ESPECTáCULOS › LA OLA DE PRODUCCIONES EXTRANJERAS: MILES
DE JOVENES ASPIRAN A QUEDAR EN LOS CASTINGS
Una changa en neutro y bien remunerada
Crece la industria del bolo y la participación en producciones extranjeras, ahora que la Argentina es un paraíso de rodaje a bajo costo y con bellezas naturales. Nuevas estrategias de buscavidas y salvados.
Por Julián Gorodischer
La changa es una ciencia compleja: el que la pretenda deberá aprender a hablar en castellano neutro, posar como europeo para la foto, esperar muchas horas y vestirse como en la Quinta Avenida hasta lograr un bolo en una superproducción de afuera. Llegan cineastas y publicistas a hacerse la Argentina, filmando a bajísimo costo, atraídos por bellezas naturales y parecidos notorios de la Recoleta y Puerto Madero con París o Nueva York. Nace una industria de profesores que enseñan a borrarse la porteñidad, fotógrafos que te sacan igualito a un alemán o un italiano, asesores que le pelean hasta el último centavo al gringo. Estas son postales de la cola del casting, allí donde el veinteañero se siente como “vaca asándose al sol”, pero celebra que ahora se recluten de a cinco mil personas por cada aviso de gaseosa (como en el último de Coca-Cola filmado por Roman Coppola, hijo de Francis).
Parecer europeo
Las superproducciones europeas llegan atraídas por el cambio del euro: no buscan espíritu autóctono, sino la cualidad cosmopolita de Buenos Aires. ¿Quiénes vienen? Publicistas del perfume Kenzo que arrojan 250 mil amapolas sobre Caminito, o creativos de autos como BMW u Honda que camuflan al Casco Histórico como parte de una ciudad europea, o ideólogos de Coca-Cola (el caso más reciente) que publican avisos pidiendo “negros, chinos, rubios y pelirrojos, onda cool”. También llegan películas como Imagining Argentina (la de Emma Thompson y Antonio Banderas) o documentales de la TVE (como Esta es mi tierra), con la misma intención de camuflaje: que el extra parezca lo que no es. ¿Cómo lograrlo? Pablo Peano, fotógrafo especialista en retratarlos al modo europeo, tiene una técnica:
–El de afuera busca rasgos que tengan que ver con la mezcla étnica, europea y nativa: no hay que hacer mucho porque el rostro argentino tiene, de por sí, cruza racial; con mucha influencia mediterránea.
–¿Cómo vestirse para quedar?
–Con total naturalidad –aconseja Peano–, que no se vea un esfuerzo de producción extra porque el europeo prefiere poco maquillaje.
–¿Un secreto para gustar?
–El europeo, quizá por ser más inteligente, busca despojo, algo menos cargado, menos barroquismo.
Para Pablo Pérez Giménez, organizador de castings masivos (condujo el de Roman Coppola), el secreto es la diversidad. “Sirven orientales, rubios, latinos, variedad de razas y escenarios, que permitan a directores de cualquier nacionalidad filmar acá.” ¿Locaciones ideales? “Diagonal Norte, avenida Alvear, San Telmo. Una Europa en Buenos Aires.”
Dormir al sol
Si la transformación de look y dicción ayuda, la resistencia es el punto de partida. Cuentan los extras, en los castings masivos, que los rodajes extranjeros suelen ser proclives a representar fiestas playeras (cervezas, energizantes), partidos de fútbol con hinchada (ropa deportiva, gaseosas) o escenas de calles transitadas (autos importados). ¿Qué cambia? “El trato es peor –dice Federico Arancibia, en el casting de Roman Coppola–. Pero no está mal: no hay otro modo de manejar a cuatro mil personas. Eso sí, la traducción es pésima: Roman nos pedía que aplaudiéramos, y la mina decía que saltáramos. Nos trajo un problema...”
Ahora que pasan caminando como europeos por avenida de Mayo (en el aviso de una cerveza italiana), manejan por avenida Alvear como en París (en la publicidad del Peugeot 206) y bailan como en una rave de Berlín en plena Costanera (para el energizante), Lidia Lagolniker, a los 69, pide que no la dejen afuera. “Me molesta que se excluya a las mayores de 65. Ahora parece que los chicos vienen solos, por generación espontánea, sin tías, ni abuelas.” La espera, a veces, da resultado: el actor Esteban Meloni fue elegido para manejar el Peugeot en Catalinas como si fuera Londres. “Se grabó en los edificios de Retiro: como una ciudad europea moderna. Y el comité de ingleses que asesoraba a la producción no podía creer que la Argentina no fuera la pampa con indios y caballos.”
Dream team
Es conveniente aprender a hablar sin tonadita para recitarle al selector en castellano neutro. El aviso de Coca-Cola (que convocó el miércoles 16 a un casting masivo) los pidió con rastas, negros, achinados y con pecas, a tono con la teoría Benetton de marketing multirracial, ahora que el mundo es una aldea –dicen– y a todo morochito deberá compensarlo un paliducho justo al lado. Amarilis Carrié, profesora de neutro, les enseña a ser exportables. “Lo imprescindible –explica– es tratar las eses, adaptar el vos al tú, ajustar el movimiento de los labios. De la torta al pastel, del auto al automóvil, de estacionar a aparcar, de la ye a la elle. Hay que crear un territorio virtual para que no se pueda identificar ningún país.”
–La identidad local tirada por la borda...
–Ahora están llegando muchas demandas de coproducciones de telenovelas, y se exige hablar en neutro para que pueda venderse de una ciudad a otra. El problema es mantener la identidad de nuestra lengua: algunas cosas no se cuidan, quedan términos mal conjugados, se pone mal los verbos. Pero no queda otra, si un actor va a una producción mexicana y habla en porteño no lo toman.
El dream team que asesora para castings extranjeros también abarca a Alfred Hopkins, profesor de canciones en inglés, que asiste a candidatos a musicales. “¿Cómo suprimir la tonada local? –se pregunta–. Es una cuestión de tiempo, pero hay que trabajar sobre la respiración y la colocación de la voz, con ejercicios de consonantes y vocales en inglés. Mi logro es haber ubicado a gente en publicidades, hacerlos trabajar fluidamente en dos idiomas distintos.”
Menos integrado que el resto, el vocal de Gremiales de la Asociación Argentina de Actores, Jorge Varas, enseña a los extras a defenderse de abusos de los directores visitantes. Dice que para abaratar, muchas veces se evaden los aportes de actores, que se los hace trabajar en negro y no se pagan las pruebas finales. Acredita, sin embargo, un logro reciente: diferenciar, como en Europa, el pago de horas de trabajo y el de imagen. “Se empezó a aplicar –dice– porque afuera sí se distingue, y acá se ahorraban dinero pagando horas extra más baratas. El próximo paso es categorizar distintos cachets según el porcentaje de público al que llega la publicidad: no será lo mismo Guatemala que Japón.”