Jueves, 16 de octubre de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › POLéMICA ENTRE LA IGLESIA Y LOS GAYS POR LA SUPUESTA HOMOSEXUALIDAD DEL FAMOSO PRELADO INGLéS
Activistas gays británicos se oponen a la exhumación y beatificación del cardenal fallecido en 1890 que impulsa el papa Benedicto XVI. Argumentan que el cardenal era homosexual y que convivía con un hombre, otro religioso.
Por Juan Bedoya *
La orden de Benedicto XVI de remover la tumba del cardenal inglés John Henry Newman, uno de sus guías intelectuales, para agilizar la beatificación del famoso prelado, levantó gran escándalo en el orbe católico por el lado que menos se esperaba: el sexo. “El cardenal Newman era homosexual”, proclaman los activistas gays británicos. Usan para ello la oración fúnebre que dedicó a su colaborador, el padre Ambrose St. John, 15 años más joven que él, fallecido en 1875. Vivieron juntos 30 años. El cardenal le sobrevivió otros 15 y pidió ser enterrado en la misma tumba que Ambrose, al que “había amado con un amor tan fuerte como el de un hombre por una mujer”. Son sus propias palabras.
Peter Thatchell, activista de los derechos de los homosexuales británicos, interpreta ese pasaje como una “salida del armario”. Ve la misma intención en la inscripción que hay sobre la tumba del cardenal y su amigo en Rednall, un pueblo del centro de Inglaterra: Ex umbris et imaginibus in Veritatem (De las sombras y de las imágenes hacia la Verdad), dice el epitafio.
Los activistas gays pretenden que los miembros del clero y los políticos reconozcan sus tendencias sexuales. La bandera del cardenal Newman es imponente para ese empeño, por el impacto universal de su figura. Si Benedicto XVI culmina el proceso canónico, John Henry Newman, el más ilustre de los conversos ingleses, será el primer santo católico de ese país procedente del anglicanismo. Pero los pasos previos están siendo procelosos. Roma necesita la autorización del gobierno británico para trasladar la famosa sepultura desde Rednall hasta la basílica de Birmingham. La intención es que los peregrinos veneren al beato en un lugar apropiado. La vieja ciudad industrial ya sueña con masivas incursiones turísticas, como un Lourdes a la inglesa.
“Esta profanación viola la voluntad expresa del cardenal de ser enterrado al lado de su amante. La Iglesia católica, que odia a los homosexuales, quiere ocultar el hecho de que su futuro santo fuera homosexual. No sé si tuvieron relaciones sexuales, pero vivieron juntos y se amaron”, protesta Thatchell. La polémica es espinosa, pero vieja. El afeminamiento de Newman y sus amistades íntimas fueron comidilla de maledicentes en su época. Tampoco es la primera vez que se escribe sobre el asunto.
El diario católico Church Times preguntó a sus lectores, agobiado por el miedo al lobby gay, implacable en este tipo de batallas. Sólo el 20 por ciento de los que respondieron aprueba la decisión del episcopado. El Times califica la campaña de Thatchell de “violación póstuma de un alma sensible por otra salvaje”. Otros periódicos condenan la tendencia de la comunidad gay a apropiarse de los héroes de la historia británica: ayer, el general Bernard Law Montgomery o Benjamin Disraeli, primer ministro de la reina Victoria; hoy, Newman. La polémica saltó el Canal de la Mancha, con igual virulencia. “Mgr. Newman était-il gay? Shocking!” (“¿Monseñor Newman era gay? ¡Muy fuerte!”), titulaba su crónica el corresponsal en Londres de Le Monde, Marc Roche.
¿Por qué tanto revuelo en torno de un sermón, supuestamente equívoco, de un cardenal que murió hace 110 años, a los 89 de edad? La respuesta está en la imponente personalidad de Newman, una de las grandes figuras del pensamiento anglicano y católico. Algunas de sus ideas sobre la libertad de pensamiento dentro de las iglesias, o sobre la relación de fe y razón, se plasmaron en el Concilio Vaticano II (1962-1965).
Cuando Tony Blair, el ex primer ministro británico, acudió el año pasado a visitar al Papa para publicitar su sonada conversión al catolicismo, el líder laborista, anglicano de nacimiento, llevaba en su cartera tres retratos del cardenal Newman. Era su regalo a Benedicto XVI porque, como declaró Blair, el más celebre predicador inglés era el “pensador y escritor preferido” del pontífice y teólogo Ratzinger.
Se acaba de documentar esa comunión intelectual en un libro en inglés titulado Benedict XVI and cardinal Newman, de Peter Jennings, con una selección de escritos del cardenal Ratzinger y del cardenal Newman.
Nacido en Londres en 1801, hijo de banqueros, estudió en la universidad de Oxford, de la que fue también profesor. Allí se estrenó en 1825 como pastor de la Iglesia anglicana. Sus primeros escritos y sermones, todavía como anglicano –la Iglesia nacional de Inglaterra tras la ruptura del rey Enrique VIII con Roma–, no anticipaban su conversión al catolicismo, que causó gran sensación en la época. Newman había liderado el llamado Movimiento de Oxford, creado con la intención de restituir a la Iglesia anglicana el derecho a considerarse parte de la Iglesia universal, como la católica y las ortodoxas, sin “romanizarla”, pero remontándola a la tradición de los grandes padres y teólogos cristianos. El cardenal escribió en esa época algunas de sus grandes obras.
Pero sus propuestas reformistas, ya en plena fama, chocaban con las jerarquías de su confesión y en la Universidad de Oxford. En 1842 se retiró a estudiar y a meditar. El 9 de octubre de 1845 abrazó el catolicismo. En 1879 fue nombrado cardenal por León XIII. Juan Pablo II lo proclamó venerable (primer peldaño hacia la canonización) en 1991, previo reconocimiento de la “heroicidad de sus virtudes”.
* De El País, de Madrid. Especial para PáginaI12.
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