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Con su protagonista al costado de la ruta, contando la historia del robo al camión blindado. Así comienza Bonanza, con una escena que Ulises confiesa que es un homenaje a los films que más le gustan. “Me gusta la idea de que una película empiece así, con un tipo contando una historia, la forma narrativa más básica.” Pero esa narración es casi una excepción dentro de un trabajo que es pura imagen, donde la cámara acompaña las pequeñas aventuras de sus protagonistas casi sin explicaciones. Una entrega de chatarra, el armado de un auto para ir a cazar loros, la construcción de un puesto de venta al costado de la ruta, una jornada nocturna a la caza de liebres, una tarde de diversión lanzándose al barro después de la lluvia. Esas son las escenas con las que se construye una película hipnótica e inclasificable, habitada por la humanidad de sus tres protagonistas, interpretando su vida cotidiana ante la cámara. “Cuando vi en la tele ‘Los Osbournes’, pensé que habían hecho lo mismo que yo, sólo que con una familia de famosos”, calcula Rosell, que confiesa que en un principio no les dijo que su proyecto era filmar su vida. “Lo que les dije fue que estaba interesado en su relación con los animales, cómo convivían con ellos, cómo los cazaban para venderlos. Cada día les traía un video con lo que habíamos filmado en la jornada anterior, y así fueron enterándose de qué trataba la película, sin necesidad de hablar.”