ESPECTáCULOS › “CAMINO A LA GLORIA”, CRONICA DE LA CRISIS EN FORMATO REALITY SHOW
“El que no salta es un popstar”
En su primer capítulo, el programa de Canal 13 que consagrará a un futbolista entre 12 mil aspirantes se encargó de retratar a sus personajes: chicos, en su mayoría de origen humilde, que sueñan con “salvarse” gracias al fútbol y la televisión.
Por Julián Gorodischer
En esta espera, los muchachos se conocen, combaten el frío con mate, duermen en el rinconcito y cantan fuerte: “El que no salta es un popstar”. Los aspirantes a “Camino a la gloria” (sábados a las 21, por Canal 13) son la contracara de una estrella pop: la muletilla “cumplir un sueño”, que fija la meta de los cantantes, aquí sería un signo de debilidad. El ideal romántico se reemplaza por otros nuevos: “Todo lo que tengo es fútbol”, dicen los pibes, de short y manga corta en la madrugada de invierno, fieles a la premisa “salida laboral como sea”. Los doce mil en la cola abonan a la tendencia 2002: el reality como crónica de la miseria. Unos vienen de las provincias a dedo o con vaquita para el pasaje. La televisión propone el éxodo (irse a probar suerte al Real Madrid) y edita todo como si fuera “El Rayo”. En la pantalla se ve y se escucha el relato de Rodolfo, de Salta, hijo de mineros, con hambre, con auspicio de Nike antes de ir al corte.
Novedades de la Argentina en bancarrota: la miseria es un espectáculo, y en la cola hay para todos los gustos. Está el que llega del Norte, con el último aliento, la escuelita de Baradero que suplicó por pasajes y consiguió el favor de la producción, el marplatense que se queja de la ciudad con mayor índice de desempleo. El reality 2002, a tono con la crisis, cuenta historias de desesperados: ya no basta con encerrarlos en una casa o en un bar para filmarles el ocio. Lo que importa, ahora, es retratarles la desgracia. La madre y la hermana de Emanuel, en la cola, cuidan el lugar del “salvador” para que él reponga fuerzas. La cámara las sigue y encuentra al pibe durmiendo en una estación de servicio. Para él, como para tantos, todo vale la pena, si sirve para tener un lugar en el casting, un numerito que diga 12 mil y pico, un veredicto del jurado.
Demagogias de la Argentina en bancarrota: el reality recorre el país para “dar una oportunidad”. La nueva tele justiciera desconoce la diferencia entre clases sociales y equipara el country, el barrio privado y el potrero, “porque en todos hay idéntica pasión”, según dice el relator, y entonces la cola se convierte en la utopía comunitaria: el mate pasa del villero al niño rico, y todo gracias al fútbol y a la tele, últimas fantasías de prosperidad posibles, último bastión de progreso ilimitado. Por eso, cuando los recibe, después de decirle a la masa de aspirantes que “muchos no pasarán a la siguiente etapa”, Mario Pergolini les propone el verdadero motor de la aventura: “Que levante la mano quién quiere ir al Real Madrid...”, pregunta, entusiasmando a los pibes con el exilio, con la llegada a un club top y al Primer Mundo para hacerse la Europa de una vez y para siempre, para escapar de la miseria que tanto gusta al reality 2002, la que llena horas de programa y emociona, y hasta convoca anunciantes como Nike, llamados para acompañar el ascenso del ídolo. Del tren baja el aluvión, con sus mamás del brazo, y Pergolini les informa que lo que viene es duro. Les pregunta con qué sueñan, y alguno responde que quiere probarse en River. “No pierdas tiempo”, dice el conductor, sin eufemismos. El país quebrado no merece tanta expectativa: “Pensá en grande, pensá en Europa”. “Directo al Real Madrid”, se corrige el aprendiz, y todos contentos.
Paradojas de la Argentina en bancarrota: no es el noticiero ni el programa periodístico el retrato fiel de la decadencia. Ahora, en esta Argentina de la exclusión, el reality tiene la capacidad de mutar: logra escapar de los cánones del origen, y sale a registrar la biografía de los marginados. “Camino a la gloria”, entonces, no se conforma con el relato in situ, y sigue a sus personajes a las provincias: Matías, en Rosario, “está decidido a seguir el camino a la gloria”, dice el relator, y se lo ve entrenando, volviendo a la casa, asumiendo que “el fútbol es todo y no queda otra que presentarse a la tele”. Que la tele provea, que lo vuelva famoso y televisivo, que le asigne el destino que ya vivieron otros como Grisel Pérez Ponce de “Súper M 2002”. Ni “Popstars” ni “Súper M...” ni “Camino...” querrían quedarse al margen de esa gran pegada narrativa: de la villa al hotel de lujo, del barrio a la fama, como ya le ocurrió a Lissa de Bandana, o a la modelo Grisel, como seguramente pasará con alguno de los futbolistas que, por el momento, esperan ansiosos. El reality, queda claro, necesita palabras que suenen ampulosas, grandes, esperanzadoras, y entonces Pergolini propicia la largada con una frase para emocionar: “Todo un país vive como propio el comienzo de este sueño”, dice allí mismo, en la escena del casting y a las cuatro de la mañana. El reality te sigue a todas partes, como el cantito de la hinchada. El reality va con vos a donde sea.