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La incógnita sobre la herencia de María Félix y la leyenda negra que rodeó su vida empiezan a abrirse paso entre el torrente de elogios que se han escuchado en los últimos días sobre la última diva del cine mexicano, fallecida el lunes pasado. Apagado el glamour y agotadas las expresiones de pésame, primero empezaron los conflictos por su herencia, que nadie ha cuantificado aún, y ya salen a la luz algunas de las páginas más oscuras de la leyenda Félix.
La actriz, según su representante legal, Javier Mondragón, amaba tanto a México que dejó su legado al pueblo, un gesto que para muchos ha constituido una gran sorpresa dado que María no se caracterizó en vida por una especial sensibilidad hacia los pobres, los indígenas o los necesitados. El abogado de la artista no ha concretado el significado de sus palabras, aunque uno de sus sobrinos lamentó, pocas horas después de su muerte, que parientes y amigos de la actriz la habían mantenido alejada de parte de la familia y prácticamente “prisionera”.
La “Doña”, afirman quienes la conocieron bien, siempre fue consciente de que la fortuna ayuda a hacer amigos y dado su temperamento parece poco probable que se dejara manejar sobre el destino de sus bienes. Muchos han exaltado en estos días la figura de María, empezando por el presidente de México, Vicente Fox, quien subrayó su importante papel en la democratización del país. Pero otros se preguntan a qué se refería exactamente el presidente, porque la actriz no participó en política más que para criticar a algunos mandatarios y regañar en público a Fox por “ponerse de rodillas” ante el “mugroso” Subcomandante “Marcos”, de la guerrilla zapatista.
En la leyenda negra de la Félix figuran capítulos poco conocidos como la afrenta que sufrió cuando Agustín Lara, “El Flaco de Oro”, la engañó con otra mujer durante su matrimonio, de apenas cuatro años, o la escabrosa muerte de su secretaria en un motel, en 1949. La escritora Guadalupe Loaeza se refiere también, en una columna publicada en el periódico Reforma, a la “huida” de la actriz a París “detrás del amor de una mujer” mientras su entonces marido, Jorge Negrete, agonizaba en México. En opinión de Loaeza, María Félix fue una de las mujeres más bellas del mundo, inteligente, valiente, “una leyenda, un mito y un orgullo”, pero “no fue buena mexicana, ni buena ciudadana, ni buena persona”. Del carácter de la artista puede dar fe el escritor Paco Ignacio Taibo, a quien María retiró la palabra cuando publicó un libro en el que divulgaba su edad.