ESPECTáCULOS › LOS GANADORES DE LOS CICLOS DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Sabelotodo no ilustrados

Radiografía del nuevo concursante de TV, consagrado como un héroe de los saberes inútiles en esta nueva etapa televisiva.

 Por Julián Gorodischer

Se encuentran, a pedido, en una esquina del barrio de Almagro, y un vecino los reconoce: “¡Cuánta gente forrada!”, dice sobre este mitin de participantes de concursos de TV. Y ellos se separan al grito de: “Dispersen...”. Es que el mirón daba miedo; se le caía el hilo de baba por la comisura, imaginando –quién sabe– la pila de billetes detrás de los convocados: la suma da más de 250 mil pesos en premios, puro cash. Adolfo Madala (alias Benny Hill, que arrasó con 70 mil pesos en Tiempo límite de América), Waldo Isola (que deslumbró por su saber televisivo en Qué sabe usted de TV, en Canal 13), Guillermo Brown y Graciela Soto, del mismo programa, Silvia Forte, de Enfrentados (en América), Rubén Fernández y Alejandro Iglesias, también del ciclo de Sofovich, reúnen el nuevo perfil del participante: alejado del rol de especialista, teleadicto y no especializado pero informadísimo y veloz. Los nuevos sabelotodo de la tele son levemente nostálgicos cuando recuerdan el reinado anterior del especialista, época de acreditados en Culturas Precolombinas o Literatura Medieval. Ahora les exigen un paneo por los diarios y la condición inapelable de cholulos.
Adolfo Madala (apodado Benny Hill por Sofovich) opina que “la TV ha entrado en una etapa de mayor emergencia: las tramas largas no se bancan. ¿Quién soporta una historia de seis meses como las de Narciso Ibáñez Menta?”. Rubén Fernández, de Tiempo límite, resume la tendencia: él fue un conocedor profundo de Culturas Precolombinas en Tiempo de Siembra, en los ’90, felicitado por Pancho Ibáñez por su solvencia, y ahora necesita apenas algo de data de Deportes y otro poco de farándula para responder en el programa de Sofovich.
–¿Cambió el país?
–Todo conocimiento abre las puertas al disfrute –dice Adolfo Madala–, aunque no se trate de un saber profundo. Ningún saber es inútil: si sólo se hicieran preguntas de Física, muchos se quedarían afuera. El programa enciclopedista ya no tiene el mismo atractivo que tenía antes.
Silvia Forte (de Enfrentados) cree que “hoy rige la cultura del videoclip, que pone a la cultura general a tono con eso: se salta de un tema a otro. Un programa de especialistas no da rating”. Para Madala, en cambio, “en toda rama del conocimiento existe un mérito. Pero a quién le importa qué tiene Francella en la mano, como se suele preguntar en QSTV”.
–Es la consecuencia de un proyecto de país que ya no existe –se suma Rubén Fernández–, de la crisis de la educación.
–Se blanqueó que la TV no aspira a otra cosa que a entretener –sigue Alejandro Iglesias, de Tiempo límite– ¡y punto! Acá el nivel del participante es bajo: en los concursos del National Geographic no pasamos ni por la puerta. Cada vez hay menos gente educada, y se lee menos.
Esconden historias de revancha, como la de Waldo Isola, que sufría una fobia profunda que lo tuvo encerrado en su casa por tres años, mirando tele durante diez horas seguidas, solo en el living, memorizando el nombre de “cada muchacho, de cada chica, y sin saber cómo ni por qué”. Durante su fobia la tele fue un buen lugar donde ampararse; celebra haber podido salirse del rol de espectador. “Cuando me gané los 14 mil pesos en Qué sabe usted de TV le dije al productor: el premio fueron los dos días que estuve acá. Ahora en el Blockbuster me agarran y me dicen: ‘Qué hacé... Waldo...’ Antes no me daban bola o me miraban mal.” Ahora, es el momento de que fluya entre Waldo y Benny Hill una breve polémica:
Waldo: –Yo a Tiempo límite no voy ni loco porque lo conduce Gerardo Sofovich. Que antes demuestre dónde está lo que se robó de ATC.
Benny: –Yo no comparto... A la gente la juzga la Justicia, no nosotros.
En la mesa, conviven dos generaciones: los más jóvenes como Waldo o Graciela Soto, hipnotizados por la tele, con una memoria completa de elencos de tiras juveniles y telenovelas desde los ’80, o señores como Benny Hill y Rubén Fernández, lectores de enciclopedia, levemente despectivos sobre los aportes de la TV al mundo bienpensante. Los concursos entendieron el desfasaje y se inclinaron por los más chicos, exiliando a la enciclopedia, recibiendo gustosos la pregunta sobre escándalos o bloopers. Lo que domina es el ping-pong, el multiple choice o el juego de azar, en Enfrentados, Tiempo límite o QSTV, rapidito, como una definición por penales. Si Tiempo de Siembra y, más atrás, Odol pregunta o Cabalgata Gillette reproducían la escena de la defensa de una tesis de posgrado, los nuevos concursos eligen la lógica de “la prueba” en el colegio secundario o el crucigrama que se rellena en el colectivo. ¿Alguna relación con su propia historia como televidentes?
Graciela Soto (de QSTV): –Yo siempre llegaba del cole y le daba a la telenovela mexicana y venezolana. No había otra cosa. Ahí empecé a notar mi memoria, veía una sola escena y podía identificar una película.
–Yo no quise –se ataja Silvia Forte– herir a nadie cuando desprecié las telenovelas... Yo critico el enlatado.
–Si querés aprender –le tira Alejandro Iglesias– no mirás TV; la tele es para entretener.
–A mí me dan bronca los programas de desecho –contesta Forte–. De lo que salió mal hacen un programa. ¡Es la cultura del videoclip!
–¿Qué otras cosas les molestan?
–¡El mangueo! –se queja Guillermo Brown–. Cuando me gané un auto en Venite con Georgina me empezó a llamar gente que hace cinco años no aparecía. El mismo día me pidieron 500 pesos prestados.
Benny: –Me paran y me preguntan: ¿Ya cobraste? Es curiosidad malsana.
Waldo: –Pero es hermoso poner mil pesos cash y arreglarle la heladera a mi vieja. ¡Pude hacerlo yo!

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Caras conocidas para el público de esos programas. Dos generaciones, dos saberes.
 
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