ESPECTáCULOS › LA VENGANZA DE SWEETBACK
Ayer popular, hoy de culto
La película de Mario Van Peebles narra el rodaje de Sweet Sweetback’s Baadasssss Song, de su padre, Melvin Van Peebles, uno de los films fundacionales de lo que en los años 70 se conoció como blaxplotation movies: cine concebido por afroamericanos para afroamericanos.
Por Horacio Bernades
En el título está todo. Todo: la voluntad de confrontación con el establishment y la violenta reivindicación de la jerga propia, esa que genera identidades inmediatas entre quienes la utilizan. Impublicable en su momento y casi intraducible a otro idioma, Sweet Sweetback’s Baadasssss Song podría equivaler a algo así como La joodiiiiiida canción del lindo Lindoculito. No, no es el título de alguna novela lúdico-experimental que acaba de publicarse sino de una de las películas fundacionales de aquello que en los años 70 se conoció como blaxplotation movies: películas de afroamericanos para afroamericanos, que trataban temas propios en un formato de cine “barato”, rebosante de sexo y violencia.
Melvin Van Peebles fue quien concibió, dirigió y protagonizó Sweet Sweetback’s Baadasssss Song, realizándola fuera del sistema de estudios, con chauchas y a los tumbos. Treinta y pico de años más tarde, su hijo, Mario Van Peebles (que, con películas como New Jack City, ya había aggiornado la blaxplotation a los años 90) narra la historia de ese rodaje, en Baadasssss! Estrenada a mediados de este año en Estados Unidos, en Argentina Baadasssss! sale directo a video, editada por LK-Tel con el título La venganza de Sweetback. “Esta película está dedicada a todos aquellos que quieren liberarse de la opresión de The Man”, decía el cartel inicial de Sweet Sweetback’s ..., reiterando el orgulloso uso del slang afroamericano, para el que The Man era el modo de aludir al opresor blanco (para verificar la apropiación del término en ámbitos del rock de los 70, ver Escuela de rock).
Fusionando reivindicación racial con códigos de cine de género, Sweet Sweetback’s ... narraba la épica individual de Sweetback, taxi-boy de club nocturno que, tras ser apaleado por un par de policías racistas, terminaba enfrentando por sí solo a todo el sistema, para decirlo en términos setentistas. Típica historia “de toma de conciencia política”, expresada con máxima crudeza, la película de Melvin Van Peebles terminó convirtiéndose en hito político y cultural. Y en un exitazo tal, que resultó fundadora de un género sumamente lucrativo, la blaxplotation de marras. Narrada entre la admiración y el resentimiento filial, en La venganza de Sweetback Mario Van Peebles muestra a su padre como héroe de la raza y como un cruzado del independentismo cinematográfico, pero también con un padre bastante joodiiiiiido, para utilizar el término.
Individualista, arrogante, resuelto a pelear contra todo y contra todos, el protagonista de La venganza de Sweetback parece hecho en el mismo molde que los propios héroes y heroínas raciales de las blaxplotation movies. Como si hubiera recibido una iluminación, durante un viaje en moto al desierto (la película del menor de los Van Peebles no está del todo libre de grandilocuencias y altisonancias), Van Peebles padre decide liberarse del yugo cinematográfico al que The Man lo tenía sometido (había filmado anteriormente como empleado para la industria) para hacer finalmente una película de the black people para the black people. De allí en más no parará hasta lograrlo, casi como si se tratara de un acto de guerrilla cinematográfica.
Vista a través de los ojos del hijo, la historia del rodaje de Sweet Sweetback’s ... se convierte en una apoteosis del cineasta independiente, a medio camino entre el entusiasmo de Ed Wood y la convicción de John Cassavetes. Van Peebles (h) la cuenta con el nervio, el buen humor y la exuberancia que el asunto requería. La pandilla de voluntarios que Van Peebles Sr. convoca a su alrededor recuerda bastante, por su carácter de familia sustituta, al grupo protagónico de Boogie Nights, y de hecho algunos emigrados del porno van a parar allí. Simpáticos hippones fiesteros, empresarios de segunda, técnicos multifunción, amateurs voluntariosos y morochos pesados completan la corte de milagros que terminará consumando un hito.
Pero no todos son recuerdos dorados para el hijo del héroe, y Van Peebles (h) muestra a su padre no sólo como el que quemó a su familia en el altar de una idea sino como el tipo que lo obligó a filmar una escena de sexo a los ocho años. Narrada como un falso documental (Baadasssss! incluye testimonios a cámara de los actores, representando su papel), durante los créditos finales lo falso se vuelve verdadero, apareciendo allí los auténticos protagonistas. En la última imagen de la película puede verse a un anciano de gesto duro y soberbio, que mira al espectador casi como desafiándolo a pelear. Allí se despejan las últimas dudas: el Melvin Van Peebles de La venganza de Sweetback se parece muchísimo al Melvin Van Peebles que alguna vez rodó Sweet Sweetback’s Baadasssss Song.