ESPECTáCULOS › DEFENSOR DE LA REVOLUCION CUBANA

Un simple miliciano

Por Mar Marín

“Nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde oliva, con un fusil en la mano para donde, como y cuando, siempre estar a sus órdenes”, comentó Gades el pasado 6 de junio, cuando recibió del presidente cubano, Fidel Castro, la condecoración con la Orden José Martí, la máxima distinción que otorga el gobierno de Cuba. Esta relación especial con la isla lo llevó a realizar una larga travesía en su velero entre la localidad de Altea, en la costa mediterránea española donde residía, y Cuba. Ambas cosas, el comunismo y el mar, fueron fundamentales en su estrecha relación con la Cuba de Fidel, hasta el punto de que durante años vivió entre Calpe, en la costa levantina española, y La Habana. “Cuba no es una aventura, es el puerto de mi vida”, dijo en alguna ocasión, y por eso eligió la isla como destino de su última travesía, a bordo de su velero, bautizado como “Luar 040” (Raúl al revés) en honor de Raúl Castro, hermano del líder cubano, y 040, el indicativo en la guerrilla del dirigente comunista Abelardo Colomé Ibarra. Gades salió del puerto mediterráneo de Altea en noviembre del pasado año y llegó a La Habana a fines de diciembre, cumpliendo su viejo sueño de repetir el viaje a Cuba que realizó en 1992. En esta ocasión, el “capitán Chinche”, como lo apodaron sus compañeros de travesía, navegó acompañado del médico cubano Julio Hernández y de un cargamento de medicinas para aliviar sus dolores. Atrás quedaban cinco operaciones y la perspectiva de duras sesiones de radioterapia para frenar el cáncer. Meses después, en junio, Gades volvió a Cuba, esta vez sin barco, para reunirse con su viejo amigo Fidel y recibir de sus manos, en un acto íntimo, la medalla José Martí, por “su amor, amistad y fidelidad inquebrantables”. “La Revolución Cubana me ha confirmado que mis ideales revolucionarios no eran los que algunos pretendían hacerme creer equivocados y sólo obedecían a una epidemia de juvenil romanticismo”, dijo entonces el bailaor. En esa visita Gades, ya gravemente enfermo, pasó de incógnito por La Habana, huyó de actos públicos y ni siquiera quiso ver a algunos de sus más cercanos amigos, como la bailarina Alicia Alonso.

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