PSICOLOGíA › ANGUSTIAS DE LOS EMPLEADOS BANCARIOS EN LA ARGENTINA DE HOY

“Trabajar en un banco me da vergüenza”

Por Fabián Jalife *

La crisis del sistema financiero puso en relieve el padecimiento extraordinario de los trabajadores bancarios, enfrentados cotidianamente con excesos de todo tipo. He aquí algunos materiales recogidos en el taller de trabajo con bancarios que conduzco: “Yo trato de joderlos..., digo de atenderlos, para que no me jodan”. La organización paranoide, que enfrenta a unos y otros hace a un segundo momento de la tramitación de la crisis. El primero es una instancia confusional de impacto y desestructuración ante lo nuevo e inédito: sobresalto, ansiedad, temor generalizado.
La banca resulta para ellos cómplice, y sin dudas abusadora. En connivencia o en tensión con el Gobierno. Y en posición antagónica respecto del cliente. Respecto de ellos como empleados la incertidumbre reina. “¿Estarán pensando en irse?” “¿Tendrá sentido este negocio para ellos?” “¿Venderán?”
“La gente no discrimina. No advierte la diferencia entre banqueros y bancarios.”
“El sentido del trabajo cambio dramáticamente –dice un gerente–. Me dedico exclusivamente a contener conflictos. Cada cliente es un problema. Y a nosotros, ¿quién nos contiene?”
La dimensión institucional no encuentra respuestas, lo cual potencia la incertidumbre y la indefensión. “Yo ante determinadas agresiones después de exponerme y ponerle el cuerpo a la agresión me pregunto si entonces yo soy o no soy el banco.”
Pero también: “Yo me enfermé y tenía culpa de faltar porque sentía que no podía hacerles eso a mis compañeros. Sentía que los abandonaba”.
El grupo resulta una suerte de dique de contención. Las sucursales, ante la carencia de respuestas institucionales efectivas y en virtud de la magnitud de la agresión recibida, propiciaron una intensa dinámica grupal que favoreció la construcción de solidaridades, la cooperación y el ajuste mutuo, el cuidado y amparo del compañero. Así es común encontrar en los equipos al que es reconocido por su capacidad para escuchar y “bajar” a los compañeros sacados, al que pone un poco de humor, al que trasmite seguridad, al que es buscado para aplicar un masaje allí donde la contractura o el dolor inhiben. En cambio los equipos que no pudieron aglutinarse como respuesta adaptativa e introyectaron el conflicto, reproducen a su interior las situaciones agresivas en las que están insertos, ya sea con el compañero puesto en el lugar del otro hostil con quien se pelea, como con los propios cuerpos que sufren las agresiones.
Dicen de su aislamiento trágico: “La gente no se da cuenta de que nosotros trabajamos en el banco pero somos igual que ellos, víctimas como ellos”. La condición mas desquiciante es la de los que son ahorristas acorralados en el propio banco donde trabajan. “Yo también tengo la guita acá y si pudiera saldría a darles duro. Iría a Tribunales. Así me siento maniatada.”
También se sienten culpables: “A mí me da vergüenza decir que trabajo en un banco, lo oculto”. “Es que el banco tiene la plata de los clientes y vos sentís que tenés el antifaz puesto.”
Con temor e impotencia se refieren a los clientes: “El cliente está angustiado, muerto, derrotado”. “Te gritan, te insultan, te amenazan. Ahora mismo hay un señor afuera que me dijo que me iba a esperar y que tenía un revólver preparado para pegarme un tiro.” “Los primeros días la gente se agolpaba y de a varios te atacaban e insultaban. Nadie intervino para evitar la muchedumbre y el efecto contagio, bastaba que uno empezara a insultarte para que todos se sumaran.” “A mí me da mucha pena cuando piden una excepción y te cuentan para qué necesitan el dinero, como si no les perteneciera.” “Algunos intentan sobornos.” Lo cierto es que “todos quieren hablar con el gerente, sólo su presencia los calma”. Pasar por encima de la caja, visualizada como un parapeto defensivo que les sale al choque. “Algo pasa, no es porque confíen que vayan a resolver el problema, que saben imposible de resolver aquí.” Demanda de autoridad. De que alguien se presente en el lugar del Otro y se haga cargo. Que “dé la cara”. Dice un gerente: “Ellos también tienen otro a quien responderle: tienen que decirles a su mujer, a sus hijos o a sus padres, incluso a su conciencia, que hicieron todo lo posible, que lo intentaron todo”.

* Psicólogo. Consultor en análisis y desarrollo organizacional.

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