EL PAíS › OPINION
El país real
Por Washington Uranga
Bien sabido es que cuando decimos “la realidad”, más que hablar de los hechos y de los datos que están ante nuestros ojos nos referimos apenas a nuestras interpretaciones sobre esos acontecimientos. La realidad no es lo tangible, sino lo que cada sujeto piensa, analiza, interpreta y siente sobre los hechos. Por eso hay casi tantas “realidades” como personas decidan nombrarla o referirse a ella. También cuando los dirigentes políticos y sociales se refieren a esa realidad lo que están haciendo es transmitiendo sus interpretaciones, sus propias jerarquizaciones y valores sobre tal o cual acontecimiento. Por eso las inundaciones de Santa Fe pueden ser el “resultado de un fenómeno climático sin antecedentes”, para algunos, el fruto de la “desidia y la falta de políticas” para otros o “una catástrofe” para un tercero. Para cada uno de estos interlocutores la “realidad” de la inundación santafesina tiene distintas formas de ser nombrada. Pero detrás de estas formas de nombrarlo hay un país real, una situación real cruda y dramática: las muertes, la destrucción, los evacuados, las pérdidas materiales y la desolación de tantas personas. Este es el país real, sin importar cómo se lo nombre o cómo se pretenda dibujar esta realidad. En pocos días más Néstor Kirchner estará asumiendo como nuevo presidente de Argentina y con él estará un equipo de personas que tendrán que dirigir, conducir y construir políticas en favor y al servicio de los argentinos y de las argentinas. Cabe también en este caso la diferencia entre “la realidad” y el “país real”. A pesar de todas las circunstancias, también de los manejos poco transparentes que rodearon el proceso político de los últimos años y los prolegómenos a la elección, existe en buena parte de la ciudadanía una expectativa abierta y una disposición mayoritaria no sólo a renovar el crédito sino, en la medida en que se abran canales, a participar en la reconstrucción. Una de las condiciones será, sin duda, que quienes se hagan cargo de la gestión dejen de expresarse sobre la realidad –posición que algunos funcionarios adoptan con aire deportivo como si fueran comentaristas de lo que ocurre– y se hagan cargo, tomen en cuenta y ofrezcan caminos y vías de solución para el país real. Ese país real que hoy es mucho más pobre que hace uno, dos o cinco años. Ese país real habitado por ciudadanos de carne y hueso que no van a soportar que se les hable de su “realidad” sino que necesitan –imperiosamente– transformar sus condiciones materiales de existencia. Es decir, salir de la pobreza y la exclusión.