ESPECTáCULOS › “ATANDO CABOS”, CON KEVIN SPACEY
Un realismo mágico estilo Hollywood
Por Luciano Monteagudo
Parece cada vez más terrorífica la idea que la productora norteamericana Miramax tiene de aquello que entiende por un film d’art. El año pasado, la prueba más contundente fue Chocolate, un costoso producto envuelto en papel de seda, pero más que empalagoso, decididamente indigesto. No deja de ser una pena que el realizador sueco Lasse Hallström –que con Las reglas de la vida, sobre una novela de John Irving, había hecho pensar en un módico repunte en su obra– se haya dejado tentar primero por un proyecto capaz de provocar un feroz ataque al hígado y ahora, con Atando cabos, por un producto tan híbrido que no tiene otra identidad que no sea esa subestimación del público que profesa su compañía productora.
Como corresponde, el material de base es una novela de lustre, en este caso la ganadora en 1994 del premio Pulitzer, The Shipping News, de E. Annie Proulx, que narra las vicisitudes del colorido grupo de habitantes de una isla perdida y azotada por los vientos en el Atlántico norte.
A la trabajosa cocción de ese texto se le agrega un elenco no necesariamente estelar, pero sí de reconocido prestigio, empezando por Kevin Spacey y siguiendo por un conjunto de actores y actrices prominentes, entre ellos algunos de reconocida pronunciación británica: Julianne Moore, Judi Dench, Pete Postlethwaite, Scott Glenn y la ascendente Cate Blanchett. La frutilla en la torta la pone, una vez más, Hallström, que parece dedicado por completo a una suerte de realismo mágico anglosajón, si esa categoría del horror es posible.
Ese rasgo de estilo, por llamarlo de alguna manera, le permite toda una serie de licencias dramáticas que hacen de la inverosimilitud y la impostación casi una declaración de principios.
Incesto, asesinato, supersticiones y secretos de familia se suceden en Atando cabos siempre con una suerte de mirada cándida y pueblerina, como si se tratara de morigerar semejantes temas con una fotografía apastelada hasta convertir a la película en un objeto equivalente a un libro de ilustraciones para la mesa ratona del living.