ESPECTáCULOS › “EL GRAN FUNERAL”, POR EL GRUPO DE TEATRO CALLEJERO LA RUNFLA
Frente a las exequias de la igualdad
En su nueva obra, como siempre en el Parque Avellaneda, la agrupación dirigida por Héctor Alvarellos reflexiona con humor sobre las perversiones de los ideales humanos.
Por Cecilia Hopkins
Desde 1994, el director Héctor Alvarellos y su grupo de teatro callejero La Runfla han encontrado su lugar en el Parque Avellaneda. Ocupados en teatralizar distintos espacios del antiguo predio, La Runfla –que en lunfardo significa “gente de una misma especie unida por un objetivo común”– afirma con su trabajo un modo de pensar. “No es que hacemos teatro callejero porque no tenemos sala” –confirma el director en diálogo con Página/12– ni tampoco porque no contamos con otros medios de producción: se trata de una opción estética”, concluye. Lo de ellos tiene que ver con el placer de convertir al transeúnte desprevenido en espectador, contándole historias siempre relacionadas con temas de actualidad.
El grupo tiene en su haber, entre muchas otras obras, Formidables enemigos, una versión libre de El gigante Amapolas, pieza que Juan Bautista Alberdi escribió en contra del autoritarismo, y Fuenteovejúnica, sobre Fuenteovejuna, de Lope de Vega, trabajo que muestra a un pueblo unido en contra de los abusos del poder. Desde hace varios meses, La Runfla está presentando El Gran Funeral, un texto escrito por el mismo Alvarellos con aportes de Julio Diaco, en el que reflexiona con humor acerca de cómo fueron pervirtiéndose los ideales del cristianismo, el marxismo y el liberalismo a lo largo de la historia. El vestuario es de Stella Rocha, la iluminación de Diego Silvestro Crespillo y la realización de máscaras y muñecos, de Katy Raggi.
El espectáculo va viernes y sábados a las 21 en la esquina de las avenidas Lacarra y Directorio, cuando dos funebreros reparten entre los presentes las tarjetas que invitan a tomar parte de las exequias por la muerte de la Igualdad. “Llevamos en el féretro la idea de igualdad, que ha muerto” –se lee allí–. “Sólo nos queda ese resabio que viene detrás nuestro, sólo ese resabio utópico.” Seguidamente, la gente forma un cortejo que lleva el cajón hasta un antiguo edificio, en el interior del parque, el mismo donde funcionó en los años 20 la primera pileta pública que tuvo la ciudad. Los doce integrantes del grupo concretan los diferentes números que componen el espectáculo en las escalinatas y en la terraza con pérgola del elegante edificio de estilo art déco que los espectadores rodean, convenientemente iluminado para la ocasión. De acuerdo con el argumento previsto, y después de oír el discurso de Platón difundiendo las ideas de Sócrates, Cristo aparece multiplicando los panes y declamando su mensaje humanitario. Pero una vez establecida la alianza entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, el jefe de la naciente Inquisición, Torquemada, se encarga de dar por tierra los ideales primigenios de igualdad y amor al prójimo, quemando primero a los infieles confesos y después, a toda aquel que parezca sospechoso de herejía.
Con un simple cambio de frente y sobre un andamio, se instala un grupo de obreros que trabaja marcando el compás de La Internacional, mientras se oyen frases extraídas del Manifiesto Comunista. No obstante el clima de cooperación y solidaridad, muy pronto el comportamiento de los representantes de la burocracia partidaria dejan a la vista las contradicciones de la cúpula directiva respecto del ideario marxista. Por último, las democráticas consideraciones de Adam Smith (encarnado por un muñeco gigante que reclama iguales oportunidades para todos) encuentran su contracara rápidamente. A ritmo de película de cowboys y comedia musical (uno de los cuadros más logrados, con coreografía de Lucía Russo) se dejan ver los representantes de una clase adinerada que ríe y danza, haciendo mofa de los excluidos del sistema dominante.