que se llamaba?

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Luna no se considera “profesional” y dice que no le gusta cantar, pero disfruta actuar en Argentina.
 
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