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LA SEGURIDAD EN BUENOS AIRES Y EL TRIANGUL0 KIRCHNER-SOLA-DUHALDE
Los amigos de los aliados
Las razones y la información que mueven a Kirchner a poner presión sobre Solá. Lo que espera el Presidente del gobernador. La relación de éste con Duhalde. Juanjo Alvarez, un cuarto en discordia. La economía y las corporaciones, vistas desde la Rosada. La revalidación continua. Y un par de avatares de un politólogo y su amigo.
Por Mario Wainfeld
“Felipe, en esto no te podés quedar en el medio”. El destinatario de la exhortación fue el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Quien la pronunció fue el Presidente de los argentinos, un hombre proclive a creer que en política hay alineamientos claros, trincheras que no dejan lugar para neutralidades. El tema en cuestión era la seguridad, que dominó la agenda pública en estos días. Néstor Kirchner está convencido de que se trata de una cuestión de Estado, uno de los tantos ítem que puede llevárselo puesto si no toma el toro por las astas.
Kirchner es confrontativo, pero no embiste porque sí. Como peronista que es, cree que buenas batallas son las que pueden ganarse. Cuando arremete contra un adversario es porque ha estudiado el terreno y calcula que puede ganar. Nadie es infalible y su estimación puede ser errada, pero el hombre no propone batalla si no cuenta con pertrechos suficientes. Su ofensiva contra la Policía Bonaerense y sus cómplices políticos no es una excepción. Nutridas carpetas, munidas por la SIDE, están sobre el escritorio presidencial. Las hay que reseñan los fastuosos patrimonios de comisarios devenidos maharajás. Otras detallan inconcebibles agachadas de la Justicia provincial. “Hay un juez de Lomas de Zamora que tiene demorados 800 allanamientos” susurró Kirchner a un allegado íntimo. El Presidente, obsesivo, detallista, conoce su nombre y su apellido. Y se embronca con la filiación política de otros magistrados que hacen la vista gorda ante el delito: una fiscal menemista encargada de una sonada causa arranca bufidos en el primer piso de la Rosada.
Otras carpetas, que seguramente verán la luz pública en cuestión de días, se internan concretamente en el funcionamiento policial y delictual en algunos municipios del conurbano. Lo que relatan, en medido lenguaje técnico, pone los pelos de punta. Según cuentan fieles allegados a Kirchner hablan de zonas liberadas, de pasividad policial ante el delito y aun ante sus denuncias ulteriores. Relatan cómo se pasa merca a metros de comisarías e intendencias. Y cómo se apela a pibes muy pibes para que, con el camuflaje de su edad, sirvan de tropa de choque para ciertos ilícitos.
Kirchner está convencido de que existe complicidad entre muchos intendentes y la decadente policía de la provincia. La información, allende la precisión de un par de carpetas, no es novedad. Viene siendo denunciada por víctimas, organismos de derechos humanos, periodistas. Hasta algunos políticos y funcionarios. El más consistente, Marcelo Saín, fue eyectado de la provincia tras puntualizar el problema. La novedad es que un Presidente se haga cargo de esa información.
El perverso maridaje no es, piensa Kirchner, monopolio de los peronistas. Los radicales también están bajo sospecha. Cabe darle la derecha a su suspicacia: el radicalismo bonaerense ha sido, por decirlo con piedad, funcional al duhaldismo. Su relación ha sido mucho menos conflictiva que lo que sugiere la retórica. Baste un dato: desde hace añares los organismos de control de la provincia están en manos del partido de los boinas blancas. Pero no ha habido muchas, ni sólidas, ni perdurables denuncias contra un aparato político que no derrocha transparencia.
Pero ése será, como mucho, un cómplice de poca monta. El núcleo del problema son la Bonaerense y su relación con el poder político peronista.
Beliz, un imprudente
“Gustavo (Beliz) fue imprudente cuando habló de la relación entre los intendentes y la corrupción policial. Lo que dijo es verdad, pero el Presidente debe decidir cuándo y cómo se la enuncia”. Quien critica al ministro de Justicia, sin mayor severidad, es un hombre que siempre expresa el sentir presidencial. Kirchner cree que Beliz se apresuró, pero no se siente especialmente fastidiado, cabe traducirlo. En la Rosada la decisión es avanzar y el ministro avanzó en el rumbo correcto. ¿Cómo se va a avanzar? “Desentrañando” gusta decir Kirchner, sacando a la luz pública la corrupción y los desaguisados. No se trata de arengas políticas ni de medidas que invadan el poder provincial sino de ir descubriendo tramas delictuales que vayan eyectando a poderosos. “Mire lo que logramos en Santiago del Estero. El Congreso no le concedió a Néstor la intervención, pero nosotros metimos presiones y ya está preso Musa Azar”, dice un hombre del Presidente. En verdad Kirchner deseaba la intervención, pero nunca la pidió pues no quiso correr el albur de que sus compañeros legisladores se la retacearan. Ya se dijo, el hombre quiere ahorrarse batallas perdidas. En Buenos Aires, aventuran en Balcarce 50, sucederá lo que en Santiago, la verdad defenestrará a los políticos implicados con el delito.
El equilibrio entre los objetivos reparadores del Presidente (uno de los pilares de su todavía abrumadora aceptación pública) y la gobernabilidad es bien complejo. El duhaldismo fue su esencial apoyo electoral y el sustento básico de la gobernabilidad. A la vez, está implicado (por decir poco) con lacras que Kirchner combate, para solaz de la tribuna adicta.
Kirchner sabe cuánto le debe a (y cuánto necesita de) Duhalde. “Yo podía haber hecho una alianza con Elisa Carrió. Hubiésemos ganado la presidencia, tal vez en una elección más ideológica... pero eso no pasó. Y llegué en coalición con Duhalde”. En verdad –discurrió el Presidente semanas ha con Lula y en estos días con el socialista español Zapatero–, las fuerzas progresistas o nacionales llegan al Gobierno coaligadas con otras más conservadoras. Así son las cosas, y más vale tomar el rábano por las hojas.
Kirchner reconoce a Duhalde como un aliado consistente y le ha transmitido a sus ministros que le concedan un trato preferencial, único, superior al de cualquier otro dirigente, reconocen ante Página/12 tres empinados integrantes del Gabinete. Pero, según los hombres del Presidente, eso no equivale a un pacto de impunidad. “Kirchner tiene con Duhalde un acuerdo político y lo va a cumplir a rajatabla. Pero no hizo con él un acuerdo mafioso”, dice alguien que expresa inequívocamente al Presidente. Las investigaciones no tendrán un techo ni un tope, asegura.
Para eso, de todas formas, falta bastante. Entre otras cosas, traccionar a Solá. El Presidente, tras la reunión de esta semana, luce más confiado. “Felipe está más cerca de acá” confió a su tropa. Ya no tan en el medio.
Tute cabrero
“¿De dónde provendrá la expresión ‘tirar al medio’? El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado en la Argentina envía esta pregunta retórica a su padrino de tesis, el decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo. Y presto se responde ‘tal vez se origine en el criollo juego del tute cabrero. En él, no pierde quien sale primero, pero tampoco el último. El que palma es el segundo. Ese es el drama de Solá, no es el primero ni es el último. Y lo tiran al medio”. El politólogo se ha vuelto un chanta. No dedica nada de tiempo a su tesis. Se ha puesto de novio con la pelirroja progre, prima del periodista independiente. Y, como si esa casa matriz no le alcanzara, cultiva un par de sucursales tentadoras. Además sigue a Boca a todas partes. Esta semana viajó a Colombia para ver cómo le llenaban la canasta y se quedó horas bajo el sol en pos de entradas para el Superclásico. Así que versea a lo loco en sus informes, cada vez más breves.
El pasante noruego, hincha de River para incordiar a su jefe, mira por encima de su hombro y refuta: “La expresión tirar al medio debe graficar la situación de quedar entre dos fuegos. Eso le pasa a Solá, preso entre fuerzas mayores”.”Qué sabrás vos, gallina” descalifica el sueco y envía sin corregir su informe, pidiendo un refuerzo de gastos. Aduce mayores costos, pero es para ir a Japón a ver Boquita-Milan.
Entre fuegos
Solá es un hijo adoptivo de Duhalde, que ya tiene muchos. El aparato político del gobernador es un fierro, una máquina aceitada para ganar elecciones. No es infalible, hocicó en un año terrible para Duhalde, el ‘97, que amaneció con el asesinato de José Luis Cabezas. Pero es un hueso duro de roer, con fuertes carencias. Una de ellas es que su miríada de punteros suele carecer de piné para elecciones exigentes, sean el primer nivel provincial o el nacional. Dostoievsky se quejaba de que siempre se proponía temas superiores a sus fuerzas. Duhalde, un hombre de psicología más llana, no padece males metafísicos, sabe adecuarse a lo que puede. Tiene un sagaz registro de las carencias de sus hoscos seguidores y se adecua a ellas. Por eso, ante paradas comiciales importantes, trasciende los límites de sus huestes. Así surgieron las candidaturas de Chiche Duhalde en el ‘97 y el 2003, la de Carlos Ruckauf en 1999, las de Solá y Kirchner en 2003.
Pragmático, prolijo lector de la realidad, Duhalde se allana a la situación y apadrina lo mejor que puede a sus díscolos pollos. Solá nunca terminó de registrarlo y nunca creyó del todo que el ex presidente lo bancaba a muerte para llegar a la gobernación. Quejoso, mal arriado, usualmente suspicaz, Solá es muy proclive al rezongo o al reproche. Duhalde lo bautiza “el payador perseguido” y su tropa festeja el mote.
Está claro que, de no haber mediado la política, jamás hubieran compartido una charla o un asado. Provienen de distintas geografías de una provincia plena de disparidades –Solá del interior, Duhalde del conurbano– tienen formaciones diferentes, gustos diversos, estéticas no especialmente compatibles. A veces, entre humanos y aun entre políticos, esas diferencias culturales ceden ante una química personal. No es éste el caso. Y, para colmo, transitan el peor momento de su relación.
Si Solá despotricaba y celaba cuando Duhalde lo ayudaba, qué no dirá ahora cuando el hombre recorta su poder a límites asfixiantes. El ex presidente urdió solo la lista de diputados nacionales, incluyendo a Ruckauf, toda una afrenta para Solá, condenado a pagar los platos rotos que la desidia e incompetencia del hombre de la sonrisa dentífrica dejaron en la provincia. Le puso la candidata a vicegobernadora, Graciela Giannettasio. Y hasta le complica la vida en el Legislativo provincial.
Por si todo esto fuera poco, Duhalde le armó a Solá un berenjenal imponiéndole a Juan José Alvarez como ministro de Seguridad. Solá no pudo sino aceptarlo. Y ahora debe defenderlo, para no aparecer llevado de la nariz por el gobierno nacional.
Alvarez no goza de la confianza de Kirchner. El Presidente quiere a Solá “acá” y no “en el medio” y cree que el gobernador puede llegar a moverse en el buen camino. Con Alvarez es menos optimista, por decirlo con moderación.
Voces oficiales y provinciales negaron a este diario que Kirchner le haya pedido a Solá la renuncia del funcionario. Su afirmación es verosímil, pero no borra ni niega validez al párrafo anterior. El Gobierno no confía en Alvarez y la bronca con él creció cuando se vieron las imágenes posteriores al rescate del chico Belluscio, incluida y especialmente la foto que ilustra esta nota, la de Alvarez cacheteando, amical, al conspicuo comisario Angel Casafús.
Memoriosos del duhaldismo y de la Rosada añaden que la tirria presidencial con Alvarez tiene algún otro ingrediente. Se remontan al remoto verano pasado, precisamente a los últimos días de febrero. Se dirimía por entonces por la candidatura a vice de Kirchner. Un sábado, el 22, amaneció con la noticia de que el cargo recaería en Roberto Lavagna o en Juanjo Alvarez. Ese día hubo un vértigo de reuniones de duhaldistas especialmente en la costa Atlántica, donde estaban Ruckauf, Duhalde, Juanjo y Lavagna entre otros. Hubo reuniones, conversaciones, movidas, versiones. Alfredo Atanasof que estaba en Buenos Aires también movió sus fichas en pos de su propia candidatura. La sensación dominante era que había un espacio, que ése era el día y los aspirantes se movieron con velocidad, acaso con torpeza. Kirchner leyó en esas jugadas una operación, una trama entre periodistas y compañeros para imponerle el vice. Le ofreció el cargo ese mismo día a Daniel Scioli. Y ese mismo día le hizo la cruz a Alvarez y a Atanasof. El recuerdo de esas horas sugiere que, tal vez, no hubo una trama tan conspirativa sino una serie de jugadas fuertes. Pero el presidente no lo vio así y tomó nota. En la Rosada niegan la especie. Un duhaldista que integra el gabinete no confirma ni niega la bronca, pero le da un contexto: “este hombre sí que odia, tiene odios de cuatro metros”.
Más allá de ese eventual encono, la situación de Alvarez es delicada. Ha arrancado con mal pie y la carta del padre del joven Belluscio lo crucifica, siendo que ese padre se ha transformado en un emergente social transitorio, pero de enorme peso en estos días.
La relación Kirchner-Solá-Duhalde se ha puesto en crisis y seguirá estando así por años.
Gobernabilidad y seguridad son dos vocablos que riman, pero en la realidad argentina, el duhaldismo (y Duhalde mismo) genera una tensión. ¿Hasta qué punto es posible sostener una relación privilegiada con Duhalde y avanzar a fondo en la oscura trama del delito y la política en la provincia? El tiempo y el obrar de los protagonistas dirán.
La economía no es estúpida
“La economía anda bien”, dice el Presidente y refleja la convicción de todo el Gobierno. En la Rosada y en Hacienda se espera un crecimiento de 7 por ciento este año y uno de (mínimo) 5 por ciento el que viene. Ese será el tiempo de incluir políticas proactivas y de apuntar a ese ítem relegado de la agenda: la redistribución del ingreso. En la Rosada pontifican que ése será su próximo objetivo y que, si todo sale más o menos bien, será el eje de la campaña presidencial de 2007.
El Gobierno tabula que ha avanzado bien en su, agria, relación con el empresariado local. La existencia de un cónclave alternativo al de IDEA fue una iniciativa de Kirchner, redondeada con el confrontativo discurso que pronunció en Mar del Plata Carlos Tomada. Un funcionario oficial pegándoles a los gurúes de la city, esos falsos profetas que son en verdad lobbistas es toda una novedad, auspiciosa por demás. También lo fue la exaltación de Lavagna del consumo como motor del crecimiento, algo que (cabe subrayar) no es el núcleo de la política económica realmente existente hoy centrada en las exportaciones de productos primarios carentes de valor agregado. La declaración de principios del ministro es promisoria, el cambio de rumbo está aún pendiente.
El Gobierno vivió satisfecho los encuentros de las dos CGT que buscan su reunificación con una conducción cercana a Hugo Moyano. “Los gordos algo entienden”, comentó Kirchner (que no los quiere mucho) a Víctor De Gennaro mientras se daba golpecitos al costado de la nariz con su dedo índice, una mímica que quiere indicar que “tienen olfato”. Tener olfato, en tal caso, es también estar más cerca de “acá”.
Esos reacomodamientos son vividos como un avance en el combate con el establishment. Kirchner también celebró cuando el rey de España le informó que vendría a la Argentina y se entrevistaría con él, pero que no se reuniría con los directivos de las privatizadas. “Cuando reté a los empresarios españoles, decían que me había peleado con España. Pero ahora el rey (y Juan Carlos sí que representa a España) demuestra que no era tan así”, refirió a sus compañeros de gestión.
A pura política
Una movilización piquetera, decenas de miles de argentinos encuadrados y críticos, fue efectiva réplica a gestos de intemperancia del Gobierno y una señal acerca de su política social, que está en veremos y que amerita un debate más vasto.
El incremento de precios de la canasta familiar también espeja que los logros económicos son irrisorios si se los mide de cara a las necesidades aún insatisfechas de millones de argentinos.
El territorio fuerte del Gobierno sigue siendo la política, su permanente apelación a la sociedad en pos de consensos. Esos consensos, sujetos a cotidiana revalidación, son los que consiguen encolumnar al PJ y a su columna vertebral, el duhaldismo. La gobernabilidad fue considerada desde tiempos de Alfonsín como una consecuencia de la limitación de las demandas sociales. Kirchner propone otra ecuación más interesante, sí que más exigente.
La lucha contra la corrupción estatal es un bastión del actual gobierno, que encuentra curros ahí donde husmea. Lo del Tango 01 parece una metáfora. Y habrá más. Entre las carpetas que Kirchner recorre personalmente ha pasado a tener rango preferencial una sobre Yacyretá, un lugar donde las truchadas no se miden por chirolas.
Pero seguramente ninguna tarea será más densa, más compleja, más tensionada, más ligada a la definitiva valoración de su gestión que la que acometió con armas y petates esta semana: la de buscar adecentar la provincia donde sienta sus reales su principal aliado.
Cierre con herraduras
El periodista independiente toma un café con su amigo, el politólogo sueco, en un café lindero a la Plaza de Mayo. El politólogo le propone cinco, seis programas más amenos que laburar. Pero el periodista, tras severas dudas, opta por hacer lo que tiene que hacer. Los dos motores de la historia, la culpa y la paga, lo impulsan. Atraviesa la Plaza bajo un sol glorioso y homicida, se interna en la Casa Rosada y le pide alguna información a su fuente favorita, el funcionario locuaz. Este le cuenta que en su afán investigativo, el Gobierno está detectando un curro relacionado con las herraduras de los caballos de los Granaderos. El periodista se va defraudado, no cree lo que le cuentan. Quizá se equivoque. En la Argentina, el país que tiene un locutorio en la Casa de Gobierno, es difícil discernir dónde terminan las fantasías y dónde comienza la, fantástica, realidad.