SOCIEDAD

Dos muertes en Ciudad Oculta, la nueva sospecha sobre la Federal

La Policía dice que dos ladrones murieron en un tiroteo. Pero los testigos tienen otra versión: que a uno lo fusilaron y al otro lo mataron a golpes. Una protesta fue disuelta a balazos.

 Por Horacio Cecchi

Desde hace casi 20 días, en Ciudad Oculta sobrevuelan las sombras de dos versiones distintas sobre una misma realidad. Esa realidad la encarnan “El Chelo” Portillo y Gustavo “Cordero” Cordel, muertos en un enfrentamiento tras robar dos autos (según la versión policial), o muertos uno de ellos desarmado y pidiendo clemencia, y el otro con la cabeza, el bazo y el tórax destrozados a golpes después de dos días de agonía, según la versión familiar y de testigos del hecho. En ambas versiones, dos mujeres paraguayas, de 45 y 25 años, resultaron heridas cuando se dirigían al trabajo. A la más joven le amputaron la pierna. La segunda todavía tiene el plomo en su pantorrilla. Una protesta vecinal fue disuelta a tiros. Los velorios, también.
El domingo 1º de setiembre, “El Chelo” Portillo (19) y “Cordero” Cordel (24) fueron a bailar a Flores. Horas después, en la madrugada del lunes 2, aparecieron enredados en su propia muerte. El trayecto sólo lo conocen ellos. Sólo se sabe con certeza que ambos venían montados a un Escort bordó robado en Mataderos. “Cometieron un par de hechos en el Bajo Flores –sostiene la versión policial–. Eran cuatro. En Floresta robaron un 405 azul. En el Escort iban Portillo y Cordel, y en el 405 los otros dos. El Escort es divisado por un patrullero de la 40ª que no se percata del auto azul, se produce un intercambio de disparos en Lacarra y Eva Perón y los dos autos entran en Ciudad Oculta. El bordó choca con un montículo y es embestido por el Peugeot. Los ocupantes del Peugeot fugan.”
Hasta ese punto, ambas versiones no difieren demasiado. La policía los acusa y los familiares no niegan que El Chelo y Cordero viajaban en el auto bordó. Pero, a partir de allí, el final de ambos chicos es contradictorio según la versión que se trate. “Uno sale del auto bordó –sostienen en la Comisaría 48ª, con jurisdicción en la zona–, tira un par de tiros, y muere en el enfrentamiento. Al otro hay que sacarlo de dentro del auto y muere con el bazo y el tórax destrozados un día después.”
“Te están matando a tu hijo”, le avisó una vecina a Carmen Manzanares, madre de El Chelo. Eran las 5.55. Carmen corrió hacia Echeandía y Luis Herrera. Allí se encontró con uno de los hermanos del Cordero. Un vallado policial les impidió el paso. Lo que se enteró se lo relataron los vecinos. Página/12 logró hablar con algunos de ellos. La consigna: sin nombre ni fotos. “Escuché las sirenas, una frenada, un choque y tres tiros –describió uno de los testigos–. Después, al Chelo gritando ‘¡no tiren, no tengo nada!’. Después sonaron un montón de tiros.”
Otro testimonio de alguien que vio todo a través de la ventana, pero con la luz apagada para no ser descubierto, asegura que El Chelo se “levantó la remera para mostrar que no tenía armas. La policía les gritó ‘¡quietos, no se muevan!’, y después también ‘¡quietos, ya está, ya está!’. Y después le tiraron como ocho veces”. La suerte del Cordero no fue mejor: según los vecinos, con el choque salió limpito por el parabrisas. Tenía un disparo en una mano y otro en una pierna. “Se fue arrastrando y gritaba que no lo maten y le empezaron a dar y a dar. Se abrazó contra ese poste de luz de tantos culatazos y patadas que le daban. Después lo levantaron y se lo llevaron.” Lo internaron en el Santojanni, en coma y con custodia. El martes 3 falleció. “Uno de mis hermanos lo vio –aseguró Karina Cordel, hermana del Cordero– en el hospital. Tenía la cabeza destrozada, irreconocible.”
Durante la persecución, antes del desenlace, dos mujeres (de 45 y 25 años) se dirigían al trabajo, por Echeandía, a dos cuadras de Herrera y alejándose del cruce de ambas calles. En dirección contraria y por la misma calle, avanzaban el Escort, el 405 y la policía, a los tiros. Una bala impactó en la pierna izquierda de la más joven y atravesó la derecha de la otra. A la más joven debieron amputarle la mitad de su pierna. La mayor todavía tiene el plomo encima. Es curioso el recorrido de la bala: impactó de delante hacia atrás, o sea, en la misma dirección en que avanzaban los ladrones, perseguidores y balas policiales, basándose en elsupuesto de que, de disparar durante una persecución, los ladrones suelen hacerlo hacia atrás. En el sumario presentado por la 48ª al Juzgado 11, de Luis Rodríguez, no aparece el testimonio de ambas víctimas. Según aseguran los federales, “no quisieron declarar y están amparadas por ese derecho”. Según los vecinos: “Porque tienen miedo”.

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Los reclamos, cada vez más fuertes en Ciudad Oculta: los padres de Chelo y la hermana de Cordero.
 
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