ESPECTáCULOS › “PADRE E HIJOS”, CON PHILIPPE NOIRET
Las artimañas sentimentales
Por Martín Pérez
“¿Desde cuándo te interesan las ballenas?”, le pregunta extrañado el médico a su hermano Leo, que acaba de ingresar a su hospital por un percance menor. “Desde que mis hijos se interesan por mí”, le responde Leo, avejentado padre de una familia integrada por tres hijos varones que casi ni se hablan entre sí. Y que aprovechará su paso por el hospital para hacerles creer a sus bien creciditos hijos que está ante una difícil operación, razón por la cual no podrán negarse entonces a acompañarlo en un viaje a Quebec... a ver a las ballenas. Todo un show casi exclusivo de Philippe Noiret disfrazado de farsa familiar y masculina, Padre e hijos es de esas películas que ya casi no se hacen, de un humor remilgado antes que sutil, y que parece siempre inconcluso. Y que, cuando se intenta aggiornar al tiempo –al referirse al porno, la marihuana o la homosexualidad–, adolece de un candor que también puede ser calificado sencillamente como torpeza. Los tres hijos de Leo son un abanico de pesadillas de todo padre dedicado a criar vástagos que imagina a su imagen y semejanza: uno es adicto al trabajo pero infeliz en el amor, otro es un desempleado que sin embargo conserva mujer y pasión a base de cierto ingenio sexual, y el tercero es una especie de vago, condenado a ser empleado menor en la empresa de su padre. En su viaje por la campiña canadiense, padre e hijos perderán el celular, arruinarán un auto y encontrarán una curandera con cierto parecido a Roger Daltrey, el cantante de The Who. Pero lo que jamás encontrarán es algo que se parezca a cierta gracia, en una película que, como el Leo que encarna Noiret con mucha experiencia, sólo sabe pedir amor por medio de toda clase de torpes artimañas.