ESPECTáCULOS › HOLLYWOOD VUELVE SOBRE SI MISMO, PERO CON AGUA BENDITA
Otro exorcista en apuros
Al final de la película, cuando exorcista y objeto de su exorcismo se ven las caras frente a frente y a patada limpia (y agua bendita), como si estuviesen en Titanes en el Ring, el espectador puede suspirar aliviado. Ahora sí tiene, finalmente, lo que vino a ver, la confirmación de que intentar hacer una secuela digna de aquel mítico El exorcista original de William Friedkin es algo imposible. Y la celebración que acompaña todo el bizarro show camp en acción, que durante más de una hora de metraje estuvo sepultado bajo una indulgente pátina de misticismo y petulancia esotérica, dándose importancia religiosa y blasfema entre golpes bajos de película de terror barata, permite sospechar que si una película impresentable como El exorcista: el comienzo hubiese abrazado su berretez desde el comienzo, tal vez incluso podría haber llegado a transmitir algo parecido al entretenimiento.
Desde que Friedkin sorprendió en los tempranos setenta con el éxito de una película que, en una época decididamente laica, se permitía preguntarse si efectivamente podría ser posible una posesión diabólica, su segunda y tercera parte apenas si le llegaron a los talones. No comprendieron nunca que lo importante de aquella película no era precisamente el exorcismo, sino el mundo extremadamente real que lo antecedía. Como un pariente lejano queriendo hacer rápidamente efectiva una herencia de un abuelo al que jamás ha visto, aquellas descaradas secuelas son el prólogo de esta precuela, la película que cuenta la historia del primer encuentro del padre Marrin con el demonio que supo exorcisar.
Nacido como proyecto luego de que la versión remasterizada y toqueteada digitalmente de El exorcista recaudó tan bien en los cines, este El comienzo –con guión inicial del alienista Caleb Carr– tuvo dos directores antes que Renny Harlin. El primero fue John Frankenheimer, que falleció antes de comenzar el rodaje. Y el segundo fue Paul Scharader, despedido cuando el productor consideró que su película no era lo suficientemente terrorífica, y contrató a Harlin para volver a filmar “algunas tomas”. Con un 90 por ciento de nuevo metraje, la película de Harlin se puede considerar terrorífica sólo si se tienen en cuenta los sobresaltos provocados por bruscos golpes musicales.
La historia a contar es la de una iglesia enterrada en medio del desierto, y un Merrin que ha perdido la fe –y ésa es otra historia para contar– yendo a buscar un extraño ídolo dentro de ella. Hasta su bizarro epílogo, El comienzo es una película pretenciosa hasta la exasperación y macabra de la manera más banal y asquerosa posible, con feroces hienas computadas y toda clase de crueldades infantiles. Después, sí, es posible la fiesta camp. Pero cuando ya es demasiado tarde.