ESPECTáCULOS › WHISKY HACE DEL LACONISMO SU SISTEMA NARRATIVO

La soberbia expresividad del silencio

 Por Luciano Monteagudo

La primera toma de Whisky, el segundo largometraje de los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, ya marca el carácter de Jacobo Köller, uno de los tres vértices a partir de los cuales se estructura el film. Y también el tempo y el tono de toda la película. Don Jacobo (Andrés Pazos) se sube a su auto –viejo, destartalado– y trata de hacerlo arrancar, pacientemente, sin alterarse, una y otra vez. Al tercer intento, el coche al fin arranca, pero ese pequeño triunfo no es visto por Jacobo como tal, sino como parte de un banal rito cotidiano, que consiste en haberse habituado a la decadencia, a la abulia, a la dejadez.
Ese nimio ceremonial con el que se inicia Whisky –un título que no alude a la bebida alcohólica sino a la onomatopeya con la que se fuerza la sonrisa para una foto– está seguido de muchos otros, tan menores y triviales como el primero, pero que van tejiendo metódica, parsimoniosamente la trama que contiene a los personajes. Todas las mañanas, Don Jacobo arranca con dificultad su auto, llega a la triste fábrica de medias que heredó de su padre, levanta la pesada cortina metálica, enciende las luces de neón... En esa rutina cotidiana lo acompaña Marta (Mirella Pascual), el segundo vértice sobre el que se apoya Whisky. Ella es la empleada de la fábrica, la que le sirve a Jacobo cada mañana su té caliente, supervisa a las dos o tres empleadas y sabe dónde están cada recibo y cada factura.
Marta tendrá un rol aún más preponderante cuando aparezca Herman, el hermano menor de Jacobo, que viene de Brasil para otro ritual: el matzeve (la colocación de la lápida) de la madre de ambos, muerta un año atrás. Por alguna razón que el film apenas insinúa, Marta, a pedido de Jacobo, se hará pasar por su esposa. “Por unos días, dos o tres...”, acepta sumisa, a partir de un acuerdo tácito previo. La estadía de Herman –el tercer vértice de Whisky, que funciona como una imagen especular de su hermano Jacobo– se prolongará algunos pocos días más, que dan lugar a un juego de tensiones asordinadas entre los tres personajes.
Es admirable cómo los directores Rebella y Stoll logran sostener ese permanente tono menor y ese laconismo esencial de la película hasta convertirlo en todo un sistema narrativo, muy expresivo por cierto. Se diría que esa suerte de deshidratación a la que los directores someten a sus personajes –particularmente Jacobo y Marta, que parecen haber perdido todos sus jugos vitales– habla por todo aquello que nunca dicen en voz alta, ni se atreven siquiera a pronunciar cuando están a solas consigo mismos.
A su vez, Whisky trabaja de manera notable una cierta mecánica de los objetos, un encadenamiento de planos en apariencia aislados o abstractos, que sin embargo van reflejando la personalidad y los modos de vida no sólo de ese triángulo improbable, sino también hasta de la madre muerta de los hermanos, aludida a partir de la silla de ruedas o el tubo de oxígeno que marcaron no sólo sus últimos días sino también el calvario de su hijo Jacobo.
En un film hecho a partir de miradas, de sobreentendidos, de lo no-dicho, los silencios pesan. Y mucho, por momentos de manera angustiante. A diferencia de la película anterior del dúo, 25 watts, hay aquí un manejo menos episódico de los materiales y una mirada más profunda sobre los personajes, que no implica nunca, sin embargo, una gravedad forzada. Whisky es un film sobre amores sordos, relaciones familiares sombrías, deseos incomprendidos, frustraciones mal disimuladas. Pero todo este bagaje, que en otras manos hubiera adquirido quizás un peso y una circunspección excesivos, aquí está tamizado por una mirada distante, un poco extrañada, que Rebella y Stoll –con la ayuda de un excelente trabajo de fotografía y de dirección artística– parecen haber tomado prestada del cine del finlandés Aki Kaurismäki, una influencia determinante en Whisky. Es por lo menos curioso este diálogo, esta operación estética entre Helsinki y Montevideo, pero debe reconocerse que da un resultado no por calculado menos sorprendente.

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
  • La soberbia expresividad del silencio
    Por Luciano Monteagudo
 
ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.