PSICOLOGíA › ERNEST JONES, BIOGRAFO DE FREUD
Cruda castración discipular
Por Germán García*
Hace unos dos años comenzamos a investigar la correspondencia de Sigmund Freud, para captar la dimensión sensible y contingente de una “experiencia” donde la agudeza, el hallazgo, los matices clínicos, podían enseñar algo que para nada estaba conceptualizado y, mucho menos, formalizado. Lo importante, para nosotros, es la publicación reciente en nuestra lengua de la Correspondencia completa (1908/
1939) de Freud con quien configuró el movimiento internacional del psicoanálisis: Ernest Jones, el galés elegante conocido por sus enredos con las mujeres.
Este documento fue publicado por Editorial Síntesis (Madrid, 2001), que también publicó dos tomos de la correspondencia con Sandor Ferenczi, además del intercambio epistolar con el sobrino de Manchester.
Así como las “debilidades” de Sandor Ferenczi gozan de la simpatía de aquellos que sueñan con la transgresión y temen no estar a la altura, la rapidez política de Ernest Jones, más su inteligente comprensión de la sensibilidad de Sigmund Freud, han provocado una consolidada transferencia negativa convertida en doxa seudoanalítica.
De las casi mil páginas de esta correspondencia que se extiende a lo largo de treinta años puede extraerse un mapa de las corrientes libidinales y las redes de pasiones que sostuvieron la expansión del psicoanálisis, así como su traslación a la cultura anglosajona, sin la que no hubiera sobrevivido a las dos guerras mundiales.
Ernest Jones, el 19 de junio de 1910, le escribe a Freud: “Respecto de la originalidad que usted menciona, creo que es un ideal mucho más razonable el de intentar desarrollar la propia capacidad en cualquier dirección que el de simplemente intentar ser ‘original’. El complejo de originalidad no es muy fuerte en mí; mis ambiciones son más bien saber, estar ‘detrás del telón’ y ‘en el secreto’, más que descubrir. Me doy cuenta de que tengo muy poco talento para la originalidad, cualquier talento que pueda tener radica más bien en el sentido de ser capaz de ver, quizás rápidamente, lo que otros muestran: sin duda esto tiene también su utilidad en este mundo. Por tanto, mi trabajo será el de intentar trabajar en detalle e intentar encontrar nuevas demostraciones de lo verdadero de las ideas que otros han sugerido. Para mí, el trabajo es como una mujer que espera un hijo; para los hombres como usted, supongo que es más bien como la fertilización masculina. Está expresado crudamente, pero creo que entiende usted lo que quiero decir”.
Seguro, Sigmund Freud entendió bien. Alguien había entendido y aceptado su fantasía, su punto de vista, que es, “crudamente” dicho, la castración que se pone en juego en la relación discipular.
Veinte años menor que Sigmund Freud, conocedor de la neurología, escribió la mejor lectura del “Proyecto de una psicología para neurólogos”, además de una biografía que, por supuesto, no puede ser del gusto de los historiadores. Tampoco lo desea. Ernest Jones trabajó para la política del psicoanálisis, no para gloria de la universidad.
Jones, inventor del neologismo “racionalización” y del Comité de los Anillos, fue también quien persuadió a Freud para que en junio de 1938 dejara Viena, quien creó en 1919 la Sociedad Psicoanalítica Británica, quien fundó el International Journal of Psycho-Analysis en 1920, y la Biblioteca Psicoanalítica Internacional en 1921. Y organizó la emigración de los psicoanalistas judíos, primero desde Berlín tras el ascenso de Hitler, y después desde Viena.
La importancia política de Jones es analizada con detalles por Jacques Lacan en “De un silabario a posteriori” (Escritos 2, pág. 696).
* Fragmento del trabajo “Clínica y política en la correspondencia de Sigmund Freud. Ernest Jones/Sandor Ferenczi”.