ESPECTáCULOS

La decadencia de una ciudad que hoy se parece demasiado a Buenos Aires

El Colón abre mañana su temporada lírica 2002, con un título simbólico: “Ascenso y caída de Mahagonny”. La régie es de Jérôme Savary, antiguo colaborador de Copi e inventor del Magic Circus.

 Por Diego Fischerman

Es imposible no asociar la historia de esa ciudad surgida en el medio del desierto, regida tan sólo por el placer inmediato y el dinero fácil, que cae por el peso de sus propios pecados, con la de una Alemania en que naufragaba la República de Weimar y donde la inflación carcomía la vida cotidiana mientras se acercaba, inexorable, el nazismo. Y es imposible no relacionar esa parábola didáctica, con la que Bertolt Brecht y Kurt Weill quisieron contar la decadencia del sistema capitalista, con la imagen de otra ciudad en la que cada vez son más los habitantes de las calles y donde la cantidad de hurgadores de basura crece al mismo ritmo que las colas para comprar moneda extranjera. Mahagonny en 1930. Buenos Aires en 2002. El camino entre ambos mundos aparece trazado por uno de los hombres más importantes del teatro europeo actual, el argentino (también francés y cubano) Jérôme Savary.
El actual director de la Opéra Comique parisina, nacido en Córdoba casi por azar, criado en este país, educado luego en Francia, regresado a Argentina para hacer el servicio militar en el regimiento de Azul, antiguo colaborador de Copi e inventor del Magic Circus, apuesta aquí a una visión sin falsos embellecimientos: la Mahagonny que estará a partir de mañana en el escenario del Colón es una ciudad montada sobre la basura. Una ciudad de soledad, de exilios, de abandonos, en la que el único crimen es no tener dinero y en donde coexisten rings con luchadoras desnudas, leñadores que se masturban dentro de heladeras, visiones apocalípticas (o ensoñadas) durante un huracán y hombres que mueren por haber comido demasiado. Ascenso y caída de la Ciudad de Mahagonny abre la temporada operística del Colón y el dato está lejos de carecer de importancia. En todo caso, son varios los detalles que hacen que este estreno amenace convertirse en uno de los acontecimientos del año. Por un lado, es obvio, las virtudes intrínsecas de la obra. Por el otro, una conjunción entre necesidad y decisión estética que llevó al actual director del teatro, el escenógrafo Emilio Basaldúa, a plantear una temporada con más mística que dinero. El propio Savary lo explica con claridad cuando dice que aceptó venir a trabajar casi gratis, entre otras cosas, para obligar a otros a decir también que sí.
Esta ópera, derivada del espectáculo Mahagonny Songspiel, que Weill y Brecht habían estrenado tres años antes en un Festival de Baden-Baden, abre la serie de grandes colaboraciones entre ambos autores que termina en 1933 con Los siete pecados capitales. Entre ambas se encuentran varias obras maestras, entre ellas el Réquiem de Berlín, escrito para una transmisión radial y la famosímima Opera de tres groschen, cuyo “Mack The Knife” transitaron desde Frank Sinatra a Robbie Williams, pasando por Ella Fitzgerald. El tránsito fluido hacia la música de tradición popular (en la cual abreva, por otra parte) es una característica de la música de Weill. Varias de sus canciones (“September Song”, “Speak Low”) aún forman parte del repertorio habitual del jazz. Y una de las más bellas de Mahagonny, “Alabama Song”, tuvo versiones notables de Jim Morrison (que la cantó junto a The Doors con el nombre de “Whiskey Bar”) y, más cerca, de Sting.

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Bertolt Brecht (izquierda) y Kurt Weill (derecha) estrenaron la ópera “Mahagonny” en Leipzig, en 1930.
 
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