Miércoles, 24 de diciembre de 2008 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
La complejidad de los problemas que debe abordar la sociedad requiere de tratamientos integrales y de respuestas interdisciplinarias. Día a día, la comunicación tiene que ser incluida como parte de las respuestas y las soluciones. Hoy: agua y comunicación.
Por Sergio Mogliati *
La gestión del agua ha sido históricamente una tarea eminentemente técnica, y ello ha tenido sentido en el hecho de que los desafíos a enfrentar han sido la extracción, el proceso y la distribución de agua en cantidades adecuadas para proveer a los centros urbanos y el proceso inverso de recolección, tratamiento y disposición de los desechos líquidos. En otras palabras, una gestión basada en la oferta de agua.
De allí que la ingeniería haya sido la protagonista ineludible en la gestión del agua, tanto en la antigüedad como a partir de fines del siglo XVIII, cuando comienza la historia moderna del sanitarismo, dejando muestras de proezas constructivas, como los acueductos, que permitieron conducir el recurso a cientos de kilómetros desde una fuente hasta el punto de consumo.
Este perfil técnico de la gestión del agua debe ser leído en un contexto donde la población mundial, para la segunda posguerra, era la mitad que la actual y aún no se habían disparado los procesos de consumo (recordemos que el agua interviene en la producción de cualquier producto, ya sea agrícola o industrial). El recurso podía entonces considerarse como abundante, ya que los usos del agua no superaban la disponibilidad.
A partir de la segunda mitad del siglo XX la ecuación cambia radicalmente, ya que el consumo de agua a nivel global comienza a ejercer una fuerte presión sobre las fuentes disponibles. El agua pasa a considerarse entonces como un recurso escaso, y se construyen consensos a nivel internacional sobre conceptos como gestión integral o uso eficiente y responsable. Estos conceptos implican pasar de un modelo de gestión basado en la oferta, a otro modelo donde toma importancia la intervención sobre la demanda. Es decir, se abre un nuevo abanico de problemas que deben ser abordados por las ciencias sociales, en especial por la comunicación, como necesario complemento de las ingenierías en la gestión del agua.
La gestión integral del agua implica, en primer lugar, definir el ámbito territorial que permita dicha integralidad. Desde el punto de vista físico existe una respuesta precisa para ello, que es la cuenca hidrográfica. Todos los expertos coinciden en que las cuencas son el espacio territorial idóneo para el manejo no sólo del agua, sino también del resto de los recursos naturales. Sin embargo, no estamos acostumbrados a pensar el territorio que habitamos en términos de cuencas, incluso en los pocos lugares donde existen organismos específicos. Por el contrario, construimos nuestros imaginarios sobre el territorio en base a límites políticos (municipio, provincia, nación) y no físicos, a pesar de que estos últimos pueden ser reconocidos visualmente por la existencia misma del río, por la dirección de escurrimiento de las aguas y hasta por las características comunes del terreno. Las demandas de los usuarios generalmente son puntuales, se expresan en términos locales e, incluso, en la dimensión de grupos de interés. La satisfacción de demandas puntuales muchas veces no coincide e, incluso, es contraproducente, con soluciones pensadas en términos integrales. La tensión entre la mirada parcial y la integral es un campo de acción eminentemente comunicacional por lo que ello implica en términos de construcción simbólica del territorio. La mirada integral presenta un grado de complejidad mayor. Además, el agua es, de por sí, una sustancia compleja, que está en interacción con todos los componentes de un ecosistema y está presente en todas las actividades humanas. Una lectura adecuada de esa complejidad constituye el segundo aspecto de importancia de la comunicación en la gestión del agua, ya que el reduccionismo en el abordaje de los temas hídricos genera un defasaje entre las soluciones parciales y los óptimos esperables en política pública.
Relacionado con el punto anterior, la construcción de la percepción de los riesgos asociados con el agua (especialmente en términos sanitarios, pero también ante eventos catastróficos como las inundaciones) constituye un campo de acción para la planificación en comunicación, partiendo de los estudios de disciplinas como la antropología, la geografía o la sociología, cuyos desarrollos también deben ser abordados de manera no reduccionista por los planificadores.
El cuarto aspecto está relacionado con las tecnologías de gestión. De acuerdo con cómo se definan los problemas, se definirán las soluciones. Estamos acostumbrados a sobrevaluar las tecnologías de insumos y a ignorar las tecnologías de procesos: preferimos la construcción de un hospital en vez de un programa de prevención en salud; preferimos la construcción de un dique para amortiguar las inundaciones en vez de planificar los usos del suelo urbano. En muchos casos, los problemas de agua potable en zonas urbanas tienen una solución más adecuada en la promoción de un consumo razonable que en la construcción de costosas obras de infraestructura o en la adquisición de equipamiento sofisticado.
De acuerdo con cómo definamos socialmente los problemas y las herramientas para solucionarlos dependerán las formulaciones que adopten las políticas públicas, influenciadas por las demandas de los ciudadanos. Estas soluciones podrán estar más cerca o más lejos de un uso óptimo de los recursos disponibles y de la incorporación de equidad social.
El encuentro entre comunicación y gestión del agua –y entre comunicación y gestión de los recursos naturales en general– no está exento de vaivenes, conflictos y confusiones. Por un lado, el sector sigue teniendo una gestión eminentemente técnica que, muchas veces, sigue considerando a la oferta de agua como la única misión de una organización. Pero, paradójicamente, la apertura de un campo de acción en este terreno no ha estado acompañada por desarrollos metodológicos adecuados desde los profesionales de la comunicación, a lo que debe sumarse las clásicas dificultades de los abordajes interdisciplinarios.
* Comunicador social. Consultor en comunicación para el sector hídrico. Director de la revista Hydria.
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