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Pensar
Por Daniel Bilotta*
Novias, jefes, superiores, oponentes, adversarios, detractores, compañeros de trabajo y también, aunque menos, amigos, familiares y conocidos me lo han hecho saber de variadas formas y con matices que van de sutiles a suculentos. Me doy por enterado. Mi placer les incomoda. Pensar. Provengo de una generación que llegó tarde a los setenta, pero intentó mirarse allí en búsqueda de algún reflejo promisorio mientras topaba, casi en forma repentina, con un cambio de época impensando a partir de los noventa. Placer y negocios, queda claro, rara vez van de la mano.
Igual insisto. Leo y releo. Obras que son pensamientos. Pienso en obras propias que todavía no concreto y pienso que pensando seduciré a otros que también harán del pensamiento un entretenimiento útil, aunque a veces doloroso. Si pienso y luego existo y me reconozco, pagaré el precio de ser uno mismo con la angustia, como canta mi admirado Silvio Rodríguez. Que ha vuelto su pensamiento acción por medio de las palabras vueltas pura poesía movilizante.
Como el trovador cubano, voy en busca de un sueño. Despierto. Por eso pienso. Lo imagino más aquí de la utopía, en tierra fértil y arcillosa. Allí me hundo con mis días. No porque rehuya de esta apariencia pretendida por realidad, donde todo se mueve pero nunca avanza. Sólo que este activismo de la hiperquinesia me resulta sospechoso. Funciona a la velocidad de la luz del rayo, pero no ilumina. Copia malamente el agónico estertor de su energía chocando en el vacío. Pero no lo tomen muy en serio. Por ahora es apenas el borrador algo pesimista de un pensamiento.
Claro que este placer no reconoce momentos de ocio. Lo practico a tiempo pleno. Pero me animo a recomendarlo. En su discurrir encontré la mujer de mi vida y tres hijos. Eso, debo ser sincero, jamás lo había pensado.
* Lector
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