Miércoles, 28 de enero de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Emir Sader *
El Foro Social Mundial surgió como alternativa al Foro Económico de Davos, en medio del auge mundial del neoliberalismo. Primero hubo manifestaciones antiDavos en Suiza; luego los movimientos de resistencia al neoliberalismo –siguiendo la iniciativa de Bernard Cassen– se propusieron organizar un Foro Social Mundial (FSM) antagónico al de Davos. Porto Alegre fue escogida como sede, por estar en la periferia del capitalismo en América latina, víctima preferida de las políticas neoliberales y donde se desarrollaba una importante resistencia a éstas, como la de los zapatistas, el brasileño Movimiento Sin Tierra (MST), los de indígenas de Bolivia y Ecuador, entre otros. Elegir a Brasil reconocía, a la vez, la acción de las más destacadas formaciones de su izquierda –el Partido de los Trabajadores, la Central Unica de Trabajadores, el MST– y al hacerlo en Porto Alegre las políticas inauguradas allí de presupuesto participativo.
Los foros se caracterizaron por la afirmación de que “otro mundo es posible”, frente a los intentos de imponer un “pensamiento único”, del Consenso de Washington y del “fin de la historia”, sumándose a la percepción de que las alternativas políticas habían perdido vigencia ante un modelo que se pretendía incontrolable, basado en los “ajustes fiscales”. La adhesión de muchas fuerzas políticas a este modelo –primero de la derecha, luego los nacionalistas y los socialdemócratas– inducía a confirmar la existencia de una única vía.
El FSM se oponía frontalmente a esa interpretación reduccionista proponiéndose agrupar a todas las fuerzas de oposición al neoliberalismo –cuya capacidad para abarcarlas había quedado confirmada con las manifestaciones contra la Organización Mundial de Comercio, que comenzaron en Seattle y se extendieron a otras ciudades–, intercambiar experiencias y coordinar sus luchas.
En una primera etapa, se trató de la resistencia contra la “libre circulación del capital”, la dictadura de la economía sobre la esfera social, el mundo unipolar imperial estadounidense, la devastación ambiental, el monopolio privado de los medios de comunicación. Las movilizaciones contra la guerra en Irak fueron el punto culminante de esa etapa, aunque las organizaciones no gubernamentales –predominantes en la organización de los foros– se resistían a incluir los temas de la guerra y la paz entre las cuestiones principales de los encuentros.
Las sucesivas crisis neoliberales –desde la mexicana a la argentina, pasando por la asiática, la rusa y la brasileña– llevaron al agotamiento del modelo neoliberal, lo que coincidió con el surgimiento de gobiernos electos en Latinoamérica en una dimensión que expresaba la disputa por la hegemonía, que pasaba a colocarse como central en la lucha contra el neoliberalismo –que inició Hugo Chávez en 1988 y continuó la impresionante sucesión de Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner, Tabaré Vázquez, Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo–.
Los foros pasaron a tener que enfrentarse a nuevos dilemas: ¿qué actitud se toma frente a esos gobiernos, representantes de la avanzada en la confrontación al neoliberalismo y por la construcción de alternativas a su modelo? No estaban preparados, porque se habían organizado para la fase de resistencia limitando su acción a una supuesta “sociedad civil”, excluyendo la esfera política y, con ella, a los partidos políticos, el Estado, los gobiernos, la estrategia. En ese contexto, los foros fueron girando en falso, dejando de ser el centro de la oposición antineoliberal, transferida ésta a los gobiernos, que pusieron en práctica niveles mayores o menores de ruptura con el modelo.
El foro que comenzó ayer, que significativamente se realiza en América latina (Belem, Brasil) –el eslabón más débil en la cadena neoliberal–, tiene la posibilidad de superar esa descomposición y redefinir su esfera de actuación, tanto en relación con el restablecimiento –de otra forma– de relaciones entre la esfera social y la política –única manera de disputar una nueva hegemonía, de enfrentar realmente la construcción de “otro mundo posible”– como en la lucha contra las guerras imperialistas estaodunidenses. El escenario latinoamericano favorece la fuerte impronta regional que debe tener la reunión, con análisis y balances de los diez años transcurridos desde la elección del primer gobierno alternativo en el subcontinente.
Por eso, serán temas centrales del Foro de Belém una nueva arquitectura financiera internacional, la definición de plataformas posneoliberales, la construcción de procesos de paz justos en los epicentros de las “guerras infinitas” –Irak, Afganistán, Palestina, Colombia–; el avance en la organización de una prensa pública alternativa y los caminos de tránsito hacia un mundo multipolar. Es el momento de la construcción de alternativas concretas al neoliberalismo, a escala mundial, regional y local. Es la ocasión del foro para reciclarse y estar a la altura del mayor desafío al que se coloca a la izquierda en el comienzo del nuevo siglo. América latina ha avanzado significativamente en esa dirección. Resta al FSM aceptar el desafío y reinsertarse claramente en la construcción de “otro mundo posible”, que ya comenzó en esta parte del mundo, justamente donde el FSM escogió para darse su sede privilegiada.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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