Sábado, 18 de enero de 2014 | Hoy
Siguió emboscado en una perdida isla filipina treinta años después de terminar la Segunda Guerra y treinta años más tarde, en la noche del jueves, murió el oficial japonés que continuó peleando hasta que su jubilado superior le ordenó rendirse en 1974. También fueron treinta los hombres inocentes que mató en su interminable combate, pero tanta fue su fama que Filipinas renunció a enjuiciarlo por ello. Cuando volvió a Japón cobró todos los sueldos atrasados, pero al final de sus días se ganaba el sustento como instructor de supervivencia en una escuela para jóvenes. Nadie podría negar que sabía lo que enseñaba.
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