Jueves, 25 de febrero de 2010 | Hoy
PSICOLOGíA › EN LOS GRUPOS, “AUN LOS MáS SOFISTICADOS”
Por José Luis Valls *
Cuando el sujeto entra en la cultura, lo hace siempre con un modelo que surge del complejo de Edipo infantil reprimido. Por un lado se agrupa en torno de un líder y se identifica con sus “hermanos”, busca pertenecer a un grupo que le da identidad –se identifica con los miembros del grupo– y obedece más o menos ciegamente al líder de ese grupo, que puede ser una persona al principio, pero luego una idea o una ideología que surja de esa persona, o de las demás personas, o de los medios de difusión de las demás personas y hasta de él mismo. También conspira contra el líder, busca ocupar su lugar. Así funcionan las agrupaciones humanas, más o menos chicas, más o menos grandes, más o menos espontáneas, más o menos institucionalizadas. Con matices propios de cada una, repiten esa estructura básica nacida en su propia historia.
En todas ellas se pondrá límites a la pulsión sexual y a la pulsión de destrucción; muchas veces esto se consigue, muchas veces no, pero la lucha es constante y perdura. Lo que está siempre inconsciente e impedido es el incesto y el parricidio, pese a su pugna desesperada por satisfacerse y a conseguirlo, en todo caso de una manera simbólica, más o menos sutil, más o menos grosera. El mundo de las fantasías, detrás de los síntomas y demás retornos de lo reprimido, lo demuestra; a veces, también los hechos sociales. La historia corrobora estas continuas luchas pulsionales y hay diferentes momentos institucionalizados –el carnaval, las fiestas tradicionales e incluso las guerras– en los que se permite socialmente la liberación de las pulsiones sexuales y de la pulsión de muerte –como agresión directa o vuelta sobre sí mismo–, en distintas proporciones y formas.
Freud se plantea el porqué de todo esto en la conducta humana. Sobre la base de textos de Darwin, de Robertson Smith y de otros, describe las conductas de lo que serían las hordas primitivas y trata de precisar el momento y las causas de la generación de la cultura. En Tótem y tabú (1913) utiliza una descripción darwiniana de las hordas de monos más evolucionados, conducidas por un jefe que decide la acción de todos, posee a las hembras y mata o echa a los hijos mayores; éstos comienzan a rebelársele, hasta que uno de ellos lo mata y ocupa su lugar, siguiendo el ciclo. Freud relaciona esto con los estudios sobre el totemismo y el banquete totémico, teniendo como base lo que ha descubierto en las fantasías inconscientes de sus pacientes. Hipotetiza: en algún momento, en hordas ya con cierto nivel de lenguaje, este comportamiento cambió: algunos de los hermanos echados por el padre omnipotente se unieron en la rebelión contra ese padre admirado y odiado. Lo mataron. Se lo comieron. Luego vino un período de desorden en el que las hembras tomaron el poder –el matriarcado–. Los hijos, una vez muerto el padre y descargado su odio, quedaron con la nostalgia y admiración que sentían por él y lo erigieron en su psiquismo; se generó así el superyó y con él el género humano. Se prohibieron la posesión de las mujeres de la horda: nació la exogamia.
La alianza fraterna que se formó como consecuencia de aquel asesinato sería entonces el origen de la sociedad, con una ley interior de prohibición de la repetición instintiva: lo reprimido quedó constituido por el incesto y el parricidio. Por desplazamiento, se instauró el tótem, un animal temido y querido del que se piensa que se desciende; representante simbólico del padre asesinado, origen de las religiones, al que cada tanto se mata y devora en una fiesta totémica conmemorativa de aquellos hechos dramáticos. La secuencia de esta historia no es comprobable, pero tampoco es imposible. Freud la toma como una construcción lógica, en el orden de las que suele hacer en su práctica clínica al procurar reconstruir los hechos de la sexualidad infantil del paciente –la “verdad histórica”, que diferencia de la “verdad material”–. Y la repetición de esa historia entre padre e hijos, en el funcionamiento del ser humano en las masas, es comprobable, observable y hasta previsible, como estructura de los grupos humanos, aun los más sofisticados.
* Miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Autor, entre otras obras, de Diccionario freudiano. Extractado del trabajo “Freud y la cultura”.
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