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El acusado por el crimen de María Eugenia Alzogaray, la mujer policía asesinada cuando custodiaba al camarista Federico Domínguez en marzo de 1999, fue condenado ayer a la pena de prisión perpetua por homicidio calificado. Aunque el tribunal consideró que la intención de Alberto Morales Avalos era cometer un robo, alrededor del caso se barajó siempre la sospecha, no confirmada en el juicio, de que se trató de un supuesto mensaje mafioso hacia Domínguez, presidente del Tribunal de Casación Penal bonaerense, por su participación en un proceso de depuración de la policía provincial.
Morales Avalos, de 33 años, fue condenado por el Tribunal Oral Criminal 4 de Lomas de Zamora a prisión perpetua, una pena menor a la reclusión perpetua que había solicitado el fiscal del juicio, Pablo Pando. Durante el juicio oral y público, el hombre fue identificado por tres de los testigos como el autor material del asesinato de Alzogaray, que en ese momento custodiaba la vivienda de Domínguez, en la localidad de Banfield.
En la resolución, los camaristas Guillermo Roberts, Marcos Martínez y Eduardo Banchieri rechazaron las nulidades presentadas por la defensa de Morales Avalos, que pedía su absolución. Los jueces tomaron como agravantes que Morales Avalos mató a una servidora pública y el trauma que experimentó Federico Domínguez, el hijo adolescente del juez, que presenció el ataque a la mujer policía. Consideraron además la reincidencia del acusado, que desde 2000 cumple una condena a 16 años por otro asesinato, el de un ex policía federal que trabajaba como remisero en el partido de Quilmes.
María Eugenia Alzogaray tenía 23 años, era oficial subinspectora de la Policía Bonaerense y pertenecía a la Dirección Custodias de esa fuerza. El 17 de marzo de 1999, cerca de las 13, fue asesinada de tres balazos mientras dialogaba con el hijo de Domínguez en el interior de una camioneta estacionada en la puerta de la casa del juez, ubicada en Larrea 161 de Banfield.
Según lo reconstruido durante el debate, Morales Avalos se acercó a la ventanilla de la camioneta Volkswagen Saveiro y amenazó con un arma a la mujer, que vestía de civil y no usaba chaleco antibalas, al grito de “Dame todo, dame todo”. El hijo del camarista y principal testigo del crimen relató que en ese momento Alzogaray intentó agarrar su arma reglamentaria, apoyada sobre el tablero del auto, y el delincuente le disparó dos veces en el pecho. Alzogaray le gritó al chico que corriera y luego se abalanzó sobre el delincuente, quien le disparó otros cuatro tiros hasta vaciar el tambor de su revólver calibre 32.
Tras el ataque, Morales Avalos escapó corriendo y se cruzó con el jardinero de una casa vecina, a quien también apuntó y le gatilló el arma, aunque no logró herirlo porque no le quedaban balas. Alzogaray fue trasladada al Hospital Gandulfo pero murió a los pocos minutos de llegar, mientras era operada.
Aunque en esa oportunidad se relacionó el episodio con un supuesto mensaje hacia Domínguez, quien impulsaba la reforma en el seno de la Policía Bonaerense, esa sospecha nunca se confirmó. Sin embargo, ayer, en el momento en que los jueces leían el fallo, Morales Avalos interrumpió la lectura al grito de: “¡Pero cómo, esto no era un homicidio en ocasión de robo!”, y fue retirado de la sala. Minutos después, su suegra se levantó de la butaca y se dirigió a la familia de la policía asesinada: “Tanta repugnacia, tanta mentira y tanta falsedad, da asco escuchar”, y también se retiró junto a su hija, esposa del condenado, y su nieta de cinco años.
“Muy pocas veces se nos da a nosotros la oportunidad de poder hacer justicia. Entendemos que es una condena justa, evidentemente”, dijo Carlos Alzogaray, padre de la víctima y también policía, después de conocer el fallo.