Miércoles, 28 de enero de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Omar Adrián Avendaño *
Los últimos 25 años de democracia nos permitieron dejar atrás trágicas dictaduras, la guerra de Malvinas, el bipartidismo, la caída del Muro de Berlín, el apogeo tecnológico, la crisis de 2001, el ocaso financiero americano y sucesos de diversa índole. La nueva configuración política de los países y sus asociaciones regionales provoca un de-sarrollo que busca establecer condiciones de igualdad frente a los efectos residuales de capitalismo vs. socialismo y la visión única neoliberal de los ‘90. La actual multilateralidad es la expresión política más importante de la comunidad internacional.
La política de nuestro país ¿ha reconfigurado sus doctrinas, ideas y métodos a la altura del de-sarrollo alcanzado por la tecnología y la cultura en la sociedad? Ciencia y tecnología han adquirido un notable despegue frente al desconcierto con que la clase política ha tomado el desafío de repensar sus ideas y métodos. Ejemplo: la Unión Cívica Radical. Los dos últimos documentos –ambos elaborados en un contexto mundial donde la OTAN y el Pacto de Varsovia eran los regentes del mundo– que la rigen son “La contradicción fundamental”, que puso fin al antagonismo visceral con el peronismo, y el discurso de Alfonsín de Parque Norte, que fijó sólidos fundamentos de un Estado democrático moderno.
El mundo cambió. Las nuevas generaciones consolidan sus procesos democráticos luchando por la inclusión de los sectores postergados y el respeto por los derechos civiles. Utilizan la tecnología a su alcance y renuevan aspectos culturales... ¿y qué hace la política?
Es ineludible no volver a lo peor del pasado. En estos 25 años, el radicalismo dejó dos principios con los cuales se debe reconstruir la valoración de ideas: el fin del antiperonismo y la necesidad de lograr consensos. Alfonsín tuvo un rol fundamental en la democratización del peronismo, tanto por su triunfo como por la predisposición al diálogo durante su mandato. Entre quienes practican la política actual están los que pretenden ser dirigentes (por el clientelista “dirigir gentes”), y quienes asumen que la sociedad evoluciona y esperan encontrar ideas y métodos para promover el progreso. En 2007 más de un 60 por ciento acompañó fórmulas integradas por un peronista y un radical. Con matices, todas asumían un rol protagónico para el Estado democrático. Esta es la expresión política más importante de nuestro país. El radicalismo debe revertir este orden y repensarse en los contextos tecnológico y cultural y asumir que las asociaciones profesionales y gremiales, las universidades y las referencias territoriales son los pilares que sustentan su renovación. Sólo así los frentes políticos donde participen radicales se transformarán en una plataforma cívica con vocación de cambio y de poder.
* Integrante de Consenso Federal.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.