ESPECTáCULOS
El debate que viene
En los nombres que se barajen para reemplazar a Tito Capobianco al frente del Colón estará en juego no sólo una cuestión de elección entre personas sino entre distintos perfiles profesionales –las posibilidades van desde un político hasta un director de escena– y, sobre todo, entre distintos proyectos para el Colón y diferentes puntos de vista sobre los temas pendientes de debate. Por un lado está la cuestión gremial que, además del reclamo salarial, implica el tema de las jubilaciones, de la renovación de parte de los cuerpos artísticos –ballet y coro estable, sobre todo– y de los 200 contratados adicionales que Capobianco dejó de regalo. Por otro, queda llevar al mejor puerto posible la temporada de este año y programar el 2006. Pero, sobre todo, deberán ser discutidos a fondo los propios objetivos del teatro. Ya nada es como era en 1908, cuando el Colón fue creado. Ni la ópera es el lenguaje de época por antonomasia, ni se mantiene la idea de valor de ese entonces, según la cual la música clásica era un bien en sí mismo, que toda la sociedad debía sostener aunque sólo unos pocos la disfrutaran ni, mucho menos, las clases dominantes pueden gastar sin culpa –y sin ser observadas con ojo crítico– los bienes de la comunidad. Hay algo indiscutible y es que no sólo el Colón existe y es un orgullo para Buenos Aires, sino que mal podría dedicarse a algo que no fuera la llamada música clásica. Pero allí es donde comienzan los debates. Para que los 50.000.000 de pesos que cuesta su mantenimiento fueran aceptables –e incluso deseables– el Colón tendría que ser, entre otras cosas, un centro de producción de cultura y no únicamente de consumo. Si los mejores entre los compositores e intérpretes argentinos no tienen acceso a él, si no se les encargan obras y no encuentran allí una meta posible y si no se encaran políticas para renovar repertorios y públicos, cualquier presupuesto resultará excesivo.