Miércoles, 25 de noviembre de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
A través del análisis de un spot televisivo, Damián Loreti y Diego de Charras colocan en debate aspectos naturalizados o poco cuestionados en relación con el trabajo periodístico y el impacto de las nuevas tecnologías en la labor de prensa.
Por Damián Loreti y Diego de Charras *
“Me muevo de acá para allá, donde las cosas pasan, adonde hay algo para contar, ahí estoy.” Así comienza un spot publicitario de televisión (https://www.youtube.com/watch?v=ShDWMVY4q_s) en el que un periodista provisto de un teléfono móvil smart con 4G graba audio, saca fotos, filma, toma declaraciones, sale en vivo haciendo varias selfies de entrevistas y, se asume, se comunica con sus editores. El corto se titula Periodismo en 4G y termina concluyendo “porque la realidad no te espera”.
Pareciera que, con toda naturalidad, este trabajador de prensa goza de los adelantos tecnológicos y transmediales para poder estar en perfecta ubicuidad espacio temporal a la hora de realizar su labor. Siempre allí donde las noticias lo reclaman, siempre en el aquí y ahora.
Lo expuesto sirve de marco para poner en discusión algunos aspectos naturalizados o poco cuestionados en relación al trabajo periodístico y el impacto de las nuevas tecnologías en la labor de prensa. En otras palabras, en el ejemplo se ve cómo un periodista lleva a cabo al mismo tiempo el trabajo de un cronista, un reportero, un reportero gráfico, un camarógrafo y un sonidista y quizás algo más si es que escribe o etiqueta lo que acaba de producir. Todo esto se supone que es “porque la realidad no te espera”. En realidad eso se llama polivalencia y es un modo de precarizar el trabajo en los medios de comunicación. Por un lado, porque la tecnología lo permite, pero por otro, y fundamentalmente, porque el aumento de la tasa de ganancia así lo reclama.
Si acaso quedara alguna duda, lo que estamos diciendo es que en una pieza publicitaria se hace apología de la precarización del trabajo periodístico ya que se legitima la ausencia de otros trabajadores por “innecesarios”. No obstante, alguien desprevenido que lea estas líneas podría preguntarse con todo derecho: ¿pero acaso este tipo de cosas pasan en realidad? ¿O se trata sólo de un anuncio que vende teléfonos celulares?
No es novedad que en las industrias culturales el capital “converge” y se concentra e intenta crecer a costa de reducir “costos laborales” y esto, muchas veces, se traduce en el desconocimiento del valor del trabajo profesional. En muchos casos, la concentración multimediática obliga a que un trabajador de prensa elabore informes o coberturas para varios medios (radio, televisión e Internet) sin obtener un ingreso ni un encuadramiento profesional acorde con la exigencia patronal. Eso suele venir acompañado del despido de muchos otros colegas. Sin embargo, es la misma concentración de la propiedad de los medios la que impide que el periodista cambie de empresa si no acuerda con las condiciones, porque no encontraría otros potenciales empleadores. Todo esto no es algo privativo de Argentina, sino que se trata de un asunto de interés público que se presenta en toda la región.
Esto fue denunciado por la Federación Internacional de Periodistas (FIP) hace pocos años en un encuentro titulado “Medios de comunicación y democracia” realizado en Santiago de Chile. Allí se sostenía que: “La concentración de medios en pocas manos hace que los trabajadores realicen la cobertura de un hecho para distintos medios del mismo grupo. En algunos casos (...) implica el registro de imágenes, audio y escritura de notas posteriores que suelen ver la luz no sólo en medios gráficos sino también electrónicos”. En la misma línea, Sergio Fernández, un representante gremial costarricense sostenía que “a veces un periodista debe hacer su nota para los dos periódicos (del grupo), la televisión y la radio”. En un sentido similar, Vicente Páez, del Sindicato de Periodistas del Paraguay, sostenía que “los compañeros tienen que manejar el vehículo, sacar las fotos, realizar la cobertura, hacer la crónica y luego sus materiales son publicados en uno, dos o más diarios y en Internet sin que se les abone por la publicación en multimedios que realizan”.
Nuestro planteo no debería resultar nada extraño. Sólo decimos que se debería cumplir la normativa vigente. Veamos. ¿Qué herramientas utilizan las empresas para reclamar que no se vea gratis su programación? ¿O para reclamar que se paguen las retransmisiones por Internet o redes o cadenas de sus servicios informativos que se reproducen en centenares de cables o satélite? Las mismas u otras similares normativas a las que exigen que no se vulneren derechos de los trabajadores de los medios.
En síntesis. ¿Por qué estaría bien hacer la apología de la violación de los convenios colectivos para vender teléfonos? ¿Será que sigue siendo cierto aquello que denunciaba don Alfredo Zitarrosa en la “Milonga del tartamudo” de que en el “mercado del hombre si no es bueno el rendimiento, empieza por los despidos y acaba en el vaciamiento”?
* Docentes e investigadores de Derecho a la Información (FSOC-UBA).
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