SOCIEDAD › ARMANDO HART DAVALOS, DIRIGENTE DE LA REVOLUCION CUBANA Y EX MINISTRO DE EDUCACION Y DE CULTURA
“A los sabios los hacen dogmáticos sus intérpretes”
“Un sabio, por definición, no puede ser dogmático, porque rompe verdades establecidas”, afirma Armando Hart. “Hay que estudiar todo y sacar de cada lado lo que sirva al objetivo que es la justicia.” Para Hart no hay cultura sin justicia y la cultura es una herramienta para elevar la política.
Por Luis Bruschtein
Por Luis Bruschtein
@”La elaboración intelectual es una necesidad práctica en este momento tan difícil en el mundo, hay que entender el fenómeno y ésa es una tarea de los intelectuales”, afirmó a Página/12 Armando Hart Dávalos, quien dirigió la lucha en las ciudades contra la dictadura de Batista mientras Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra. Cuando triunfó la Revolución fue ministro de Educación y luego de Cultura. Se trata sin duda de uno de los protagonistas más importantes en los últimos cincuenta años de la política cubana. “Hay que retomar las ideas de Fidel y el Che sobre la importancia de lo subjetivo en el socialismo, la unión del pensamiento científico -agregó– con el pensamiento utópico latinoamericano; la idea de lo real maravilloso en el arte; profundizar en la Teología de la Liberación o en las ideas del movimiento de educación popular, todas ellas forman parte de la cultura de América latina, son producto de nuestras realidades.”
–Para mí todo empezó por una cuestión moral. La lucha contra la corrupción que había en Cuba en los años ‘40 unió mucho a los jóvenes y al pueblo alrededor de un gran partido popular. Había un dirigente de ese partido que preconizaba la moral en las costumbres públicas, tenía un lema que decía “Vergüenza contra dinero” y hacía denuncias muy fuertes por televisión. En un momento hizo una denuncia muy fuerte contra alguien y no la pudo probar, lo criticaron, dijo “éste es mi último aldabonazo” y se pegó un tiro. Era el Partido Ortodoxo y el dirigente se llamaba Eduardo Chivás. Teníamos un lema que se parecía bastante al que estaban levantando por aquí los justicialistas, era: “Libertad política, independencia económica y justicia social”. Era el lema del Partido Ortodoxo. Poco después Fulgencio Batista dio un golpe de Estado y abolió la Constitución de los años ‘40. Era una gran Constitución, progresista, legalmente disolvía el latifundio, lo que afectaba a los intereses norteamericanos, no hicieron las leyes reglamentarias porque el sistema se lo impedía, pero era una de las más avanzadas.
–¿Cuántos años tenía usted en ese momento?
–Cuando fue el golpe de Batista, yo terminaba mis estudios de abogacía y tenía 22 años. Los estudiantes empezamos a luchar por la defensa de la Constitución, contra la corrupción y la ilegalidad. Fidel hizo una denuncia penal contra Batista. Sabía que no lo iban a condenar, pero de todas maneras era un precedente. Después estuvimos viendo cómo unir a todos los sectores, estudiantes y demás para la lucha insurreccional contra la dictadura. Buscábamos dirigentes y yo me uní a un grupo que dirigía un profesor universitario, un filósofo, Rafael García Bárcena, que había sido revolucionario, pero no era un dirigente, no era un líder de masas. Estábamos buscando a alguien y apareció Fidel con el Moncada. Allí confluimos todos en La Habana, primero en apoyo a los presos y después para apoyar el desembarco.
–¿Usted ya se había incorporado al grupo que hizo el asalto al Moncada?
–No, estaba con los grupos insurreccionales, pero me incorporé inmediatamente después. Cuando dieron la amnistía por la que salió Fidel hicimos un núcleo en La Habana para dirigir el movimiento de apoyo. El 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba, junto con Frank Pais, hicimos un alzamiento de apoyo al desembarco. Pero el barco demoró y no coincidió. Hicimos el alzamiento y tuvimos que pasar a la clandestinidad. A los pocos días llegó Fidel. Después fuimos clandestinamente a la Sierra para ver a Fidel y participamos en la primera reunión de la Sierra y el llano. Allí estuvo el periodista norteamericano Herbert Mathews, que dio a conocer que Fidel vivía, porque Batista había anunciado por todos lados que había muerto. Estuve clandestino todo el año ‘57.
–En los comentarios de esa época, tanto el Che como Fidel hablaban con mucho respeto de Frank Pais...
–Fue una figura excepcional, era un muchacho joven, murió a los 33 años, pero tenía una gran formación. Era un hombre de acción y al mismo tiempo de pensamiento, cosa bastante difícil. Tuvo una firmeza muy grandey una ética muy fuerte. Era maestro. Fuimos con Frank Pais a la Sierra. Allí conocí al Che. Había oído hablar de él. Un compañero, Ñico López, me había contado que lo había conocido en Guatemala: “Es un médico marxista”, me dijo. Lo conocí personalmente en la reunión de la Sierra. Nunca fue para nosotros extraño que un hombre no nacido en Cuba se convirtiera en dirigente cubano. Nunca fue problema. Después el Che tuvo problemas en Bolivia por ese motivo, hubo rivalidades por la nacionalidad. Pero fue muy natural que el Che fuera asumido por nosotros. Es interesante, porque nosotros teníamos el antecedente del general Máximo Gómez, que había estado en la guerra de la Independencia junto a Martí, y no había nacido en Cuba. Bajé de la Sierra, trabajé clandestino, me nombraron coordinador del Movimiento 26 de Julio en el llano cuando murió Frank Pais. Tenía que coordinar las organizaciones sociales, cívicas, patrióticas. Subí a la Sierra otra vez y al bajar me apresaron.
–¿Y cómo se dio la puja que se produce entre la sierra y el llano por el lanzamiento de la huelga?
–Había dos escenarios, cada uno actuaba según su realidad. Nosotros promovíamos la huelga en nuestro escenario de lucha, que eran las ciudades. La idea era hacer la huelga y después la insurrección. La idea que prevaleció finalmente fue la de Fidel, hacer la insurrección y en ese marco la huelga. Cada uno pensaba según su realidad, pero todos respetábamos el liderazgo de Fidel, eso nos unificaba por encima de las diferencias. En el llano seguíamos la tradición que se había dado en el mundo de las huelgas generales y después la insurrección. La guerrilla fue un invento de Fidel y la forma en la que se dio el proceso también. Yo subí y bajé de la Sierra, precisamente para analizar este problema. Cuando bajaba, en enero del ‘58, caí preso. Antes había estado preso y había escapado. Salvé la vida porque los compañeros se dieron cuenta y comenzaron a denunciarlo, si no, me habrían matado.
–¿Cómo se había escapado la primera vez?
–De la audiencia. Yo estaba preso. Me acusaban de que tenía un arma, pero no era verdad, estaba todo fraguado. “Ustedes saben que es mentira”, le dije al tribunal, pero aun si la hubiera tenido, estaba en mi derecho. Eramos como diez los acusados. Me condenaron, estaba en la sala con mi traje de preso, pero debajo llevaba una camisa y un pulóver. Cuando nos estaban sacando, me di cuenta de que los guardianes se habían distraído. Un compañero me dijo “por ahí no es”, “sí, ya sé”, le contesté y me fui caminando. Viví clandestino, después volví a la Sierra y cuando bajaba me metieron preso otra vez. Pasé el año ‘58 en la cárcel y cuando triunfó la Revolución, fui al Ministerio de Educación inmediatamente. Tenía 28 años.
–¿Por qué fue al Ministerio de Educación?
–No sé, así lo decidieron los compañeros. Reuní a los profesores más eminentes y les dije: “Miren, vamos a trabajar acá” y así armamos el aparato que necesitábamos. Hice una selección de los mejores maestros y pedagogos para que me ayudaran a hacer aquello, porque yo tenía experiencia por mi paso en la Universidad y mi participación en los movimientos estudiantiles pero no para asumir semejante tarea.
–¿Lo primero que hicieron fue lanzar la campaña de alfabetización?
–Esa era una idea que tenía Fidel desde hacía tiempo, ya desde el Moncada y después en la Sierra estaba latente en Cuba. Teníamos el 35 por ciento de analfabetismo, alrededor de un millón de personas, y se redujo a menos del 4 por ciento. Fue posible porque hubo una decisión política, sin decisión política no se hace. Nosotros conseguimos esa decisión por una Revolución, otros países la consiguen de otra forma, no lo sé. Además tuvimos el apoyo de los maestros, unimos a los maestros, hicimos un movimiento popular con la campaña. Y además unimos a la sociedad entera en ese movimiento.
–¿Cuántos maestros participaron en la campaña?
–En total, entre maestros y maestros voluntarios como les llamábamos, que eran alumnos que enseñaban, porque los maestros se dedicaban a formara los grupos y a dirigir, en total eran más de cien mil, que se metían en la Sierra, en los lugares más recónditos del campo.
–Ese fue el primer logro importante de la Revolución.
–Sí, fue en 1961, en el medio fue la invasión de Playa Girón. Era un tema difícil, porque la base del analfabetismo era la falta de escuelas, había que hacerlas. Porque si se hace la campaña y no se construyen más aulas, el analfabetismo vuelve a surgir. Pusimos escuelas en todo el país, extendimos la enseñanza secundaria a todos los que tenían sexto grado, porque después la campaña se amplió para darles sexto grado a los recién alfabetizados. La complicación más grande era crear aulas en los lugares más intrincados. Se creó un movimiento político de maestros voluntarios que fueron al campo. En el primer paso de la campaña creamos diez mil aulas. Cuando llegué al Ministerio de Educación me encontré con que las prebendas que se daban vía políticos, periodistas, aquí, allá, que en Cuba se llama “botella”, y acá sería coimas creo, me encontré con que, en el presupuesto, ese dinero alcanzaba para hacer cinco mil aulas. Pero había diez mil maestros sin aulas. Los nuevos maestros, no los que estaban desde antes, cobraron la mitad de su sueldo durante un tiempo para poder hacer las otras cinco mil aulas. La gran campaña terminó en diciembre de 1961 con un acto grande en la Plaza de la Revolución. La gente gritaba “Fidel, Fidel, dime qué otra cosa tenemos que hacer”. Fidel dijo: “Bueno, ahora hay que estudiar” y se creó el plan de becas. Ese fue el corazón del movimiento cultural que ha durado más de 40 años.
—La alfabetización y la reforma agraria fueron los dos temas centrales del principio.
–Y las grandes campañas de salud pública. En el ‘58 cuando recorrí la isla, la gente pedía maestros y médicos.
–¿Cuál piensa usted que fue el mayor logro de la Revolución?
–Creo que primero fue haberse mantenido. Fuera de broma, diría que la cultura y la educación. Fue importante desde el punto de vista político haberse mantenido y haber dado trabajo a todo el mundo. Pero la cultura es un logro para la conciencia nacional, no sólo en lo ideológico, en el plano de las ideas. Hubo que resolver el desempleo, el hambre, defender la Revolución de las agresiones imperialistas. Pero el logro en la cultura es fundamental y es el que puede pesar hoy. Cuando la crisis de octubre de 1962, Fidel dijo: “Nos pueden quitar los cohetes, pero no nos podrán arrebatar nunca las banderas morales, los cohetes morales” y ésos son los que tenemos desplegados hoy. Las crisis han llevado a los movimientos progresistas de América latina a distanciarse de la cultura. Las ideas revolucionarias empezaron por la Argentina. El movimiento de la Reforma de Córdoba llegó a toda América latina, José Ingenieros y Aníbal Ponce eran leídos en todo el continente. Creo que se produjo un distanciamiento de la cultura.
–¿Usted cree que en el pensamiento latinoamericano hay una materia prima para desarrollar?
–Después de cuarenta y pico de años, tenemos que volver a interpretar por ejemplo las ideas del Che y de Fidel al principio de la Revolución alrededor de los factores morales, porque el objetivo central de ese pensamiento del Che es la cultura. Si analizamos la cultura, es innegable que tiene un peso esencial para la acción política. Y diría más: tiene un peso esencial para la economía. Eso es lo que ocultan los reaccionarios. Ellos se apropian de los medios culturales para explotarlos. La industria cultural es una de las de mayor peso económico en Estados Unidos, inclusive mirándolo de la forma restringida con que ellos ven a la cultura. Hay que convencer a la gente, y yo quisiera que esto llegara al alma de los argentinos, de que tienen recursos materiales, también tienen cultura, pero hay que llegar a un concepto integral de la cultura.
–¿Cómo describiría ese concepto integral de cultura?
–El elemento fundamental de la cultura es la justicia. Eso lo dijo Martí y también lo planteó Sigmund Freud, un hombre bastante pesimista. Elanalizó el hombre que existe, pero no pudo descubrir al hombre que puede existir, que está en potencia en el hombre que existe y es el que quería el Che, el hombre nuevo. Freud dijo que la justicia era el primer requisito de la cultura. Los grandes humanistas de la historia lo han dicho, hace falta probar el peso económico de la cultura. La economía no se puede desarrollar sin el conocimiento. La Argentina es un país que tiene una cultura, pero si se asumiera que el primer requisito de la cultura es la justicia, la política se haría más culta y hay que hacer culta a la política. Si mal no recuerdo, eso también lo afirmaban Perón y Evita.
–Usted mencionó las ideas del Che y de Fidel...
–América latina es la única región del mundo donde han ocurrido cuatro movimientos renovadores de la cultura de las ideas. Las ideas del Che y Fidel respecto del papel de la subjetividad en el socialismo; las ideas de lo real maravilloso en el arte y hablo de Carpentier; la Teología de la Liberación, que vincula la creencia con la base científica; y el movimiento de educación popular. Sería importante alentar en cada país esas cuatro ideas, con las cátedras del Che, con las cátedras martianas, en los centros de estudio. Una vez me preguntaron cómo podía aplicarse eso en política. En política, en América latina está lloviendo mucho, tenemos que refugiarnos en la academia para estudiar todo eso hasta que escampe, y va a escampar. Hay momentos en que es necesario estudiar el fenómeno, porque si no, terminamos enredados en la coyuntura. La cultura tiene que avanzar en un sentido más profundo y los políticos deben alimentarse de la cultura. Un país no puede perdurar si no recupera su memoria histórica.
–Como parte de su memoria histórica, Cuba tuvo un prócer con ideas muy avanzadas como Martí...
–Esa es una originalidad, porque en Martí se conjugó el intelectual con el político, cosa que no es tan fácil. Martí era un enciclopedista, es un equivalente de un Montesquiuieu o un Rousseau en la gesta francesa. Pero ni Montesquiuieu ni Rousseau dirigieron la Revolución Francesa. Esa combinación la tuvimos en Martí. Pero hay que procurar que los intelectuales se unan y busquen una manera de entenderse porque es tan grave el problema del mundo que cada país tiene que buscar su propia solución.
–No hay una receta que valga para todos...
–No hay una receta y cada país tiene que buscar una solución uniendo a todos los factores. El ejemplo de Lula es interesante, ha unido a factores distintos. Creo que el interés nacional es el aglutinante y además, los principios éticos y morales, eso es válido para todos. Y en ese contexto, invito a los economistas a estudiar el peso de la cultura en la economía.
–¿De la cultura sobre la economía o al revés?
–De la cultura sobre la economía. La economía influye siempre sobre la cultura, pero para distorsionarla, para aprovecharla. Yo invito a los economistas y a los hombres de la cultura de la Argentina a que profundicen el tema de la importancia de la cultura para el desarrollo económico y también para el desarrollo político.
–Usted visita la Argentina para organizar las jornadas internacionales sobre Martí...
–Nosotros tenemos un evento el 27, 28 y 29 de enero en el 150º aniversario de Martí a partir de la idea martiana de equilibrio en el mundo. Martí planteaba que la independencia de las Antillas debía servir para profundizar la independencia de la América española y “salvar el honor de la República del Norte que en el desarrollo de su territorio tenderá a avasallar a sus vecinos menores”. Creo que también es un mensaje a Estados Unidos. El equilibrio en el mundo es una necesidad y solamente la podemos buscar a través de la cultura en todos sus aspectos: el lenguaje, que es la representación de la verdad, la ética, y el derecho. El principio fundamental es que las riquezas de cada país sirvan al interés nacional y desde allí al conjunto. La elaboración intelectual esuna necesidad práctica, por eso es necesario que los intelectuales se unan para pensar las causas profundas de esta situación en el mundo.
–Como están las cosas en la Argentina, parecería que unirse para pensar sería una empresa ciclópea...
–Martí decía que el secreto de lo humano estaba en la facultad de asociarse. El hombre crea la cultura, es su segunda naturaleza. La facultad de relacionarse, la capacidad de crear cultura, la capacidad de relacionar el pensamiento científico con el pensamiento utópico son herramientas de la humanidad. Hay que estudiar el método del Che, que representa la síntesis del pensamiento científico que vino de Europa, con el pensamiento utópico latinoamericano. Eso es Martí, es el Che, es la tradición latinoamericana, es Bolívar y San Martín y es Mariátegui. Tomando a la utopía como algo para realizar, sin receta, hay que buscar la forma. Por ejemplo, la gente quiere que sus hijos sean grandes médicos o grandes ingenieros, en fin, son utopías que queremos para nuestros hijos. Si las aceptamos para nuestros hijos, por qué no para la humanidad. Son utopías realizables para el futuro y eso se llama Che Guevara. Hay que estudiar a Marx y a Engels, a Gramsci o a Freud pero en la actualidad hay otras realidades, otras problemáticas. Había un pensador en Cuba que decía “todos los métodos y ningún método, he ahí el método”, es lo que yo entiendo. A los sabios los han hecho dogmáticos los intérpretes. Un sabio no puede ser dogmático. Hay que buscar de todas partes con un objetivo, que es la justicia, la justicia es universal.