ESPECTáCULOS › UN DOCUMENTAL ISRAELI SOBRE LA DICTADURA 1976-1983

La conexión Israel-Argentina

El Festival de Cine de Jerusalén presentó ayer un film que cuestiona severamente a las autoridades israelíes de entonces, que se abstuvieron de interceder ante las juntas militares –a las que vendían armas– por los desaparecidos de familias judías.

Un vívido documental israelí de 56 minutos sobre la “guerra sucia” y los “desaparecidos” durante los años de la dictadura militar 1976-1983 en la Argentina se presentó ayer en el Festival Internacional de Cine de Jerusalén. Una sala repleta aclamó a los cineastas, Nurit Kedar y Danny Setton, quienes emplearon un año en la realización, que recoge escalofriantes testimonios de parientes de las víctimas. Según la investigación llevada a cabo por el periodista Shlomo Slutzky, de la cifra oficial de desaparecidos durante la dictadura, treinta mil, el diez por ciento, es decir, tres mil, pertenecían a familias de la comunidad judía. Valiéndose del testimonio de familiares de víctimas judías de la represión, los realizadores critican el comportamiento de las autoridades israelíes de entonces, que se abstuvieron de interceder ante las juntas militares argentinas, a las que les vendían armas en aquellos años.
En los campos de concentración de la dictadura militar, los torturadores, según testimonios unánimes, se ensañaban más con los judíos. Una de esas víctimas preferenciales fue el famoso periodista Jacobo Timerman, que era el director y propietario del diario La Opinión, que fue intervenido por los militares. Timerman fue liberado en medio de una fuerte presión internacional, después de muchos meses de cautiverio; se radicó luego en Israel y fue uno de los grandes activistas contra el régimen militar.
“Un día le dije al ex embajador Dov Shmorak que quizá desde los aviones Aravá que ofrecía entonces Israel a la Fuerza Aérea argentina arrojaron a desaparecidos al Río de la Plata, o tal vez mataron con las Uzi (metralletas israelíes) a nuestros hijos”, declara en el film Marcos Vainstein, cuyo hijo desapareció a los 18 años. Fuentes diplomáticas que desean el anonimato puntualizan en el film que embargar las ventas de armas no habría influido en la salvación de las víctimas. Algunos testimonios afirman que el actual primer ministro, Ariel Sharon, y el ex primer ministro Isaac Shamir, que por entonces visitaron Buenos Aires, se abstuvieron de interceder. “Yo estuve con mi madre en Auschwitz, donde sobrevivimos, y usted va a escucharme ahora que han secuestrado a mi hijo”, le dijo Sara Ross al relatar su drama a Shamir, quien le contestó que no tenía tiempo para atenderla, según su relato. El Parlamento (Kneset) israelí esperó hasta 1983 para celebrar un debate especial sobre la desaparición de judíos en la Argentina.
Los realizadores no mencionan el hecho de que la embajada israelí en Buenos Aires –según datos de funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores– participó en la salvación de unos quinientos jóvenes de la colectividad judía. La productora y directora del documental –que se vale en la mayor parte de fragmentos cinematográficos y de noticieros de televisión de archivo para ilustrarlo, y con una banda sonora que otorga gran ritmo y dramatismo al film– expresó un único deseo al ministro de Cultura, Matán Vilnaí, presente en la sala: “Procure que pueda volver a Buenos Aires para presentar la película allí”. Algunos activistas del movimiento pacifista comentaban “lo bueno que sería que muchos israelíes vean este documental para entender lo que les hacen a los palestinos, aunque aquí no haya desaparecidos”.
Entre otros testimonios se destaca el de un mujer que fue torturada brutalmente en uno de los campos de concentración subterráneos de Buenos Aires mientras estaba embarazada, y a la que se muestra ahora, junto con su hija adolescente. “Yo tenía la fantasía de entrar a la casa de gobierno (la Casa Rosada) con un cinturón de explosivos y hacerlos volar a todos... e iba contando, matar a este, matar al otro, matar a todos los militares”, declara la madre de otra víctima “que sería hoy una profesora de matemáticas de 48 años”.
“¡Tengo el derecho a tener hijos vivos!”, exclama esa madre, en uno de los instantes de mayor y auténtico dramatismo del film, patrocinado por elServicio Cinematográfico de Israel, la Cinemateca de Jerusalén y la empresa Noga Communications.

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Jacobo Timerman fue uno los tres mil judíos argentinos que resultaron víctimas de la dictadura militar.
 
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