SOCIEDAD › LA PATOTA DE LA UCEP, CON APOYO POLICIAL, ARRASó CON UNA HUERTA COMUNITARIA

Otro desalojo con topadora

El predio, ubicado en Caballito, era un baldío hasta que fue recuperado por un grupo de jóvenes. Allí habían montado una huerta orgánica en la que participaban habitantes del barrio; con el argumento de “riesgo ambiental y sanitario”, fue desalojada de madrugada.

El predio de no más de 30 metros por 10, entre una calesita y la plaza Giordano Bruno, a la vera de las vías del ferrocarril Sarmiento, en Caballito, era la Huerta Orgázmika, un espacio en el que un grupo de jóvenes lograron, a través del cuidado de vegetales y producción de alimentos, recuperar un baldío y activar la participación comunitaria que surgió con el reverdecer de las agrupaciones vecinales en 2001. Luego de siete años y medio de vida, una patota de la Unidad de Control de Espacio Público (UCEP), apoyada por tres grupos de Infantería y más de 20 efectivos de la Policía Federal, irrumpió a las cuatro de la madrugada, desalojó el lugar y arrasaron con todo a fuerza de topadora. El predio, que pertenece a la Onabe, fue desalojado por decreto, argumentando “riesgo ambiental y sanitario”: había una bañera con plantas acuáticas donde podían criarse mosquitos, argumentaron en el gobierno porteño.

Con el predio ya perdido, y luego de una asamblea sobre la calle Rojas, a la vera de las vías, los participantes del proyecto, junto a miembros de agrupaciones que se solidarizaron con el grupo y algunos vecinos, recorrieron las calles del barrio porteño para “canalizar la frustración” que les provocó la pérdida. Dejaron para hoy el análisis sobre los pasos y la posibilidad de rearmar la huerta orgánica comunitaria en otro lugar. “Es terrible. Ahora ya no hay nada que se pueda mostrar”, lamentó Héctor Mendizábal, uno de los jóvenes que conforma el núcleo del colectivo que sostenía la huerta. Es que, si bien un grupo de no más de diez jóvenes son los impulsores del proyecto, las puertas de huerta estaban abiertas para todos. “Cualquiera se acercaba y podía participar”, aseguró Mendizábal, respecto no sólo de los trabajos de mantenimiento de la huerta, compuesta por más de 100 especies vegetales, sino de los talleres de cocina, permacultura y plantas medicinales que allí tenían lugar de lunes a lunes. La mayoría del grupo permanente vive a dos cuadras del predio. Llegaron al lugar en pleno desalojo, alertados por una vecina. “La despertaron los ruidos de las topadoras. Claro, si tiraron todo abajo. No dejaron nada”, reflexionó Nitai Riveli, una de las chicas que fue amenazada e insultada por los policías que destruían la huerta frente a sus ojos. “Nos amenazaban con que nos iban a llevar presos y nos gritaron que no teníamos derecho a nada. A dos compañeros los golpearon”, agregó.

Según Riveli, “no presentaron ningún papel” donde figurara una orden de desalojo ni las razones de ese procedimiento. “Una cita con funcionarios del Ministerio de Ambiente y Espacio Público y de la Defensoría del Pueblo para el jueves fue “la única respuesta e información que nos dieron. Al parecer, la Defensoría informó que la huerta era un foco de cría del mosquito que contagia el dengue, pero no nos explicaron del todo”, remarcó la joven.

Los jóvenes reconocieron entre el grupo de efectivos de las fuerzas de seguridad estatales al director general del CGP Nº 6, Marcelo Iambrich, con el que habían mantenido una reunión hace no más de 20 días: “Nos había dicho que no nos preocupemos. Que la atención estaba puesta sobre otra cosa y que no nos iban a sacar”, expresó Riveli. Desde octubre de 2008, un grupo de representantes de la Huerta Orgázmika venía manteniendo reuniones periódicas con él “en las que buscamos una solución al conflicto” que se inició con el intento de desalojo decretado por el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, en septiembre de 2008. Esa orden no prosperó en ese momento por la presentación de un recurso de amparo. “En los últimos encuentros nos habían prometido que iban a regularizar la situación, que íbamos a poder quedarnos con el lugar”, destacó Mendizábal.

Nada de eso parece que va a ocurrir. Desde el gobierno porteño explicaron que el procedimiento se basó en “informes del Instituto Pasteur y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad en los que se alerta sobre riesgo ambiental y sanitario del lugar, donde existe una letrina, un horno y dos bañeras que eran utilizadas al aire libre”. Riveli confirmó la existencia de “un horno de barro, un baño seco y una bañera donde vivían plantas acuáticas. Todo cuidado por nosotros”, agregó mientras se preguntó qué clase de peligro sanitario podían englobar esos elementos. Fuentes del gobierno porteño remarcaron que el operativo “está respaldado por un decreto que autoriza los desalojos administrativos”.

Unas 400 personas recorrieron unas 15 cuadras, bailaron al ritmo de los tambores en Rivadavia y Acoyte, mientras los pasajeros de los colectivos insultaban para adentro y algunos vecinos apoyaban desde la palabra. “Animo chicos. Ya les vamos a pasar a ellos con la topadora por encima”, alentó una mujer que cruzaba Acoyte. Cuando volvieron, los esperaban pancartas, plantines y pequeñas fogatas, para darles cobijo durante la noche, que pintaba larga. Los policías los miraban detrás de las vallas, aburridos.

Informe: Ailín Bullentini.

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Ayer, los jóvenes que gestionaban la huerta protestaban en las calles de Caballito.
Imagen: Rolando Andrade
 
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