EL PAíS › CARLOS LEONE, SECRETARIO DE INDUSTRIA

“Si las tarifas no suben, volvemos a los apagones”

El secretario de Industria revela que el dinero atrapado en el corralito se podrá usar no sólo para comprar autos sino también maquinaria agrícola y bienes de capital.
Defiende el aumento de tarifas de los servicios públicos.

 Por Cledis Candelaresi

De a ratos, el secretario de Industria parece despojarse de su investidura de funcionario y recuperar la de directivo empresario, rol que ocupó hasta hace un tiempo en Acindar. Entonces, Carlos Leone objeta la ruptura de contratos y la incertidumbre generada por la devaluación como si fuesen desgracias sobrevenidas, ajenas a la voluntad de este gobierno. A juicio del colaborador de Roberto Lavagna, sólo después de un acuerdo con el FMI, la Argentina podría resucitar el crédito y avanzar en un nuevo Plan Canje para la industria automotriz. Según reveló en diálogo con Página/12, el Gobierno estudia habilitar la compra de bienes de capital y otros registrables, además de los autos, con dinero acorralado.
–¿Por qué el 9 de julio no fue el “Día de la Reactivación”? ¿El Presidente tuvo expectativas desmedidas o en el medio pasó algo?
–Debería preguntárselo al Presidente. No sé por qué tuvo esas expectativas o quién le hizo el diagnóstico. Cuando uno analiza otros países que hicieron fuertes cambios en su paridad cambiaria, nunca se ve en los primeros seis meses un crecimiento muy fuerte. Por el contrario, a Brasil le llevó un año recuperar el nivel de exportaciones que tenía previo a la devaluación del real. En ese aspecto, a nosotros nos ha ido mejor; pero depende de las expectativas de cada uno.
–¿Realmente cree que hay un repunte, como declaró hace días?
–Lo que comenzamos a ver es una mejora lenta en las exportaciones: al no tener resuelto el problema financiero, al no haber crédito, lo único que pueden hacer las empresas es trabajar con su propia caja y eso hace más lenta la recuperación. Las exportaciones crecieron un 4 por ciento en volumen, básicamente las manufacturas de origen agropecuario. Y esto significa más trabajo. Porque no es que aumentaron las ventas de granos. Al contrario, éstas decrecieron, porque seguramente hay productores reteniendo. También crecieron más de un 20 por ciento las exportaciones de petróleo y petroquímicos. Claro que la suba en volumen de las ventas al exterior no alcanza a compensar la caída de los precios de las exportaciones, que cayeron un 9 por ciento.
–Pero se está bien lejos el boom exportador que se esperaba.
–Lo primero que produce una devaluación de esta magnitud es la destrucción del crédito. Una ruptura de contratos también genera incertidumbre, lo que desalienta las inversiones. Todo va en detrimento de las exportaciones.
–¿Cómo se revierte esta situación?
–Con certidumbre de largo plazo: con respeto de los contratos y superávit fiscal sostenido.
–¿Y cómo se resuelve la coyuntura?
–Bruscamente se cambió de una situación a otra. Lo que hay que ver es cómo se resuelven los problemas que se generaron. Una urgencia es la restitución del crédito. Por eso, uno de los deberes inmediatos es tratar de cerrar un acuerdo con los organismos multilaterales. De lo contrario, a las empresas sólo les queda manejarse con los excedentes de caja, como único capital de trabajo.
–Pero sólo un sector minoritario de empresas está en condiciones de financiarse con su caja...
–Eso va permeando. Hoy las exportaciones representan el 25 por ciento del PBI. Un 5 por ciento más corresponde a firmas ligadas a la sustitución de importaciones. Esta franja del 30 por ciento crece y ese beneficio va permeando hacia otros sectores.
–¿La sustitución de importaciones no es demasiado lenta y por lo tanto insuficiente para resucitar la economía?
–La inversión retornará cuando se recupere la confianza. Y algunas cosas podrán producirse localmente, vía sustitución. Pero otras tendrán que seguir importándose.
–Al ser tan caro importar, ¿no existe el riesgo de que la Argentina quede rezagada tecnológicamente?
–Con las inversiones que se hicieron en la década del ‘90, la Argentina está tecnológicamente equipada como para competir con el resto del mundo. Con lo cual, uno o dos años de desinversión no afectan demasiado. Más allá de eso, será inevitable tener problemas de competitividad.
–¿El actual bloqueo de la competencia externa no entraña el riesgo de que volvamos a tener, como hace no muchos años, autos carísimos y de tecnología obsoleta?
–Creo que ahora no. Cuando ocurrió eso, la Argentina era un país cerrado y, al menos al Mercosur, estamos abiertos. Esto hace que puedan venir cómodamente autos desde Brasil. Si se volviera al Falcon, la industria automotriz argentina iría desapareciendo y eso no lo quiere nadie.
–¿Existe la posibilidad de reeditar ahora una versión del Plan Canje, tal como están pidiendo automotrices y concesionarias?
–Sólo si está enmarcado en un plan global. Y éste está ligado al intento de cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario. De lo contrario, puedo resolver un tema para un sector de la economía, pero no para el resto.
–¿Es decir que la posibilidad de un Plan Canje depende del FMI?
–Si se arregla con los organismos multilaterales, es más fácil y seguro y lo puedo lanzar hoy. Si no hay acuerdo, debo tener más cuidado en qué momento lanzarlo.
–Si se favorece a las automotrices con un plan, ¿no habría presiones en cadena de otros sectores para conseguir auxilio fiscal?
–El tema del Plan Canje es sólo uno. Lo que se está estudiando es cómo usar el dinero del corralito para invertirlo en bienes registrables. No sólo autos sino maquinaria agrícola y bienes de capital en general. Esto es posible, sólo hay que elegir el momento más oportuno.
–¿El aumento de las tarifas no puede complicar la situación de muchos sectores de la industria?
–También aquí hay que separar corto de largo plazo. Las tarifas tienen que sufrir un aumento, porque de lo contrario en el largo plazo no habrá fondos para las inversiones que permiten atender el aumento natural del consumo. Así se volverá a los apagones o a los problemas del gas.
–¿Y los 100 pesos de ajuste salarial...? Hay empresas que se niegan a pagarlo...
–Esa es una disposición del Ministerio de Trabajo y no me compete opinar. Ya hay muchas empresas que, independientemente de esa suba, otorgaron aumentos salariales. Por lo tanto, es algo que resuelve cada uno.
–Al Gobierno se le critica no tener un plan industrial específico y, en todo caso, que tomó un puñado de medidas por presión de empresas fuertes, beneficiadas con la devaluación y la pesificación de las deudas internas.
–Cuando yo me hice cargo de la secretaría, todo esto ya había ocurrido. No analizo por qué sí o por qué no. Dentro de la Secretaría de Industria, Comercio y Minería tenemos un plan incipiente, basado en cuatro ejes. Primero: trabajamos con Cancillería para promover las exportaciones y en el eventual armado de una marca argentina. Segundo: definir pautas para acuerdos bilaterales o multilaterales, donde bosquejamos estrategias de largo plazo. Tercero: articular en un plan todas las medidas que la Argentina tomó para estimular a la industria, como la promoción industrial o los planes de competitividad. Es bueno tener una política. Estados Unidos la tiene: cuando investiga si se importa acero a precio subsidiado para proteger a su industria, prueba tener una política.
–¿Política industrial quiere decir subsidio a la industria?
–No necesariamente. Política industrial significa, de una manera u otra, tomar medidas que permitan promover el trabajo argentino. El cuarto eje es tratar de favorecer el trabajo interno en lugar del externo. Esto puede hacerse, por ejemplo, con cambios tributarios. Lo he dicho antes de entrar al Gobierno: el impuesto a los Ingresos Brutos, que se cobra encascada, no ayuda a las pequeñas y medianas empresas y hace más caro producir localmente. Así es más fácil fabricar en Brasil e importar desde acá.
–Desde la Secretaría de Industria, ¿cuál es la fórmula para solucionar el problema financiero del corralito?
–La solución es competencia de Economía. Yo sólo puedo sugerir.
–¿Y por qué fórmula se inclina en la pública diferencia que existe entre el Banco Central y el Ministerio de Economía? ¿Cree, por ejemplo, que sería conveniente liberar las cuentas a la vista...?
–La opinión se la doy al ministro, y es él quien decide.
–¿Usted es el secretario de un ministro saliente?
–Yo no trabajo como si lo fuera. Por el contrario, hago lo mío como si me fuese a quedar en la función pública por un largo plazo.

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