ESPECTáCULOS › BUENOS AIRES 100 KM, DE PABLO JOSE MEZA

Un nuevo exponente del cine federalista de la Argentina

Con buen tempo, sin lugares comunes, el film hace foco en cinco pibes bonaerenses.

Desde aquellas Historias breves de mediados de los ’90, la renovación practicada por lo que dio en llamarse Nuevo Cine Argentino no se limitó a personajes, formas y enfoques sino, también, al descubrimiento de geografías poco transitadas por el cine anterior, que parecía no poder escapar del sofocante ámbito porteño. A partir de entonces, el público tuvo ocasión de asomarse a una Salta desconocida (en La ciénaga y La niña santa, pero también en la aún inédita Modelo 73), enfrentarse con una región tan impenetrable como la selva formoseña (La libertad y Los muertos), viajar de Haedo a Formosa (Familia rodante), internarse en el Delta del Paraná (Sudeste) o descubrir el litoral más próximo a la provincia de Buenos Aires (El cielito).
Nueva muestra de la persistente voluntad de apertura de los jóvenes cineastas locales, Buenos Aires 100 km se interna en una ciudad mediana de la provincia de Buenos Aires, que en la ficción no tiene nombre y en la realidad se trata de San Andrés de Giles. En la ópera prima del treintañero Pablo José Meza (ex alumno de la Universidad del Cine, como la gran mayoría de los nuevos realizadores), la patria chica de Héctor J. Cámpora es el territorio –manso y tranquilo sólo en apariencia– en el que un grupo de preadolescentes descubrirá el romance, el hastío, la crueldad, la hipocresía o incomprensión de los adultos. Y también, a la larga, la red de mentiras sobre la que convivencia diaria parece descansar. Tan poco amigo de grandes gestos como los propios protagonistas, Meza aborda estos tópicos (aparentemente demasiado típicos) creyendo más en la verdad inmanente de los personajes que en temas o motivos preestablecidos.
Finalizada con el aporte de capitales franceses y españoles, presentada en el último Festival de San Sebastián y premiada en Huelva y La Habana, en Buenos... parecería haber un ánimo truffautiano (el Tru- ffaut de Los 400 golpes, pero también el de La piel dura) en el modo en que Meza se acerca a estos chicos de 13 o 14 años, más como quien observa que imponiendo diálogos y conductas. Luminosamente fotografiada por la hasta aquí desconocida (y sin duda estupenda) Carla Stella, la película del porteño Meza respeta escrupulosamente el tempo, atenuado y cansino, de las ciudades de provincia.
Los protagonistas son cinco chicos de clase media, eventualmente media-baja. Está el que quisiera escribir, pero por imposición paterna tiene que luchar contra el tablero de dibujo técnico. El hijo desfavorecido, que se banca los gritos del padre. Aquél al que la mamá le miente que va a visitar a la tía cada vez que se sube al camión de “El Manco”. O el otro, que es hijo adoptivo y todavía no lo sabe. Y están los tiempos de ocio, que se van entre tirarles bombitas de agua a los pasajeros de un colectivo, fumarse un primer cigarrillito, jugar al fútbol en el campito cercano o hacer huevo en la plaza. A la larga, algunos reaccionarán contra el mandato paterno; otros descubrirán mentiras largamente ocultas. Finalmente cada uno rumbeará para su lado, como lo anuncian –muy bella y elípticamente– las miradas de despedida que se cruzan los cinco después de un picado crucial, o los espacios vacíos con que se cierra la película. Sin salirse del naturalismo, si Meza jamás recae en lo televisivo es por el modo en que apuesta a lo visual antes que a los diálogos, respetando la parquedad de la edad (y el lugar) y prefiriendo las elipsis a la sobreexplicación. Véase, por ejemplo, cómo le sube la espuma del deseo a uno de los chicos frente a la provocativa mamá de uno de sus amigos, o cómo se queda mirando otro a su hermano mayor, entreviendo tal vez su propio futuro. Con un elenco muy parejo de chicos debutantes y actores fogueados (Sandra Ballesteros, Roly Serrano, Daniel Valenzuela, Adriana Aizenberg, Atilio Pozzobón), diálogos y situaciones jamás forzadas y un montaje muy preciso (a cargo de Andrés Tambornino), Buenos Aires 100 km es la clase de película que, por la voluntaria ausencia de falsos relumbres, corre el riesgo de ser pasada por alto. Sería una lástima.

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Buenos Aires 100 km combina la labor de actores profesionales y jóvenes debutantes.
 
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