ESPECTáCULOS › TRANSFORMACIONES, EL CAMBIO COMO ENTRETENIMIENTO
La pasión por el higienismo
Por J. G.
Transformaciones, producido por Promofilm, es edulcorado como la sonrisa de Karina Mazzocco, liviano como las crónicas del cambio a lo Queer eye for the straight guy (también por Sony), heredero del veterano Fashion Emergency de Joan Rivers (por E!) y dulcemente morboso como toda crónica de cirugías en directo desde el quirófano. ¿Qué agrega? El componente normalizador manifiesto en las operaciones de cambio de sexo y el agregado de atributos femeninos a travestis. La apuesta de Transformaciones no es trivial: el aparato quirúrgico ordena tanto a la nariz desviada como a la travesti con un cromosoma de más y bajo excusa altruista: que no los carguen en la calle o en la escuela.
El higienismo adopta los mismos rostros desde los principios de la historia: el discurso de autoridad del médico señalando enfermedades de la pobreza, el del policía decretando zonas sucias en trenes, baños públicos y estaciones, el del urbanista separando lo limpio, lo puro y lo infectado en barrios bajos y periferias. La tele refunda, en 2005, un higienismo modelo siglo XXI, cada vez que Karina Mazzocco da el saludo inaugural y cada paciente acude gustoso a su doctor “Belleza” en su sentido amplio: allí estará también el bisturí que devolverá al ambiguo a su sexo fuerte, que normalizará el exceso de cromosomas y dará a los cuerpos identidades definidas por fuera de la anomalía intersexual. La contracara de ese higienismo (que insiste sobre el concepto de “reasignación”) preservaría al ser ambiguo, en el que la riqueza sería indefinida o maleable, por fuera del canon clásico de uniones, protuberancias y encastres (un clítoris salido como un pene, o un pene imperceptible).
Transformaciones llega como el entretenimiento ideal para la hora de la cena, con la famiglia unita amparada en la candidez de la Mazzocco, en la misma serie de otros “antes y después” un poco más inocuos como el de vestuario (en No te lo pongas) o el de citas (en Doce corazones). Pero ni Doctor 90210 (el reality de operaciones de E!), ni Extreme Make Over habían llegado tan lejos: Transformaciones homologa, en su crónica a “la de nariz curvada” con Juan Donato, que quiere convertirse en Sol, con nuevas mamas, cola, abdomen y nuez de Adán limada. “Ella” sale del quirófano como otros lo hacen de la boutique, sonriente y con la fras emuletilla: “Es mejor de lo que había soñado”.
En las antípodas de los híbridos, sin atender a los avances en legislación y prédica intersexual, Transformaciones se presenta como más profundo que sus precursores por incluir la correctiva en el panorama de implantes de bótox, y suma su enorme vocación por rotular: el boxeador tailandés “se convirtió en una mujer”, la travesti también gracias al implante de mamas. La ex mujer barbuda (en el primer episodio) ahora es un hombre hecho y derecho y, por si fuera poco, en feliz pareja heterosexual después de la operación televisada. Este es el mundo de la tolerancia, donde nadie se queda afuera de las cámaras: los filtros se relajan para que ingresen los freaks antes excluidos por la tele, pero sólo para recuperarse y “reasignarse un sexo” (Karina Mazzocco dixit). Así es el mundito de Transformaciones: donde la belleza y la “reasignación” conviven en el mismo plano, pasaporte a la felicidad para la narigona o la travesti eximidas del insulto. Tal la prédica del higienismo desde principios del siglo XX: orden, limpieza y rótulos (sexuales, ideológicos) para evitar eso tan temido: ¡el caos! Para que el desarrollo recorra las vías de lo normal y lo predecible, único territorio fértil para levantar una ciudad próspera... Algo de esa historia se recupera en Transformaciones, cada vez que la Mazzocco se corre de la frivolidad de sus congéneres para amparar al diferente en su paraíso... que siempre queda en el quirófano.