PSICOLOGíA › EL DOKTER VINTZIQUER PSIQUENBAUM EN GRAVE PELIGRO
“¿Acaso usted es un ladrón?”
por rudy
El dokter se recostó en su sillón. De pronto, su olfato profesional le hizo percibir que no estaba solo en el consultorio. Alguien había entrado sin que se diera cuenta. Y ahora estaba allí, frente a él.
–¿Quién es usted? ¿Cómo entró a mi consultorio sin que lo viera? ¿Qué quiere?
–Soy Hershel Cloranfenikolsky. Entré por la puerta, pero usted tenía los ojos cerrados. Muéstreme qué tiene y le voy a decir qué es lo que quiero.
–Tengo análisis freudiano, terapias, y si está apurado, interpretaciones y señalamientos puntuales, aunque no se los recomiendo.
–Me refiero a objetos de valor.
–Bueeno, todavía no empezó a tratarse y ya está menospreciando mi lugar.
–El que lo menosprecia es usted, dokter, le pregunto por algo de valor, y ¡me ofrece palabras! Además, no necesito robar las suyas; tengo las mías, y bastante me pesan ya.
–¿Robarme? ¿Acaso usted es un ladrón?
–Mi padre se presentaba como “revendedor de objetos varios de procedencia inverificable”, y yo sigo con el negocio de la familia.
–¿Y qué quiere usted de mí?
–¿Y a usted qué le parece?
–¡Ah, no! Que usted entre sin que me dé cuenta, vaya y pase, porque eso hace a su oficio; que me pida objetos de valor, lo entiendo, aunque habla mal de usted como profesional, ya que si hubiera estudiado el mercado sabría que siendo psicoanalista en Tsúremberg difícilmente posea cosas que puedan interesarle; pero que se ponga en mi lugar, eso no lo soporto; al menos ¡no gratis! ¡Acá la gente paga por ponerse en lugar de otro, Hershel! ¡Usted se quiere llevar la transferencia gratis!
–No suelo pagar por las cosas que me llevo, dokter, ése es mi oficio.
–No, ése es su síntoma. Por eso usted está acá, en el consultorio del psicoanalista de Tsúremberg. Si fuera su oficio, usted estaría en Londres robando el palacio de Buckingham, o en Moscú, estafando al Zar, o en cualquier lugar del mundo, recaudando dinero para el palacio de Buckingham o para el Zar.
–Bueno, digamos que no soy un gran triunfador, pero tampoco me ha ido mal. ¿Vio el puente de oro a la entrada de Tsúremberg?
–¿Cuál? ¡Nunca vi ninguno!
–Justamente.
–¡No me diga que se lo robó usted!
–Dokter, ¿le parece que si me hubiera robado un puente de oro estaría aquí contándoselo y pidiéndole objetos de valor?
–No, la verdad.
–Entonces, entienda que si no me pude robar un puente de oro en Tsúremberg, es simplemente porque no lo hay, y no por mi fracaso profesional. ¡Yo tengo un sueño, Dokter!
–Cuentémelo, así se lo interpreto.
–¿Acaso no lo puede adivinar, con lo que le dije?
–¿¡Usted también!? ¡Yo no adivino, yo in-ter-pre-to!
–Es que es muy simple, dokter.
–¿Qué quiere? ¿Triunfar? ¿Ser reconocido?
–¿Está loco, Dokter? ¿Qué ladrón quiere ser reconocido?
–¿Quiere usted llegar más lejos que su padre?
–¿Más lejos? ¡No, dokter, ese es el problema! ¡No me quiero ir a Londres, ni a Moscú! ¡Yo me quiero quedar acá, dokter, no quiero emigrar, pero es esta sociedad la que no le ofrece un futuro a gente como yo! ¡Son los demás los que no generan objetos de valor para que pueda quitárselos!
Mientras el dokter pensaba cómo responder, Hershel se escabulló silenciosamente, o salió tranquilamente, o haciendo ruido. Era lo mismo, en una sociedad que no premia a los que se esfuerzan. Quizá se llevó un retrato de Freud. O uno de Reb Piterkijel, creyendo que era de Freud.
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