ESPECTáCULOS
“En Boedo salgo a la calle y voy adonde se me canta, sin apuro”
Después de vivir durante 30 años en París, el Tata Cedrón volvió a instalarse en Buenos Aires. Mañana empezará un ciclo en el Tuñón.
Por Karina Micheletto
Juan “Tata” Cedrón dice que, como Perón, cumple. En su caso la promesa de regresar a la Argentina, después de treinta años de exilio en París. Hace un mes y medio que está instalado en el barrio de Boedo, y toda su descripción, acompañada de sonrisa calma, corresponde a la de alguien que recupera con mirada algo extrañada personajes y costumbres: “Me encanta el barrio. Ya tengo tres o cuatro bares favoritos, una panadería en Independencia y Boedo adonde voy a la mañana a leer el diario y me conocen el cafecito en tacita. Después voy para el lado de San Juan y Boedo, a la Esquina Homero Manzi, que a la mañana está fenómeno porque no hay turistas. También está el Margot, donde nos juntamos con unos escritores que conocí ahora, y enfrente el Pan y Manteca, donde me invitaron a tocar los jueves”, enumera. “Y hay personajes como el vendedor de frutas o Marcial, el cafetero que es amigo de todo el mundo. O la linyera que anda con peluca y sombrero de compadrita, que cada tanto desaparece. Y a la noche hay una mujer policía en la esquina que siempre que pasamos nos pide fuego y un muchacho que charla con ella. Cuando era pibe estaba el dicho de que los policías no tenían que afilar con Josefina, ahora es al revés, es la policía que afila con un Josefino.”
–Ya tiene para escribir la novela...
–No sé si tanto, pero me siento muy a gusto. Con decirle que en un mes y medio vine dos o tres veces al centro, y siempre por trabajo.
El trabajo al que se refiere Cedrón es la presentación del espectáculo al que, dice, puso título rockero: La guillotina. Tangos entre Argentina y Francia. Un espectáculo cortante. Será mañana y pasado y los dos próximos viernes y sábados en el Tuñón (Maipú 849) y lo acompañarán los argentinos residentes en Francia Diego Trosman, Fernando Maguna y Facundo Torres, la francesa Fanny Rome y Felipe Traine.
Si durante años Cedrón hizo pie en Francia pero cruzando el océano por lo menos una vez al año, ahora hará al revés. Al frente de su cuarteto musicalizó a Gelman, Raúl González Tuñón, Cortázar, Arlt, Borges, Dylan Thomas. Metió al tango en un terreno poco frecuentado por el género, el del compromiso social.
–¿No encontró nada de la Argentina que le desagrade?
–No. Conozco las cosas que están mal y no me extrañan, a lo mejor por no haber vivido acá tengo una lectura un poco más madura. El problema de la inseguridad, por ejemplo, lo veo como una especie de psicosis, que también está en Francia, en Italia, en todo el mundo. No sé quién largó esa bola. Presten atención: la mayoría de las rejas que hay en las casas son viejas, tienen más de un año. Eso quiere decir que, sin negar que pasan cosas, hay algo de psicosis. La solución es muy sencilla: den de comer a la gente, den trabajo, eduquen, y no va a haber más secuestros. Los que tienen plata que repartan, que roben menos. Porque hay gente que gana mucho. ¿No les da vergüenza ganar tanto, sabiendo que hay gente que no gana nada? ¿Por qué no reparten un poco? Lo digo como un vecino de barrio, o mejor, como una conventillera de barrio. Es así.
–¿Empezó a extrañar algo de Francia, más allá de familiares y amigos?
–Tengo un buen recuerdo de lo vivido, de todos los lugares que conocí. Extraño algunas cosas de la vida cotidiana, el viajar con los compañeros, el llegar al teatro, la organización que hay. Pero no lo voy a sufrir porque cada dos meses pienso viajar. No se puede cortar el trabajo, y allá tengo un cuarteto y una orquesta (La Típica) que dependen de mí. Siento un gran reconocimiento a Francia, que me cobijó tantos años, permitió que yo realizara mi obra, me ganara la vida y educara a mis hijos.
–El nombre que eligió para su espectáculo suena bravo: La guillotina, espectáculo cortante...
–Es un título rockero. Como Los Redonditos de Ricota o Los Ratones no sé cuánto, ¿qué tiene que ver eso con la música? Nada. Como somos varios los que cruzamos el charco nos preguntamos qué les podemos traer a los argentinos de Francia, y uno dijo: la guillotina. Y ahí empezaron las bromas: debe ser un espectáculo cortante, afilado. Le podría poner Vuelve el Tata vuelve, Argentina te quiero, El día que me quieras, pero elegí ése. Estreno un tema de Luis Alposta, A la flauta, y un vals de Acho Manzi, Un cuento.
–Y por primera vez mostrará un tango con letra suya.
–Al bardo. Se lo dediqué a Troilo, que decía: “Yo voy al bardo”. Acá los chicos lo usan como sinónimo de lío, despelote. Para los de mi generación ir al bardo es ir al divino botón, silbando por ahí. Salir a la calle a descubrir el mundo, sin apuro. El bardo es un poeta, de ahí viene el término. Lo tomé como lema. En Boedo salgo a la calle y digo: ¿para la izquierda o para la derecha? Voy adonde se me canta. Así de bien me siento.
La letra de Al bardo está fechada en febrero de 2004 en París y suena anticipatoria: “En la neblina del alba / y de esto nadie se asombre / ando buscando las voces / las voces queridas / que ya no responden.
Y voy al tranco cansino / enancao a mis tamangos / en esta noche que aclara / sigo empardando mis penas / siento que el dolor se alarga.
Cadencioso voy andando / por las calles voy al bardo / cantando otras ilusiones / silbando mis propios tangos.
Y voy al bardo, cantando voy / voy bordeando la vereda / y voy al bardo cantando voy / bordeando mi corazón.
En la neblina / sigo buscando / esa quimera / que fue”.