Al declarar ayer en el juicio por el encubrimiento del crimen de María Marta García Belsunce, el ex comisario de la Policía Bonaerense Angel Domingo Casafús ratificó que el 28 de octubre de 2002, al día siguiente del asesinato, el imputado Horacio García Belsunce lo llamó por teléfono para decirle que su “hermanita había muerto en un accidente doméstico” y para pedirle que “le sacara la policía de encima”. El comisario retirado sostuvo que, en ese momento, no tuvo sospechas y creyó que lo que quería García Belsunce era “escapar al asedio mediático”. Tiempo después, cuando supo que fue un crimen y no un hecho accidental, consideró que lo habían “metido en el barro”. Recién en ese momento, diciembre de 2002, según dijo, comprendió “la actitud mafiosa de algunos” miembros de esa familia para “ocultar la verdad, para ocultar la comisión de un delito”.

También declaró ayer el comisario Aníbal Degastaldi, que por pedido de Casafús se hizo presente en el velatorio de María Marta. Cuando se le preguntó cuál fue su primera impresión, dijo que “se imponía realizar de inmediato la autopsia” para determinar las causas de la muerte. Ante los miembros del Tribunal Oral 1 de San Isidro, Degastaldi hizo una velada crítica al fiscal de la etapa de instrucción, Diego Molina Pico, a quien acompañó al velatorio, que se hizo a partir de la medianoche del 27 de octubre de 2002, día en el que se cometió el asesinato. “Si yo hubiera estado a cargo, hubiera suspendido el velatorio o hubiera esperado a su finalización, para hacer la autopsia”, dijo Degastaldi. El fiscal Molina Pico recién ordenó ese trámite el 2 de diciembre de ese año y allí se constató que lejos de ser un accidente, a María Marta la habían asesinado de seis disparos en la cabeza.

En la audiencia de ayer también declaró el abogado Alejandro Aráoz Castex, vecino y amigo de María Marta. Admitió que el entonces presidente del country club Carmel, Alberto White, le había comentado que supuestamente Sergio Binello –uno de los imputados por el encubrimiento– le había pedido que “parara a la policía de cualquier manera; si hay que coimear, coimeala”, para evitar que llegara a la casa escenario del crimen. Aráoz Castex aclaró que sólo era una versión y consideró que White era una persona “incapaz de hacer cualquier cosa en contra de la autoridad”.

El plato fuerte de ayer fue el comisario Angel Domingo Casafús. Negó que tuviera una amistad previa con Horacio García Belsunce y que su primer contacto fue telefónico, en agosto de 2002, cuando el hoy imputado lo llamó al celular para pedirle una reunión por los temas que él investigaba, como responsable de Delitos Complejos y Narcocriminalidad de la Policía Bonaerense. Aunque Casafús alegó que nunca se movía de su despacho, en La Plata, se reunió con García Belsunce en el Shopping Soleil, en ruta Panamericana. Allí se dio cuenta de que García Belsunce, que tenía un programa periodístico en Radio 10, sólo quería tenerlo como fuente de información. Aseguró que se sintió “forreado”.

En la mañana del 28 de octubre recibió un nuevo llamado del hermano de María Marta. Allí fue cuando le solicitó que “le sacara a la policía de encima”. Recordó que Horacio le comentó “casi llorando, que su hermanita, así lo dijo, había fallecido en un accidente doméstico”. A pesar de su enojo anterior, Casafús le dijo “quedate o quédese tranquilo”. Como un hecho así es considerado “muerte dudosa”, Casafús se comunicó con el entonces titular de la DDI de San Isidro, Aníbal Degastaldi, quien al mediodía fue a la casa familiar donde se hacía el velatorio. Tras hablar con García Belsunce, tuvo una breve conversación con el fiscal Juan Martín Romero Victorica, quien le comentó que “no cerraba” la versión del accidente.

Renglón seguido, en su testimonio, Casafús hizo saber a los jueces que se comunicó con Degastaldi, con quien habló en un “jeringozo policial”, según aclaró. Lo que dijo es entendible para cualquiera que hable castellano básico: “Me llamó el pelotudo del hermano de María Marta García Belsunce. ¿Por qué no vas a la casa para ver qué carajo pasó?”. Horacio lo llamó de nuevo, en diciembre, para decirle que a su hermana la habían matado de “tres o seis balas en la cabeza”. Allí comprendió “lo que había pasado” y de inmediato se presentó ante el fiscal Molina Pico. Casafús juró por su hijo “de cuatro años” que jamás “paró” a la policía. “Todo había sido una actuación” de los García Belsunce, insistió. “La actitud mafiosa de algunos para ocultar la verdad y la comisión de un delito.”

El comisario retirado Aníbal Degastaldi, a su turno, dijo que cuando llegaron al velatorio, con Molina Pico, había “muchísima gente”. Se notaba que a la mujer fallecida “la habían peinado recién, con raya al medio, tapándole las orejas y parte de las mejillas”. En un momento dado, cuando entró a la habitación, vio a Horacio García Belsunce “recostado en la cama, llorando sobre el pecho de la hermana”. En cuanto al baño, escenario del crimen, estaba “limpio y ordenado”. Informó que el fiscal Molina Pico le pidió a los familiares “que no cremaran el cuerpo (había un rumor de que querían hacerlo) y que le dijeran dónde la iban a llevar”.

Además de cuestionar la tardanza del fiscal en ordenar la autopsia, también criticó a un subordinado suyo de entonces, el subcomisario Angel Reynaldo Becerra, de la Subcomisaría de San Isidro, quien hizo una inspección en el escenario del crimen el 30 de octubre de 2002. En el trámite estuvieron el viudo Carlos Carrascosa, hoy preso por el asesinato, y tres de los imputados por el encubrimiento: Horacio García Belsunce, Beatriz Michelini y Guillermo Bártoli. Lo curioso es que Bártoli, siendo de la familia y por lo tanto sospechoso, estuvo como “testigo”.