Sábado, 20 de junio de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › TRAS LA CONDENA A PERPETUA, LA POLICíA FUE A BUSCAR AL VIUDO A SU COUNTRY Y LO DETUVO
A pedido del fiscal, el tribunal ordenó la detención de Carlos Carrascosa. Una comisión policial lo llevó esposado desde su casa en el exclusivo country CUBE, en Escobar. La defensa anunció que apelará la nueva sentencia ante la Corte provincial.
Por Horacio Cecchi
Minutos después de las 9 de la mañana de ayer, el fiscal de juicio de San Isidro Diego Molina Pico se presentaba en el despacho del Tribunal Oral 6 de esa localidad para cumplir lo que el jueves había quedado en un cono de sombras: el pedido formal de detención de Carlos Carrascosa, condenado a perpetua por la Cámara de Casación, en cuya sentencia no habían ordenado su detención. Ocho horas más tarde, después de trascendidos, rumores y versiones que hablaban del sí-puede o del no-puede de la Justicia –que decenas de movileros desarrollaban al pie de la puerta de entrada del náutico CUBE, en las barrancas de Escobar–, Carrascosa salió. En camioneta policial y esposado.
El mismo rostro de nada, de todo para dentro, o de aquí-no-ha-pasado-nada que se le conoció antes, durante y después del juicio, aun cuando en alguna audiencia ensayara alguna lágrima. De allí, derecho a la comisaría 1ª de Escobar, que lo derivará a la DDI de San Isidro, donde a última hora de ayer se disponía a pasar la noche a la espera de la decisión de alojamiento del Tribunal 6, presumiblemente la cárcel de Campana.
¿Qué sucederá con el viudo célebre? Si dependiera de la sentencia de Casación, Carrascosa debería formar parte de la población carcelaria bonaerense de aquí a los próximos 24 años, descontados los 42 días que pasó detenido en 2003, y el mes que pasó en la nueva unidad 41 de Campana (y será tema de debate si se consideran como parte de su detención los dos años que pasó en el CUBE de Escobar) con posibilidades de salida anticipada, transitoria y libertad condicional, en la medida en que su buen comportamiento en prisión –que se descuenta– lo habilite a solicitar esas medidas.
Ayer por la mañana, Diego Ferrari, uno de los defensores del viudo célebre, se presentó en La Plata ante el Tribunal de Casación para notificarse de la sentencia y dejar reserva de su futura y escasamente sorpresiva apelación ante la Corte bonaerense.
A esa hora, la defensa especulaba con la posibilidad de que, presentado el anuncio de apelación, el Tribunal Oral 6 pudiera disponer que Carrascosa siga en el mismo estatus de preso tras las rejas de un country tal como lo venía pasando hasta la fecha. “No debiera ser detenido. Siempre estuvo a derecho –argumentó Ferrari a los medios que aguardaban micrófono en mano a la puerta de Casación–. La regla es la libertad, salvo que haya excepciones importantes para suponer que se va a fugar, cosa que no ha pasado en siete años de proceso.”
Pero el caso volvió a dar una sorpresa al viudo célebre y su equipo de abogados. El Tribunal Oral 6 (integrado por los jueces María Etcheverry, Luis Rizzi y Federico Tuyo) ordenó la detención, después de leer detalladamente la sentencia de Casación que cuestionó severamente al mismo tribunal en el análisis y evaluación de la prueba. Detención inmediata. ¿Por qué tomó esa determinación? Porque la presentación de Molina Pico apelaba a la “coherencia”: si cuando el viudo célebre fue condenado por encubrimiento con cinco años y medio de pena fue detenido, por qué ahora, que sobre sus hombros pesa una sentencia a perpetua por homicidio no deberían detenerlo.
Corset de lógica ausente durante una causa que llevó siete años. La orden de detención, que ya había trascendido las paredes del tribunal y de las delegaciones policiales, llegó efectivamente poco antes de las cinco de la tarde a la celda de 60 hectáreas, a orillas del Paraná, donde estaba alojado Carrascosa. La prensa rápidamente dedujo la situación: al country llegaban cuatro patrulleros con uniformados, entre ellos la cúpula de la policía distrital de Escobar. Custodia de lujo, es para Carrascosa, se rumoreó entre los movileros.
Al salir, lo hizo esposado y en dirección a la comisaría 1ª de Escobar, donde se le realizaron las revisaciones médicas pertinentes aunque para el caso, sobreabundantes. Luego, el trayecto de Carrascosa fue hacia la DDI de San Isidro, donde ya había pasado detenido 42 días entre el 12 de abril y el 24 de mayo de 2003 (de donde salió mediante apelación) y un mes tras la condena por encubrimiento. Al cierre de esta edición, se disponía a pasar su primera noche en una celda de la DDI, hasta que el Tribunal decidiera su próximo alojamiento. De seguro, no será como ocurre habitualmente con presos menos célebres y de futuros más aciagos: quedará en un penal cercano y accesible a sus familiares, amigos y abogados, probablemente la Unidad 41 de Campana, nueva y habitada por presos a punto de recuperar su libertad.
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