PSICOLOGíA › ENSEÑANZAS DE LA POSICION COMO SUJETO DEL PINTOR E INVENTOR XUL SOLAR

“Maestro de una escritura que aún nadie lee”

El análisis de la particular posición subjetiva de Xul Solar –pintor, hacedor– permite, según el autor de esta nota, “un aprendizaje para quienes participamos del sentido común: que, aunque nos creamos determinados por nuestros ancestros, cada uno de nosotros, sin saberlo y sin creerlo, es una invención, una radical singularidad”.

Por Mario Goldenberg *

Xul Solar fue uno de los pintores argentinos más importantes del siglo XX. Nacido en 1887, como Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, en 1912 inició un viaje a Oriente, que imprevistamente lo llevó a Europa; allí empezó a firmar sus cuadros como Xul Solar, y conoció a Paul Klee y al argentino Emilio Pettoruti. Expuso en muchas ciudades europeas y volvió a Buenos Aires en 1924. Amigo de Jorge Luis Borges por muchos años, compartieron a Blake, Swedenborg, la filosofía oriental, el budismo, en intensos diálogos, hasta que diferencias políticas respecto del peronismo, a partir de 1946, enfrió su amistad. Después de su muerte en 1963, Borges reiteró su admiración por Xul Solar en numerosas conferencias, reconociéndolo como hombre de genio y “...uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época”.
Borges lo define como “un hombre versado en todas las disciplinas, curioso de los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitología, panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad”.
Esta generosa definición de Borges sitúa un rasgo de Xul, su indulgente ironía. Es cierto que su modo de ironizar era benévolo, no sarcástico. Jacques-Alain Miller plantea que la ironía, a diferencia del humor que pasa por el Otro, “no es del Otro, es del sujeto y va contra el Otro. ¿Qué dice la ironía? Dice que el Otro no existe, que el lazo social es, en el fondo, una estafa”.
De sí mismo nos dice, en Mundo Argentino, “soy campeón del mundo de un juego que nadie conoce todavía: el panajedrez; soy maestro de una escritura que nadie lee todavía; soy creador de una técnica, de una grafía musical, que permitirá que el estudio de piano sea posible en la tercera parte del tiempo que hoy lleva estudiarlo. Soy director de un teatro que todavía no funciona. Soy el creador de un idioma universal: la panlengua, sobre bases numéricas y astrológicas, que contribuirá a que los pueblos se conozcan mejor. Soy creador de doce técnicas pictóricas, algunas de índole surrealista y otras que llevan al lienzo el mundo sensorio, emocional que produce la escucha de una audición musical”. Creador de una lengua para la América latina: el neocriollo, con palabras, sílabas, raíces de las dos lenguas dominantes: el castellano y el portugués.
Creador de juegos que nadie juega, padre de lenguas que nadie habla, director de un teatro que todavía no funciona, su dispositivo de invención está acompañado de un todavía no.
En un texto de 1910, una noche de octubre, quien era todavía Oscar Alejandro Agustín Schultz Solari termina diciendo: “Oh, ¿qué manos, qué llamadas me llevarán al aire puro, al sol radioso y al satisfecho mediodía? En esta lucha angustiosa me haré veterano; con mis manos, mis ojos y oídos ávidos, con mi ardiente e hirviente cerebro encontraré el camino; si no lo hay, si no hay país sin angustia para mí, todo yo, dentro de mis pensamientos, para mis hermanos, ¡me haré un mundo!”
¡Me haré un mundo! Si no hay camino, si no hay país sin angustias. Este párrafo anticipa sus viajes pero, más aún, en este hacerse un mundo estamos en su mundo; no dijo “¡haré un mundo!” sino “¡me haré un mundo!”, un mundo que aspira a un universo, a un universal que nadie habla, que nadie juega, que nadie habita. Esa vocación de demiurgo, de genio creador, tendía a hacer un universal: para decirlo en términos lacanianos, un Otro con mayúscula, un universo simbólico siempre por realizarse, pero todavía no..., aún no.
Esto mismo lo lanza a una continua invención. Borges dice del panjuego que sus reglas eran tan variables que nunca se llegó a jugarlo.
Por su parte, James Joyce decía: “La sociedad es la encarnación de leyes universales e inmutables que implican y envuelven los caprichos de los hombres, sus costumbres particulares y diversas circunstancias de vida”. Jacques Aubert, catedrático francés, comenta que en la obra de Joyce hay dos significantes claves, parálisis y drama: ubica la parálisis en lo universal, en la ciudad, y el drama es el intento de devolver vida y sentido a lo universal en tanto muerto.
Para Xul, podemos decir, no hay un universal en parálisis o muerto: se trata más bien de un no-hay-universal, o de un universal a inventar: “¡Me haré un mundo!”
Borges decía que Xul Solar comprendía o sentía que lo que llamamos realidad es lo que queda de antiguas imaginaciones. “Aceptamos la estructura de gobierno, es verdad que esa estructura ha sido fijada alguna vez; aceptamos el idioma, es verdad que ese idioma ha sido fijado y tiene sus raíces en otros, y tendemos a creer que ese mundo complejo y en gran parte ajeno en que vivimos es la realidad; pero Xul sabía que la realidad puede modificarse continuamente, y creía que su misión consistía en esa revolución continua.”
Una realidad siempre por hacerse, siempre por fijarse. Me haré un mundo, se puede decir que lo hizo, aunque todavía no.
Me haré un mundo es el intento de fijar un universal; su modo es la invención continua: todavía no. Sin embargo, su obra, sus pinturas fijan algo. Xul Solar decía de sí mismo que no era un pintor fantástico sino realista. Pintaba lo que veía, lo que veía en sus visiones.
Aldo Pellegrini dice que la pintura de Xul Solar siempre fue recibida con críticas elogiosas pero que no llegó a interesar hondamente a sus contemporáneos. Estaba demasiado fuera de cualquier línea de clasificación. Podemos decir que Xul Solar era un inclasificable. La fórmula de Borges sobre Xul como uno de los “acontecimientos” más singulares de nuestra época indica que el mundo de Xul es su singularidad. Freud dice que el yo es el depositario de identificaciones, y sabemos que las identificaciones cubren la falta de ser del sujeto. En Xul, me haré un mundo, y también un nombre, sitúa su identidad, su singularidad, en un punto excéntrico, fuera del sentido común. Su continua invención es su ontología, su dispositivo creador.
Los que participamos del sentido común ocasionalmente inventamos algo, a veces sí, a veces no. Borges decía: “Cuando creo haber inventado algo, me doy cuenta de que Xul está inventándolo a través de mí, o quizás a pesar de mí”.
Los que participamos del sentido común quizá podamos obtener de Xul Solar un aprendizaje: que, aunque nos creamos determinados por nuestros ancestros, cada uno de nosotros, sin saberlo y sin creerlo, es una invención, una radical singularidad.
Los que habitamos el sentido común creemos que nos entendemos, que el lenguaje es comunicación, pero vivimos en el malentendido. Es verdad que la lengua es un asunto común, pero la relación con el lenguaje es singular para cada uno. El sentido común, las identificaciones, creernos hermanos son modos de velar el malentendido estructural. Pues bien, la panlengua –esa lengua lógica donde cada palabra lleva en sí la definición de lo que nombra– y el neocriollo son intentos de corregir la falla del lenguaje. Ya que, en definitiva, lo traumático es la relación con la lengua.
Nuevos términos, neologismos, ruptura del sentido: sin embargo, la obra de Xul Solar no es literaria sino pictórica. Es allí donde puede fijar lo traumático, y cada uno de sus cuadros tiene un nombre y un nombre singular (por ejemplo, Dos anjos, Ofrenda cuori, Min main ya, Hia tu pre ver). Su obra en algún aspecto es un mundo. Pero es evidente que la pintura no alcanzaba, el me haré un mundo eran las lenguas, los juegos, el piano, la arquitectura, el teatro, la escritura: un mundo, su mundo.

* Psicoanalista, miembro de la EOL y de la AMP, profesor de la UBA.
Texto presentado en el homenaje realizado en el Museo Xul Solar, de Buenos Aires, en septiembre de 2003 (www.xulsolar. org.ar).

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