Jueves, 8 de agosto de 2013 | Hoy
PSICOLOGíA › LOS PADRES ANTE LOS RIESGOS EN INTERNET
Por Sergio Zabalza *
Un discutible enfoque atribuye las dificultades de los padres para proteger a sus hijos en Internet a la denominada “brecha digital”: el intervalo que media entre el saber, la familiaridad de los jóvenes en el uso de las herramientas del ciberespacio y la torpeza que, en cambio, suelen padecer los adultos. En realidad, este enfoque deja a los padres impotentes para proteger a sus hijos de los peligros que acechan en Internet.
En mi opinión, en esta materia lo que cuenta no es tanto el saber informático de los chicos, sino el poder que la tecnología digital ejerce sobre ellos: eso que los concierne. Es que, en el intercambio digital, los chicos construyen su lugar en el grupo de pares. Y algo más importante aún: en las redes sociales –en esas fotos que suben al Face– hoy los chicos también construyen su cuerpo.
Entonces, por más seguridad informática que pongamos en marcha, ¿cómo impedir que el compañero de banco comparta con nuestro hijo sus hallazgos en la web? Lo cierto es que la pretensión de controlar soslaya el único componente efectivo en la materia: el compromiso. La pregunta por si existe o no una brecha en el compromiso permite el acceso a una dimensión más estructural que la habilidad para manejarse con un programa de computación.
Jacques Lacan supo destacar la necesidad de aprobación que el niño experimenta cuando, a los pocos meses de vida, descubre su imagen en el espejo. Me animo a formular que, para un púber, las redes sociales hoy conforman ese espejo donde buscar la aprobación que le permita asumir una imagen corporal dentro del grupo de pares. Aquí es donde la brecha puede hacerse desgarro. Así como existe un desencuentro entre la imagen anticipada que el niño registra en el espejo y su efectivo desarrollo motor, de la misma forma la imagen que la web le devuelve al adolescente puede seducir, fascinar o proponer un intercambio para el cual los chicos no siempre están preparados. Los coscorrones con que un niño aprende a caminar pueden transformarse en dramáticos avatares durante la adolescencia. Una brecha que convoca, más que al control, al compromiso de los adultos.
Para que un chico asuma un cuerpo, hay que poner el cuerpo. Esto es: hablar, preguntar, soportar la indiferencia, inventar. No se puede controlar todo. De lo contrario, podría suceder que, mientras hacemos cursos para capacitarnos en controles informáticos, nuestra hija esté jugando al doctor con el partenaire menos indicado.
* Psicoanalista. Hospital Alvarez.
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