Miércoles, 22 de agosto de 2007 | Hoy
REPORTAJES › BERNARDO KOSACOFF, DIRECTOR DE LA CEPAL
Bernardo Kosacoff, jefe de la oficina local de la Cepal, desgrana en esta entrevista los avances de la actual gestión y el panorama para la próxima. ¿Será el futuro ministro de Economía en una gestión de Cristina Kirchner?
Por Cledis Candelaresi
Podría decirse que Bernardo Kosacoff está de moda. El director de la oficina en Buenos Aires de la Cepal es tan convocado en ámbitos académicos como orador para actos empresarios, donde honra su especialización en temas industriales. Quizá la presión sobre su agenda sea mayor desde que, oficiosamente, se lo sindica como uno de los eventuales candidatos al Ministerio de Economía de Cristina Kirchner. “Me enorgullece que piensen en mí, pero no recibí ningún ofrecimiento”, aclara con pudor el economista que, en diálogo con Página/12, se anima con una afirmación osada: “Habría que ver si no es posible cobrar más tarifas a los ricos y abaratar la garrafa que usan los pobres”.
–¿La locura de Daniel Varizat, los sobreprecios de Skanska o la bolsa de Felisa Miceli comprometen el clima de inversión? ¿O el capital sólo es sensible a la tasa de retorno?
–Para que haya una inversión tiene que haber un negocio. Obviamente, cuando menos incertidumbre exista es más fácil que se concreten las iniciativas empresariales. Cuando se piensa atraer al capital extranjero es necesario cierta certidumbre, en particular si se quieren inversiones directas. La otra forma de afluencia de fondos externos está asociada a las crisis: vienen cuando los activos locales están devaluados. Eso ocurrió en las crisis de Corea, España, México, Brasil o en el Tequila nuestro.
–¿Las empresas locales que están irrumpiendo fuerte, en particular en el área energética, como Electroingeniería o el Fondo Dolphin, son las aventajadas, como fueron en los ’80 las de la “patria contratista” o en la década pasada las adjudicatarias de las privatizaciones?
–Siempre la dinámica de cambio estructural en la Argentina estuvo asociada a políticas públicas que fueron cambiando. En el desarrollismo de Frondizi hubo participación de empresas extranjeras en el rubro automotor o petroquímico. Después se desarrollaron las industrias de insumos básicos, empezando con Aluar en el peronismo. Otra dinámica de cambio fue la de las privatizaciones. Este momento es diferente, porque no hay cambio estructural. Hubo una extraordinaria recuperación del aparato productivo, pero de la que no surge ningún ganador nítido.
–¿Coincide con la idea de que esa auge en parte está soportada por las inversiones que se hicieron en los ’90, en particular en el área infraestructura?
–Eso es claro, en particular en infraestructura. Pero también es claro, al ver los números agregados, que en 2001 y 2002 teníamos una inversión del 11 por ciento del PBI, que no alcanzaba siquiera para cubrir la amortización de capital. Hoy se duplicó.
–¿Es bueno o malo que la inversión se esté financiando básicamente con el ahorro interno, como se jacta la conducción económica?
–Es un punto absolutamente rescatable del modelo económico que se haya reforzado el ahorro interno. Argentina necesita mantener en forma sostenida sus niveles de inversión, básicamente en bienes transables, lo que impone la obligación de reforzar el ahorro doméstico. Y para esto es clave mantener la consistencia macroeconómica.
–Hay quienes advierten que esa consistencia macroeconómica peligra porque el nivel de gasto público está aumentando a mayor ritmo que los ingresos. ¿Le preocupa la eventual desaparición de los superávit gemelos (fiscal y comercial)?
–Treinta años de crisis nos enseñaron que la condición primaria para el desarrollo es tener consistencia macroeconómica y cuenta corriente superavitaria. Pero también nos enseñaron que hay que ocuparse del desarrollo. El principal desafío de los próximos años es que Argentina los transite sin crisis, que genere más riqueza y la distribuya mejor.
–Insisto. ¿No le preocupa la desaparición del superávit?
–Justamente lo que hay que ver es cómo tener la mejor calidad del gasto público sin volver a los déficit, porque esto impediría ocuparse de la agenda del desarrollo. Es muy difícil transitar una economía normalizada y crecer si no tenemos una situación fiscal controlada.
–¿El último aumento a los jubilados no pone en riesgo ese objetivo?
–Es una de las cosas más justas que se hicieron y que en parte está compensando la variación en el poder de compra que tienen los sectores menos protegidos. Pero hay que hacer bien las cuentas para ver si en algunos lugares en que se está gastando de más se pueden hacer recortes o si se pueden conseguir ingresos adicionales.
–¿Qué gastos estarían a priori sujetos a revisión?
–Especialmente aquellos que tienen que ver con subsidios asociados al 10 por ciento más rico de la población.
–¿Se refiere, por ejemplo, a las tarifas de servicios públicos, que están parcialmente congeladas, fijas para los usuarios residenciales?
–Si están asociadas a los sectores de más altos ingresos, sí. Justamente hay que hacer las cuentas bien y debe haber un debate para ver si no es una fuente de ingresos importante con un efecto distributivo más progresivo. Al mismo tiempo, hay que ver cómo se protege al sector más débil. Igualmente habría que revisar si la devolución del IVA sobre las compras con tarjetas no debería se un mecanismo limitado a los sectores de ingresos más bajos. En energía habría que ver si no es posible cobrar más tarifas a los ricos y abaratar la garrafa que usan los pobres.
–¿Propone entonces un sistema de subsidios cruzados?
–Como tienen muchos países. Estoy de acuerdo con las intervenciones, aunque éstas tienen que ser transparentes y con un efecto progresivo.
–¿Le parece bien que para mantener bajos algunos precios energéticos el Estado haya asumido hacer por sí mismo inversiones en el área?
–Me parece que el sector público puede hacer algunas inversiones. Pero esto debe complementarse con incentivos para la privada.
–¿Es un buen mecanismo el del fondo fiduciario para costear inversiones en infraestructura energética?
–El fondo fiduciario puede ser un buen mecanismo. Pero es importante que sea transparente y se pueda evaluar y demostrar la calidad del gasto que se cubre con él. No conozco con precisión cómo están funcionando hoy para hacer un comentario más preciso.
–Usted dijo que “Argentina no puede ser competitiva con salarios bajos”. ¿Significa que hay que subir los salarios en dólares?
–Argentina tiene que generar riqueza de más calidad, con productos más tecnificados y para eso se necesita mano de obra calificada.
–¿Hay que aumentar la torta o cambiar el modo de repartirla?
–Hay que agrandar la torta con otro patrón distributivo. Todas las medidas de política económica deben estar orientadas en ese sentido. Argentina tiene que generar más riqueza y distribuirla mejor. Un desafío es competir por la calidad de mano de obra y no con salarios bajos. La economía está muy diferenciada. Hay un sector de ingresos en blanco que tiene un poder de compra parecido al de la convertibildad y otro informal que está muy por debajo.
–¿Significa que no todo estuvo tan mal en la década pasada?
–La economía no es lineal. Yo escribí varios libros criticando el sistema de incentivos y el marco económico. Pero también hubo una serie de elementos que permitieron recuperarnos cuando vino el colapso: hubo gente que se capacitó, empresas que invirtieron, se fortaleció la infraestructura en muchas áreas. También en recursos naturales. Todo eso permitió un avance luego, cuando se pusieron los incentivos correctos. Un ejemplo es el sector agropecuario. Con las notables mejoras que tuvo en los años ’90, muchos terminaron con campos hipotecados. Con precios relativos e incentivos más adecuados continuó el crecimiento.
–¿La inflación es hoy un problema de codicia empresaria, de búsqueda de más renta?
–No. Es más complejo. Se terminó la emisión monetaria como causa de inflación. Pero ahora hay una oferta restringida y cuando esto ocurre se tiende a ajustar por precio y no por cantidad. La clave es cómo se la ajusta para responder a una mayor demanda.
–Entonces los controles de precios no sirven para solucionar el problema...
–Uno puede tener algún tipo de intervención. Pero lo que hay que buscar es la mejora de la oferta de bienes, en cantidad y calidad, y regular para que haya competencia.
–¿Cuáles cree que son las prioridades del ministro de Economía de la próxima gestión de gobierno?
–Que no haya ninguna crisis. Y para que esto suceda es clave cómo incentivar para que se produzca más. La otra cuestión es generar un modelo más inclusivo que mejore las cosas para el 20 por ciento más pobre.
–¿Debería tomar algún recaudo por si el contexto internacional no es tan favorable?
–Definitivamente. Cuando se tiene prudencia en los temas “macro”, se tiene una política de acumulación de reserva y de inversión a partir del ahorro doméstico desarrollamos nuestras fortalezas en un mundo que fue absolutamente favorable en los últimos cinco años pero que tiene volatilidad.
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