SOCIEDAD › EL DíA EN QUE ARMSTRONG PISó LA LUNA, ESTADOS UNIDOS PISABA VIETNAM Y ONGANíA HACíA LO MISMO EN LA ARGENTINA

Cuarenta años del lado oscuro de la Tierra

El 20 de julio de 1969, la misión Apolo XI desembarcaba en la superficie lunar. Fue celebrada con vítores y señalada como la más grande hazaña en la historia del hombre. Vietnam, el Cordobazo y el Rosariazo daban cuenta de otras hazañas legendarias.

 Por Carlos Rodríguez

Los diarios de la época la definieron como “la más grande hazaña humana” o “la colosal aventura del espacio”. En la convulsionada Argentina de los ’60, en un año donde se produjeron, en pocos meses, el Cordobazo y los dos Rosariazos que empezaron a destronar al dictador Juan Carlos Onganía –pero no, todavía, a la dictadura de entonces–, la llegada del hombre a la Luna fue un paréntesis que vino del espacio, en vivo y en directo por la televisión. Fue un toque de ciencia ficción –nadie terminaba de dar crédito a lo que se veía por la tele–, en un mundo atravesado por la realidad presente de las guerras en Vietnam, en el Canal de Suez o en la frontera entre El Salvador y Honduras. El módulo lunar LEM, bautizado “Aguila”, se desprendió de la nave madre “Columbia” y según las crónicas de ese tiempo “alunizó”, tomó contacto con la superficie lunar, a las 16.18 (hora argentina) del domingo 20 de julio de 1969. Todavía faltaban varias horas para el momento culminante de la Misión Apolo XI, que llegó a las 22.56 (hora argentina) de ese día, cuando Neil Armstrong, con paso vacilante, caminó por el suelo lunar “de carbón y escoria”, como él mismo describió en uno de sus primeros contactos con la base de Houston.

“En ese año trabajaba en el Canal 13, que transmitió el alunizaje dentro del programa La Feria de la Alegría, que conducían Guillermo Brizuela Méndez y Colomba. Yo no trabajé ese día, pero seguí la transmisión desde mi casa, con mi mujer, mis hermanos y los de mi mujer. Brindamos con champagne cuando Armstrong y (Edwin) Aldrin caminaron por la superficie lunar. Lo primero que pensé, como hombre de la televisión, es en la proyección a futuro que tenía este medio de comunicación. En el poder inconmensurable que tenía la televisión.” Gustavo “Gugui” Riva es uno de los tres hombres más avezados de la TV argentina, después de su hermano, Juan José Riva, que estuvo en la primera transmisión de imágenes televisivas en el país, y de Nicolás del Boca.

Riva, que comenzó como ayudante de cámara, llegó a ser productor ejecutivo y director integral de televisión, y ahora se dedica a la docencia. “Lo que recuerdo de esa transmisión histórica es que tuve la sensación de que habíamos sido tocados por un designio de Dios. Lo que se vivía en la Argentina y en el mundo era una conmoción, una expectativa espectacular”, recuerda Riva en diálogo con Página/12. Todos los canales argentinos, en forma independiente, transmitieron el acontecimiento. La Feria de la Alegría salió, en vivo, desde el estadio Luna Park. “No hubo mucha gente en el estadio y, en ese aspecto, la convocatoria que se hizo fue un fracaso”, admite Riva.

A las 22.56 del 20 de julio se presume que todos los televisores estuvieron encendidos en la Argentina. Claro que no todas las casas tenían acceso a un aparato que era considerado un verdadero lujo. Un televisor marca Columbia tenía un valor, de contado, que oscilaba, según el tamaño, entre los 97 mil y los 115 mil pesos en efectivo. El sueldo mensual de una mucama o de un operario oscilaba entre los 16 mil y los 26 mil pesos. En esos años no existían las transmisiones en vivo en bares y restaurantes. Los que carecían de tele sólo podían apelar a la invitación de un familiar o de un vecino pudientes. O seguir la transmisión por radio.

“Houston. Aquí la base Tranquilidad”, fue lo primero que dijo Armstrong cuando se comunicó con el entonces presidente Richard Nixon, quien conversó por radio con los dos astronautas que pisaron suelo lunar, mientras el tercer hombre de la Misión Apolo XI, Michael Collins, seguía al comando de la nave insignia, dando vueltas alrededor de la Luna, a más de 100 kilómetros del lugar del “alunizaje”. Nixon, desde su despacho en la Casa Blanca, expresó “el orgullo del pueblo norteamericano y de la humanidad” por una hazaña que buscaba “el bien y la paz de la humanidad”.

Ese mismo día había regresado a Washington, procedente de Saigón, el general Earl Wheeler, titular del Estado Mayor Conjunto norteamericano, quien se manifestó “muy satisfecho” de su gira por el frente de guerra en Vietnam. Consideró que la situación estaba “prácticamente bajo control”. Desde Hanoi, Vietnam del Norte, el presidente Ho Chi Minh exigía el retiro de todas las tropas norteamericanas, como única forma de que el país enemigo “recobrara su honor perdido”. El deseo del “tío Ho” recién se cumplió en 1973, con el fin de la intervención norteamericana, aunque la guerra con Vietnam del Sur siguió hasta 1975.

La “paz” que encarnaba la llegada a la Luna estaba en jaque también con la guerra sin cuartel en la zona del Canal de Suez entre Israel y Egipto, y con los enfrentamientos fronterizos entre El Salvador y Honduras. El mismo día de la caminata lunar, en el puerto de La Habana, el gobierno de Fidel Castro les rendía honores a siete naves de guerra soviéticas que habían llegado en “visita fraternal”.

La Guerra Fría entre las dos grandes potencias fue sin duda el motor que impulsó a los norteamericanos a acelerar el viaje tripulado con descenso en la Luna. El 4 de octubre de 1957, los rusos habían puesto en órbita alrededor de la Tierra al satélite Sputnik, luego enviaron al espacio a la perra Laika y en abril de 1961 al primer hombre, Yuri Gagarin. Así llegaron a 1966, cuando “aluniza” el satélite soviético Luna 2. Con la Misión Apolo XI, Estados Unidos recuperó su orgullo, aunque los vietnamitas insistieran en que no “el honor”.

En la Argentina, el dictador Juan Carlos Onganía difundió un mensaje de felicitación al gobierno de Estados Unidos “en esta hora en que el hombre por primera vez desciende sobre el testigo de su historia”, sobre la Luna en la que “miles de generaciones han depositado sus sueños, sus angustias y sus alegrías”. El régimen de facto encabezado por el general Onganía venía de afrontar, en el mes de mayo, dos expresiones populares y masivas de repudio a la dictadura: el primer Rosariazo y el Cordobazo. Por esa razón, en junio de 1969, se había decretado el estado de sitio.

La caída de Onganía se produjo recién en mayo de 1970, luego del segundo Rosariazo y del secuestro, por parte de los Montoneros, del general Pedro Eugenio Aramburu. La resistencia a la dictadura se advertía, incluso, en los estadios deportivos. En ese año 1969, los campeones de fútbol fueron primero Chacarita –en el Metropolitano, por primera vez en su historia– y después Boca Juniors, en el Nacional. Boca repitió en el Nacional de 1970, cuando se hizo famoso un cántico de la hinchada xeneize: “De noche, de día / a Boca no lo paran / ni los tanques de Onganía”.

El lunes 21 de julio de 1969, como todos los diarios locales, Clarín exaltó “la más grande hazaña humana” lograda por la Misión Apolo XI y le dedicó al acontecimiento un suplemento especial de 28 páginas. Los avisos comerciales afirmaban que los termos Lumilagro eran imprescindibles “hasta para ir a la Luna” y anunciaban que Kodak iba a revelar “los secretos de la Luna”, mientras que el Banco Comercial de Buenos Aires avisaba: “Para cualquier negocio con la Luna, consúltenos”.

Las notas, además de informar en detalle sobre el viaje espacial, detallaban el cuidado fisiológico y psicológico de los astronautas, así como “la comida de a bordo”, a base de peras, salchichas, jugo de naranja, cubos de chocolate, carne asada y sopa de arvejas. Claro que la realidad de una Argentina en dictadura se filtraba, a pesar de la euforia espacial, en las páginas del cuerpo principal del diario.

En la página 28 de las noticias nacionales, uno de los títulos decía: “Espectacular procedimiento efectuó DIPA”. La sigla correspondía a la División Informaciones Policiales Antidemocráticas (DIPA), que dependía de Coordinación Federal, uno de los organismos represivos más temidos de la época. Se habla de un operativo en un edificio de Luis María Drago 440 de la Capital Federal. Allí funcionaba la peña folklórica “Martín Fierro”, a la que concurrían “numerosos adherentes a un acto organizado por el disuelto (por la dictadura) Partido Comunista”.

Hubo 180 detenidos, de los cuales recuperaron su libertad “aquellos que no poseían antecedentes delictuosos o que eran ajenos a los fines perseguidos en la reunión” política. De la noticia surge que, aquel 20 de julio de 1969, algunos no pudieron ver la llegada del hombre a la Luna.

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