Viernes, 5 de agosto de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Norma Sanchís *
Cassandre Bouvier y Houria Moumni eran turistas francesas que querían descubrir las bellezas del norte argentino. Pero también eran apasionadas estudiosas de América latina y brillantes alumnas del Instituto de Altos Estudios en América latina de La Sorbona.
Su muerte violenta, cruel, injustificada, a manos de uno o más asesinos, desconcierta por la sensación de absurdo y sinsentido y da lugar a sentimientos de fatalidad, desolación e impotencia.
Sin embargo, parece necesario leer el significado profundo de estos crímenes atroces que descorren el velo de una realidad que no gusta e incomoda. La realidad de una sociedad machista que se asienta en una matriz cultural de relaciones jerárquicas entre varones y mujeres y que soslaya que una mujer puede ser sometida, golpeada, violada y descartada como un objeto sin valor en manos de un hombre. La lucha y resistencia que opusieron las jóvenes a los violadores muestra su decisión de no someterse aunque en ello les fuera la vida.
El martirologio de Cassandre y Houria no puede ser reducido a un hecho policial más. Cobra sentido como denuncia feroz: por detrás de la pantalla de una Argentina civilizada y moderna, los femicidios de Ciudad Juárez o Guatemala también están entre nosotros. Se requiere una acción decidida de repudio e indignación social, de políticas de gobierno y de esfuerzo coordinado de la comunidad nacional e internacional para desterrar al machismo asesino que mata a una mujer cada 30 horas en el país.
Sólo así lo absurdo e inexplicable de estas muertes puede transformarse en símbolo formidable de un Nunca Más todavía pendiente.
* Socióloga. Asociación Lola Mora.
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